EL ALMANAQUE ES UNA GUÍA IMPRESCINDIBLE DESDE 1880 PARA INVESTIGAR LA VIDA VALENCIANA

FRANCISCO PÉREZ PUCHE | CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE VALENCIA

En 2001 recibí un regalo inmerecido: el recordado Juan Teodoro Corbín Llorente, biznieto del fundador de este periódico, me obsequió un librito tan raro como atractivo. Es el resumen de los 50 primeros Almanaques de LAS PROVINCIAS, construido a mano, artesanalmente, por el segundo director del diario, Teodoro Llorente Falcó. Es un índice de materias, un buscador de tiempos sin internet, para poderse mover por un conjunto de unas 15.000 páginas donde los mejores poetas, historiadores, investigadores y periodistas valencianos habían ido dejando su huella año por año.

La parte más conocida y consultada del Almanaque de LAS PROVINCIAS es el relato de lo ocurrido cada día en la región. Y en el mundo. Sitúa, orienta, da pistas y ofrece millones de datos imprescindibles desde el año 1880, cuando se editó el primero. Incluyendo los días dolorosos de la Guerra Civil, cuando el periódico no se publicaba por haber sido incautado. Pero acompañando a ese bagaje sustancial de hechos, el Almanaque de cada año llevaba -y sigue llevando- opiniones y reflexiones de numerosos autores, recopilaciones de la vida de las principales instituciones, reseñas de la vida teatral, taurina, musical y deportiva junto con un sinfín de colaboraciones literarias desde van desde la poesía al relato breve y la investigación histórica.

En los años treinta, Llorente Falcó quiso hacer un homenaje a su padre, Llorente Olivares, y de paso a toda la ilustre generación de colaboradores que cada año dejaban unos folios para nutrir la publicación de poesía, estudios curiosos y literarios, reflexiones y compendios. El resultado fue un «resumen de los resúmenes», una guía práctica donde los cincuenta primeros Almanaques se ofrecen a través de diversas vías de entrada: informaciones anuales, historia y folklore, literatura y poesía, miscelánea, necrológicas, otras materias… Ordenada por autores y por temas, la consulta se hace fácil: basta ir a la página y al año de cada Almanaque para encontrar la materia buscada.

En ese librito, pequeño pero de gran contenido, Llorente Falcó, el Setentón, quiso añadir como cierre el reportaje que firmó en el periódico como ‘Inquiridor’ el 15 de abril de 1933; que resulta ser, a la vez, glosa y resumen histórico de la vida interna de la publicación y del esfuerzo que el Almanaque era -y ha sido siempre- para la casa editorial. Porque siempre que se pudo fue un obsequio a los suscriptores. En ese trabajo podemos encontrar el conflicto de la posguerra -en 1919 y 1920, tras la Guerra Europea- cuando faltó de todo y el Gobierno, para aquilatar el consumo nacional del escaso papel, prohibió que se regalaran productos impresos, lo que llevó a la necesidad de poner un precio de venta a la publicación, más moderado para los suscriptores.

El Almanaque llegó a faltar un año a la cita, pero fue por «larga enfermedad de su director»: al año siguiente recobró sus contenidos diferidos. Pero cobrando por él una peseta, «se consiguió salvarle de una muerte que ya le rondaba», dice Llorente Falcó, que fue desde luego el enfermo de la reseña.

Esfuerzo y afecto al lector explican la larga pervivencia de una publicación que, más allá de la curiosidad, se ha ofrecido siempre como una plataforma ideal para los investigadores en cualquier disciplina de la vida valenciana. El Almanaque, que este año cumple sus 142 de vida, es un pozo de datos, hechos, opiniones y reflexiones, imprescindible ya como herramienta de consulta. La lástima -pongamos los pies en el crudo presente- es que siendo tan necesaria la prudencia en los movimientos y contactos, el lector curioso y el investigador exigente no tengan todos los Almanaques, y toda la colección de LAS PROVINCIAS completa, en las plataformas digitales. Es un esfuerzo que, obviamente, la empresa editora no puede hacer por sí sola. Pero que debería ser incentivado por patrocinios y por la labor de instituciones: la Biblioteca Valenciana de la Generalitat, la Biblioteca Nacional y el Ministerio de Cultura.

Fuente: https://www.lasprovincias.es