ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
El emplazamiento geográfico de Orihuela, frontera entre los
reinos de Valencia y de Castilla, a lo largo de la historia ha condicionado a
que, en algunos o en muchos momentos, fuera visitada o bien como ciudad de
paso, ya fuera para acantonamiento de tropas, o simplemente como esporádica
estancia en la misma. Algo parecido acaecía con aquellos trotamundos que en los
siglos XVIII y XIX programaban en su itinerario desplazarse de Alicante a
Murcia o viceversa.
Antonio Pérez Gómez
Pues bien, a éstos nos vamos a referir siguiendo las
descripciones que nos ofrecen algunos de estos viajeros, que vienen descritas
por Antonio Pérez Gómez en ´Murcia en los viajes por España` (edición Cristina
Torres Suárez, 1984). Antes de ello, recordemos que este autor nacido en Cieza,
fue miembro de número de la Hispanic Society de New York y de la Academia
Alfonso X el Sabio de Murcia, así como académico correspondiente a las Reales
Academias Españolas de la Lengua y de la Historia.
Es de destacar su cualidad como bibliófilo y como fundador
de las ediciones ´La fonte que mana y corre`, entre las que editó en facsímil,
en 1950, la obra del sastre Gaspar García ´Primera parte de la Murgetana del
oriolano` (1608), que constaba de 218 ejemplares, de los que el número 84 obra
en mi biblioteca.
Antecedentes
Pérez Gómez, al recopilar a los viajeros del siglo XVIII,
nos pone en antecedentes de tres de ellos ingleses: el sacerdote Joseph
Townsend, que visitó estas tierras entre los años 1786 y 1787; Henri
Swinbuerne, en 1775 y Richard Twiss, dos años antes.
El segundo de éstos alababa el clima de Orihuela, destacando
sus amplias avenidas flanqueadas por árboles y “la feliz ordenación de sus
regadíos”. Sin olvidar la gran variedad de cultivos, entre ellos los cereales,
haciéndose eco de aquel proverbio “si llueve hay trigo en Orihuela, y si no
llueve, hay trigo en Orihuela”, que ya era conocido a través de Martín de
Viciana (siglo XVI) y del oriolano Francisco Martínez Paterna (siglo XVII).
Richard Twiss, miembro de la Sociedad Real, pernoctó en
nuestra ciudad el día 3 de mayo de 1773, y aquí realizó un trueque de
transporte, ya que regaló un caballo que había comprado en Madrid a cambio de
un pollino para llegar a Murcia.
Burla de las costumbres cristianas
Entre los viajeros del siglo XIX, el citado Pérez Gómez nos
da noticia de Henry D. Inglis que llegaba a Orihuela a las 11 de la mañana de
un día de 1830, el cual queda prendado por la variedad de árboles que encuentra.
Así, moreras, naranjos, cipreses, olmos, higueras, granados y palmeras fue lo
más positivo que descubre en nuestra tierra.
Como buen anticlerical, de forma irreverente se burla de
nuestras costumbres cristianas, hasta el punto que, tras narrar que las
iglesias estaban repletas de fieles, los cuales no dudaban de situarse ante la
puerta de los templos con “los brazos en cruz como éxtasis agónico”, presenta a
los oriolanos como holgazanes tomando el sol, con su espalda apoyada en la
pared, “no modificando su perezosa postura sino para hacer una reverencia
cuando pasa cerca de ellos algún fraile”. Su rabiosa irreligiosidad no le
permitió ver más allá, ni del paisaje natural ni de del patrimonio
arquitectónico de la ciudad.
Impresionado por el paisaje
A estos viajeros ingleses hay que añadir a su compatriota,
el médico naturalista Edwin Lee, que en 1854 veía en la Orihuela de 20.000
habitantes a una población que mantenía aspecto oriental y se deslumbraba con
su catedral.
Por otro lado, George Alexandre Hoskins, a mediados del
siglo XIX, después de alquilar una tartana y un par de borricos en Elche, se
diría a Murcia. De su paso por Orihuela, tras recordar la hazaña de Teodomiro,
reseña que sus casas eran de tejado plano, teniendo en el primero de sus pisos
la habitación principal con sus ventanas adornadas por rejería, y las de planta
baja con celosía que le imprimían aire oriental. En nuestra ciudad visitó
varios conventos deshabitados, entre ellos Santo Domingo, en donde apreció el
arte de sus claustros, la iglesia y el refectorio.
Y no dejó a un lado a las mujeres oriolanas de cuyos ojos
negros quedó prendado. Por último, al abandonar la ciudad en dirección a
Murcia, quedó impresionado por el paisaje en el que destacaba un convento
abandonado entre chumberas.
Testimonios variados
En el año 1829, de triste recuerdo por el terremoto sufrido
en toda la zona, Samuel Eduardo Cook Widdrimgton (capitán Cook) cambió la ruta
habitual para ir de Alicante a Murcia, por el interés de apreciar los daños que
había sufrido la villa de Torrevieja, y de allí pasó a Orihuela.
Cincuenta y cuatro años después, con mucho calor, aunque
según dice seco y tolerable, llegó a Orihuela desde Elche, F. H. Deverell, que
no dudó en valorar la fecundidad de nuestra huerta comparándola con las de
Valencia y Murcia.
Pero estos turistas no sólo se admiraban del paisaje natural
y urbano, sino que apreciaban a “las chicas guapas que van por la calle con
flores tras las orejas”. Y a su salida de Orihuela, al alba, era despedido con
el repique de las campanas de conventos e iglesias.
Así, con algunas breves notas, cada uno de estos turistas
ingleses de antaño dejaba testimonio en siglos pasados de su paso por Orihuela,
según su interés por cada asunto.
Fuente: https://aquimediosdecomunicacion.com