ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Con esta exclamación los «peñeros» ensalzaban la figura del fundador del Oratorio Festivo de San Miguel de Orihuela, el beneficiado de la catedral oriolana Juan Torres Silva, que era natural de Bollullos de la Mitación en la provincia de Sevilla.
En 1944, se celebraba el vigésimo quinto aniversario de esta Institución que aún pervive como Colegio Diocesano, cuyo origen era distinto al de ahora, aunque siempre ha prestado sobre todo atención a la enseñanza. Entonces estaba abierto, desde el primer momento, a la formación de niños de familias humildes, entre ellos a los que vivían a los pies de la sierra, más bajo del Seminario, en la zona conocida como «la Peña». Allí, cada uno de ellos con su apodo como «Sapo, Truque, Pitoto, Chicha, Né, Cagranera, Malavida, Dindina o Tertulia». Además de esta labor educadora, estaban presentes las clases nocturnas, el teatro, el deporte como el fútbol y la música con su Banda conocida como la de «Don Juan» con aproximadamente cuarenta puntos. A todas estas actividades, años después se agregaría su imprenta.
La educación que allí se daba quedaba patente en su «Himno», con letra del sacerdote Monserrate Celdrán y música de Juan Pedro Muñoz: «El ser estudiosos/ y bien educados./ Será nuestra gloria/ y orgullo mayor/».
Como decíamos, en 1944, en el mes de mayo se conmemoraba las bodas de plata de la Institución que, en esos momentos estaba dirigía por el recordado sacerdote Antonio Roda López, siendo presidente de su Junta de Gobierno, el canónigo Luis Almarcha Hernández y de la que además formaban parte: Vicente Alba Villar, Carlos Irles Vinal, Joaquín Espinosa Cayuelas, Eusebio Escolano Gonzalvo, Ángel García Rogel, Antonio Balaguer Ruiz, Ignacio Sánchez Ballesta y Antonio Sánchez Ballesta.
Antonio Roda López (Don Antonio Roda) se había hecho cargo del Oratorio Festivo, el 17 de octubre de 1934, siendo su cuarto director después de Juan Torres Silva (15 junio 1919-30 junio 1927), del capuchino fray Gonzalo de Benejama (1 de julio 1927-30 junio 1928) y de Monserrate Celdrán (1 julio 1928-10 octubre 1934). El padre Roda era un trabajador incansable, y recordamos aquellos «un viernes más con vosotros» y «cosas que me pasan», en las ondas de Radio Orihuela que estaba ubicada en la calle mayor, y desde las que con habilidad sabía pedir y «dar sablazos» a los oriolanos, para llevar adelante los objetivos propuestos en el Oratorio Festivo, entre ellos las interminables obras en el mismo. Pero, ello no estaba sólo presente en la radio, sino que aprovechaba cualquier ocasión para pedir ayuda. Sirva de muestra, tres anuncios del ejemplar número 60 de su revista: «¿Quiere V. dormir tranquilo? ¿Padece usted de insomnio? Póngase en gracia de Dios si no lo está y mande algunas pesetillas para la Peña. Remedio radical»; «No hagáis testamento sin consultar primero con el Director de este Oratorio que os dará un consejito»; «¡Ricos, hacendados, propietarios! ¿Queréis un hombre de confianza que administre vuestros bienes? El Director de este Oratorio se ofrece y os promete dejaros sin una perra pero ganaréis el cielo». Otras veces, su táctica recaudadora era el uso de las «multas» que imponía a aquellos que ganaban un premio de lotería, o que contraían matrimonio o tenían un hijo. Todas estas formas eran válidas, ya que por aquel año de 1944, para terminar las obras del Oratorio Festivo necesitaba la cantidad de dos millones de pesetas (iglesia, 300.000 pesetas; teatro, 200.000 pesetas; aulas, 500.000 pesetas; pabellón artes y oficios, 500.000 pesetas; patio, jardines e internado, 500.000 pesetas). Pero, él siempre daba esperanzas a los futuros donantes: «no os asustéis, se dan facilidades».
Una de los grandes logros del Oratorio Festivo, fue acoger la iniciativa de un grupo de oriolanos de crear la Unión Lírica Orcelitana, en 1942. Por ella, antes de hacerse cargo como director Eduardo Lázaro Tudela, estuvieron al frente de la misma, Alfredo Benavent y Agustín Fuster. La Directiva estaba presidida por José Martínez Pacheco y contaba como vicepresidente con Victoriano Gilabert, como secretario con Manuel Cañizares, como tesorero con Hermengildo Moreno y como vocales, Juan de Dios Payá, Antonio Galiano Santiago, Ramón Torregrosa e Ignacio Sanmartín. Además pertenecían a ella 430 socios.
Pasaron los años y pudimos disfrutar de su iglesia dedicada a María Auxiliadora, de su teatro con aquellas sesiones de cine y de zarzuela y, sobre todo, del trato con algunos de aquellos primeros alumnos, ya hombres, que entonaban el «¡Viva Don Juan!».
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