Arxiu diari: 11 de desembre de 2020

DE CASINOS A CHULILLA, UNA EXCURSIÓN EL DÍA 8 DE DICIEMBRE

JOSÉ SALVADOR MURGUI. CRONISTA OFICIAL DE CASINOS

Apurando los últimos días del año, y el casi mediero del mes de diciembre, contemplando el perezoso sol que nos alumbraba desde el amanecer hasta las primeras horas de la mañana, me decidí, al ver que el termómetro no marcaba muy bajas temperaturas acercarme hasta la vecina población de Chulilla.

Parece mentira que la distancia separe los pueblos de las grandes urbes, que las redes sociales que tan de moda están sirvan para unir a personas y pueblos y en ocasiones no lleguen a cumplir su cometido.

Saliendo de Casinos, por esa autovía que espero estrenemos pronto, antes de llegar a Villar del Arzobispo y Losa del Obispo, ya tienes el camino marcado para llegar a Chulilla. Primero pasas las Bodegas de Vanacloig, y poco a poco entre curvas, verdes olivos, sarmientos que ya han perdido las hojas quedando reducidos a leña que pronto serán pasto de las llamas, rodeado de verdes montes, altas piedras, y potente naturaleza, llegas a ese punto estratégico que separa el camino hacia Sot de Chera, con el bello pueblo blanco que suspendido entre las piedras te invita a adentrarte en él.

Días antes del confinamiento lo pude visitar, hubiera podido titular la crónica: “Anochece bajo la luna llena en Chulilla…” y al sucederse los acontecimientos como vinieron he dejado pasar los días para visitar esa urbe un día otoñal, acompañado de una temperatura benigna que rondaba los quince grados aproximadamente.

Las estrechas calles, te llevan a esa Plaza Mayor, anfiteatro del mundo, donde se mezclan los idiomas, se entrecruzan las mochilas, y el sol abraza a quienes allí reposan contemplando el paso del tiempo y la benevolencia del clima. Un poco más adelante puedes aparcar, una vez desciendes del vehículo, el espectáculo es empezar a disfrutar del momento, el aire puro te envuelve, la visión te relaja, el rumor del viento se siente, y el sol acaricia la piel.

Blancas paredes son el sostén de aquellas pétreas montañas, el Castillo impregnado de arquitectura del medievo, todo lo divisa desde la parte alta del peñón, desde lejos ya ves los arcos y puertas que desde lo más alto de la villa te invitan a su encuentro.

Estamos hablando de historia antigua, historia vivida en nuestros pueblos, historia, que escribiendo la palabra Chulilla, en cualquier buscador de internet te va a informar con todo detalle de la vida, de las fiestas, de la gastronomía, o de los encantos paisajísticos que envuelven a este frondoso rincón.

Desde la Plaza de la Baronía, hasta el Charco Azul, las Cuevas, los Puentes colgantes, las Pinturas Rupestres, o el Alto de la Bandera, pueden ser apetitosas excursiones para abraza la naturaleza. Pero yo me quedo con ese paseo matinal, el café de la plaza, adéntrate por las estrechas calles, subir hasta el castillo, dialogar con los vecinos, y disfrutar de recorrer andando por esas calles y hacer casi tres kilómetros de ruta.

Entrar en antiguas casas con el piso de piedra y el año de la construcción 1894 labrado a la entrada de la casa, contemplar el reloj de sol, que junto a la puerta de San Andrés, ve pasar los días y las horas anunciándonos lo que debiera ser nuestra vida con una frase de la Carta de San Pablo a los Gálatas (6,10): “Mientras tengamos tiempo hagamos el bien”; desde el siglo XVI esa iglesia barroca construida sobre la que sería antigua mezquita, se alza majestuosa entablando un cordial diálogo entre el visitante, la plaza que facilita la entrada y acceso al templo, las escaleras de piedra con su barandilla de hierro y las altas murallas que coronan las montañas.

Es día de fiesta, te encuentras con amigos y conocidos que el tiempo separa, pero que al producirse el reencuentro camuflados nuestros rostros por las modernas mascarillas, tienes la suerte de poder hablar de aquellos momentos que forjaron la amistad. Oyes cantos varoniles, música bien pautada, guitarras que acompañan voces que imprimen sentimiento en sus canciones. Saludas a Paco, a otro buen amigo: “El Carpintero del pueblo, el de siempre”, y a otras personas que te hacen agradable la corta estancia.

Quiero expresar la gratitud, al Sr. Cura Párroco por las facilidades otorgadas para visitar el cuidado, limpio, luminoso y acogedor templo de Nuestra Señora de los Ángeles, que celebró con toda solemnidad la fiesta de la Inmaculada Concepción.

Entre calles encaladas, azulejos bien cuidados, macetas y plantas que adornan el entorno, dejándose ver los primeros anuncios navideños, vuelvo al coche, contemplo la animación reinante y me introduzco por el estrecho camino que te conduce al Balneario. Descubrí el cartel de la Fuente de la Rinconá. Andando llegue hasta ese pequeño remanso de paz, donde el agua plateada, cantarina y brillante, sorprende entre un camino de piedra, las armillas flores de las aliagas, y los verdes musgos que la fuente alimenta.

Es imposible en pocas palabras definir la sensación de paz, libertad, serenidad e inspiración. El paseo, acabó cruzando los puentes sobre el río, hasta llegar al Balneario, gozando del sol, de la naturaleza y de la alegría que transmite el agua al atravesar velozmente el paisaje.

Hago la última parada en la Ermita de Santa Bárbara, que es el nexo de unión entre Chulilla y Casinos, los azulejos que adornan el entorno, el bien cuidado edificio, y la pureza del clima, te invitan a escribir estas letras, para que en estos tiempos, en los que todo es “peligroso” y teniendo los cierres perimetrales, podamos recrear nuestros sentidos disfrutando de los paisajes cercanos, que nos invitan en días de sol y buen clima, a compartir nuestro tempo con espacios naturales dignos de ser descubiertos.

Seguro estoy que siendo la hora de comer, hay lugares con solidez gastronómica que avalan con buena nota la categoría de Chulilla.

Cualquier momento es bueno para hacer esa escapada, y de paso, no pierda la ocasión de visitar Casinos, nuestras peladillas y turrones son el mejor y más dulce postre.

Fuente: https://www.elperiodicodeaqui.com