EL ARTE DE DIRIGIR

Francisco Perez Puche. Foto de Juan J. Monzó

FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA

Vengo de un tiempo en que nadie sabía quién dirigía los museos. El asunto no importaba a nadie. De modo que eran muy raras las entrevistas en los periódicos a unos profesionales que estaban en lo suyo, oscuramente, investigando y restaurando, sin ser, como ahora, objetos de exhibición mediática o de ridículas batallas políticas.

Vengo de una época en que lo que le interesaba al público era el contenido de los museos, no las opiniones, tendencias, sofocos o maniobras de sus directores. Íbamos a los grandes museos, al Prado y al San Pío V, al Rijks o al Louvre, por lo que dentro nos estaba aguardando. Y desde luego dábamos por sentado que a los directores los ponía el ministro de Cultura correspondiente. O el presidente de la fundación de turno si era una institución privada. Pero habíamos soñado largamente, habíamos ahorrado en el calcetín para ir algún día a ver los frisos del Partenón, una Grupa de Sorolla, la Victoria de Samotracia o la Rendición de Breda sin importarnos quién dirigía la institución y mucho menos del pie político que cojeaba. Con las salas de conciertos pasaba igual. ¿Qué más dará quién dirige el Concertgewaub si lo que yo quiero es escuchar a Brahms? Las normas antiguas podían ser poco democráticas, pero nadie se calentaba demasiado la cabeza: vivíamos en la inocencia y Carmen Alborch o Felipe Garín eran estupendos; hasta que la primera tiró al segundo de la dirección del Prado por una gotera.

La política y las autonomías trastocaron mucho las cosas. Los grandes museos y auditorios del mundo, los que nos hacían gastar los cuartos en coleccionables a falta de tiempo y dinero para viajar, empezaron a tener enanos competidores, museíllos de segunda división. Y pronto empezó a darse una errónea batalla política, un sinfín de dimes y diretes de vuelo corto que acabó pariendo el angustioso modelo actual, el que llamaríamos de concurso-cata-oposición-recurso-sentencia-destitución de directores… que además no programan ni se mojan, sino que sacan a concurso los contenidos. Gracias a eso, pasa lo que está pasando: los periódicos tienen que publicar mapas para que el público sepa quién dirige cada institución. Y ellos y ellas, sin un duro de presupuesto, se dedican a decir cosas en twitter para atraer a un público… que lo que quiere de verdad es ver cuadros de Kandinsky y esculturas de Calder.

Cuando ya ha cesado en el empleo, un tribunal acaba de sentenciar que la directora de À Punt fue nombrada erróneamente. Al director efímero de un auditorio cerrado por ruina le han robado un montón de dinero en el despacho. El IVAM estrena directora y a lo mejor es posible que volvamos después de seis largos años.

Fuente: https://www.lasprovincias.es