EL CASTILLO VALENCIANO QUE PREFERIRÍA DRÁCULA

MIGUEL APARICI NAVARRO, CRONISTA OFICIAL DE CORTES DE PALLÁS

Hace cuatro décadas, al inicio de los 80, recuperé el Castillo de Chirel del olvido. No es que fuera desconocido, es que estaba aislado y alejado y alto e intransitable. «Si el castillo de Chirel/ fuera de tocino y magro/ ya se lo habrían comido/ la Sixta y el Calomardo». Me habían hablado de él y se me había abierto el ‘apetito’. Una madrugada dejé el turismo en las hoy inundadas, por el embalse de Cortes II, Casas de El Ral y, con breve equipaje, inicié la larga aproximación por un pequeño barranco con tierras triásicas; pintado de orillas arcillosas ocres.

Llegué hasta su profundo pie, haciéndome cargo de la cima en forma de ‘cacahuete’ que tenía delante. Había que conseguir remontar hasta el ‘cacao’ de la derecha y, luego, por un estrechísimo cuello, asaltar la peña-masada (de paredes verticales) cuya única entrada posible dominaba la enhiesta y llamativa fortaleza.

Fueron varios intentos, entre espinosas aliagas. Hasta encontrar una escorrentía de lluvias, empinada, que me elevó hacia unas perdidas oliveras centenarias y, desde allí, la posibilidad de rastrear un sendero.

Llegar al pie de las murallas fue impresionante. Ni cuando, años más tarde, fui el Delegado en Valencia de la AEAC y escribí -tras visitarlos uno a uno- más de cien artículos sobre castillos valencianos en las páginas del desaparecido ‘Valéncia Hui’ llegué a ver nada igual.

El acceso único lo ocupaba una fachada pétrea, con tres torres cuadradas (derecha, centro e izquierda). Y para llegar a la portalada, con tranca, y rastrillo levadizo previsto (más las saeteras apuntando espaldas) había que pasar por delante y debajo de las otras, con sus matacanes o balconcillos adelantados; añadidos al adarve o paseo de ronda.

Si todo hubiese quedado en esto, con no ser poco… Al cruzar el umbral… un estrecho y largo pasillo en sentido contrario (cual toril), venía marcado por un muro más alto y con tres torres más. Y otras dos puertas intermedias, de la misma ‘calaña’.

Haber llegado a la parte interior parecía milagro. Y allí, dependencias y almacenes, aljibe de patio, acceso a los dos torreones extremos de segunda línea; con entrada en alto y aljibe interno el ‘del homenaje’ y con robustas escaleras ‘intramurales’ y cuidadas bóvedas hacia la terraza, ambos.

Pese a la ruina y la desolación (y la soledad), en la que colaboró el terremoto de Montesa de 1748, aún pervivían arquitrabes pesados y hasta una ventana en alto, con ‘poyos festejadores’ y coqueto lobulamiento gótico, mirando hacia el paso de caballerías que unía el trasiego arriero desde la costa y la Hoya de Buñol a la fosa de Cofrentes y la posterior Manchuela. Desde donde tuvo que asomarse, al amanecer, Germana de Foix; que se dice pernoctó en tamaño alcázar montano. Detrás, una amplia e inclinada meseta. Con foso y defensas ‘innecesarias’. Con gran aljibe. Y con los restos de un importante poblado íbero; a la sazón, aún con ‘tejos’ pintados sobre su superficie.

Con el tiempo he afirmado que si al Conde Drácula nuestra administración turística le hubiese querido regalar una estancia en tierras valencianas, para emplearlo como reclamo, y le hubiese mostrado el catálogo de nuestras fortificaciones… Drácula, con los ojos cerrados, habría señalado con su índice sobre el mapa el castillo de Chirel.

No en balde resulta difícil quedarse a solas en el lugar, al caer la noche. Tampoco que, en varias ocasiones, se hayan hallado piedras sillares organizadas en círculos en torno a otra grande central y goteando restos de cera.

Recuerdo que levanté un itinerario, con ‘rotring’, y publiqué un artículo en la desaparecida revista valencianista ‘La Murta’. Luego conté más cosas sobre el lugar, en particular las referidas al título nobiliario Baronía del Castillo de Chirel y sobre el premio de la RAE con este nombre y sobre el vino con esta denominación, caro de gourmet.

Recientemente se han precipitado los acontecimientos. La Universidad llegó a iniciar una restauración (cuya documentación publiqué por capítulos), malograda por temas políticos municipales.

Llegaron también las masas, como vaticinó Ortega y Gasset. Con las fotos en redes sociales, los excursionistas con foros en Internet e, incluso,… ¡con drones!. El paisaje del paraje se lo merecía. Y ahora acaban de abrir una pista forestal hasta su misma puerta, con maquinaria. Sin que ni a los vecinos ni a este Cronista les hayan contado ‘quiénes -y para qué- se llevan algo entre manos’.

Fuente: https://www.lasprovincias.es