FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
Me acaban de galardonar. Me han premiado con la Alta Distinción de la Generalidad. Y he recibido el premio, en el curso de una gran ceremonia, junto con todos los demás valencianos; y cuando digo todos, es todos, los cinco millones y pico: en el paquete van incluidos los festeros del colegio mayor Galileo, que no se lo merecen pero que se han beneficiado de una generosa amnistía con motivo de la fiesta del 9 de octubre. El alcalde lo explicó en su mensaje institucional: «Somos un pueblo que a lo largo de nuestra historia hemos demostrado fortaleza y resiliencia. Capacidad para recuperarnos». Me dejó tranquilo y hasta orgulloso. Me hubiera inquietado que en el discurso no le hubieran puesto esa palabra, «resiliencia», que queda redonda y moderna, da igual que sea pronunciada en castellano o en valenciano. Las palabras, vasijas de ideas, deben ser cuidadas, elegidas como trajes de entretiempo, como corbatas de temporada; y es preciso reconocer que al alcalde, ya que no usa corbata, le seleccionan bien los términos. Tomen nota de esto: resiliencia es una bella concha entre los restos de naufragio que está trayendo el temporal.
Está siendo un largo puente. Cuatro días para ver llegar despacio un otoño atravesado por la epidemia; libres pero encerrados, resistentes pero desconfiados y preocupados. Cuatro largos días dedicados a evocar a quienes se fueron pero siguen en el recuerdo: María José Grimaldo, que fue nuestra subdirectora, ha sido nombrada hija predilecta de la ciudad y la entrega del galardón dejó un perfume de nostalgia inolvidable. La vida sigue. Resiliencia, pues.
La memoria ofrece días viejos de fortaleza y recuperación: después de las riadas, durante la crisis económica, en los tiempos peores de la dictadura y en las circunstancias en las que la adversidad se superaba al ver llegar con fuerza la solidaridad. El premio, la Alta Distinción de la Generalidad concedido por el presidente Puig, es para todos; pero delante están, con todo merecimiento, los sanitarios y las fuerzas de seguridad, los militares, los maestros y los transportistas, los agricultores y los servicios de limpieza…
«Es lo que hay», dice la gente ahora, resignada ante las nuevas circunstancias de la vida. El término lo estamos usando tanto para lo menor -los engorros de la mascarilla- como para el desafío chulapo de un vicepresidente del Gobierno imputado que se niega a dimitir. «Es lo que hay». El Gobierno que estamos soportando, el tándem Sánchez-Iglesias, es la resignada cruz que nos ha tocado vivir. Y quizá cabe aplicar sobre ellos las virtudes de la fortaleza y la resiliencia, muy distintas de la resignación y el silencio.
Fuente: https://www.lasprovincias.es