GABRIEL SEGURA, CRONISTA OFICIAL DE ELDA
La guerra civil se alargaba más de lo previsto inicialmente por las autoridades republicanas. Ya habían transcurrido dos largos años durante los cuales las tropas sublevadas iban tomando poco a poco más y más territorio republicano. Dos años de guerra, dos años de muertes, dos años de sufrimiento… dos años de escaseces y dos años de penurias en la retaguardia. La batalla de Teruel, el derrumbe del frente de Aragón y la llegada de las tropas franquistas al Mediterráneo partieron el territorio fiel a la República en dos partes, dejando a la Zona Centro aislada de Cataluña. Desde el verano de 1938 la población civil empezó a sufrir gravemente las consecuencias de la guerra con el desabastecimiento de alimentos y la carestía de los productos de primera necesidad para la población de pueblos y ciudades.
Elda no fue ajena a aquellas dramáticas circunstancias. Desde el primer momento, el Consejo Municipal Eldense (actual Ayuntamiento), presidido por Manuel Bellot Orgilés gestionó la adquisición de alimentos para la población, que se había visto incrementada entre 1936 y 1937 con varios miles de refugiados especialmente de la zona de Madrid, así como niños de Asturias, acogidos para salvarlos del horror de la guerra.
Conforme fue avanzando el conflicto, el abastecimiento de alimentos se fue esclerotizando y reduciéndose la aportación desde las instancias oficiales gubernamentales supralocales, llegando a ser tan acuciante y de extrema necesidad que al alcalde Bellot no le cupo más remedio que dirigirse en agosto de 1938 al gobernador civil de la provincia mediante de un dramático escrito en el que, además de enumerar los suministros oficiales recibidos a lo largo de los meses de julio y agosto, daba buena cuenta de todos los esfuerzos sobrehumanos realizados por el ayuntamiento para conseguir alimentos para la población hambrienta.
Pocos eran los alimentos que llegaban a Elda para una población de unos 24.000 habitantes. La falta de alimentos provocó el acaparamiento de los productos y la aparición el mercado negro. Las colas de racionamiento se hicieron mas largas al estar la población desesperada por recoger el sustento diario que se les permitía. Los precios aumentaron por encima de los salarios. La ocultación de productos era moneda corriente entre los agricultores locales, tal y como puso manifiesto el consejero municipal (concejal) Diego Iñíguez en su intervención en el pleno del día 12 de septiembre de 1938. Aquella situación no mejoró ni tenía trazar de cambiar más que a peor. Los meses que transcurrieron hasta el final de la guerra y los primeros años de la década de los cuarenta fueron tiempos difíciles en los que el hambre se cebó en las casas más humildes de los eldenses, ocasionando la muerte de los más débiles. ¡Días dramáticos de nuestra historia!
¡Nunca más!
Fuente: https://www.valledeelda.com