Tres meses tardaron las nuevas autoridades franquistas en
borrar del callejero eldense todos aquellos nombres que olieran al derrotado
pasado republicano y a los valores vinculados con la Libertad, Igualdad y
Fraternidad.
De acuerdo a las nuevas directrices políticas imperantes, la
comisión gestora municipal, reunida en sesión extraordinaria el miércoles 5 de
julio de 1939, y presidida por Francisco Vera Santos, como alcalde accidental,
acordó sustituir el nombre de un grupo de calles y plazas por otros acordes a
la ideología del bando vencedor en la guerra civil.
La primera celebración en tiempos de paz del 18 de julio,
día de la conmemoración de la sublevación militar, era inminente y las
autoridades municipales no dudaron en hacer una guiño mediático al nuevo
régimen procediendo a la depuración del callejero eldense. No cabía demostrar
duda alguna de la afección y lealtad de Elda al estado franquista.
Será este grupo de 65 calles las que fueron objeto de
estudio por parte de la comisión técnica formada para aplicar en el callejero
eldense los contenidos la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se
reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes
padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura,
conocida popularmente como Ley de Memoria Histórica.
No fueron las primeras ni fueron las últimas de las calles
cambiadas en Elda por la autoridad municipal de turno a lo largo de los últimos
140 años. Aquel pleno del 5 de julio, de hoy hace 81 años, constituye un
episodio más de la larga historia del cambio de nombres de las vías públicas,
que en Elda se inició hacia 1881, como
método de exaltación social de los ideales políticos del régimen o partido
gobernante del momento y que, en nuestra ciudad, siempre, siempre, sin
excepción, ha ido en detrimento de la toponimia tradicional de las calles más
antiguas, de los nombres populares otorgados por los propios vecinos, es decir,
de nuestro pasado, de nuestra cultura, de nuestras señas de identidad. Proceso
histórico que, con otros actores y en otras circunstancias sociopolíticas,
todavía continúa vigente al pairo de los gustos y las modas políticas del
momento.
FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
“Annus horribilis” es una expresión latina,
traducible como “año terrible”. Aunque la frase se utilizó en 1891
para describir a 1870, año en el que la Iglesia católica definió el dogma de la
infalibilidad papal, esta expresión es empleada cuando al finalizar el año las
cosas no han salido como se esperaban. Desde este medio y en esta misma
columna, el pasado 19 de enero -cuando nada hacía presagiar el año que estamos
viviendo- yo ya los advertía y presagiaba, un año horrorosamente malo.
Porque, solamente por aquello de las casualidades, el
calendario 2020 es el mismo calendario que el del año 1936. Aquel año que
también fue bisiesto como lo este de 2020. Para más inri, la Semana Santa de
1936 coincide con la de 2020. Pero si en el año 1936 no hubo procesiones
pasionales -pues el templo fue incendiado el 3 de marzo- este año tampoco por
la Covid-19. En julio de 1936 hubo un golpe de estado al que siguió una
“incívica” Guerra Civil, que duró tres años.
Ahora, entrada del verano de 2020, estamos inmersos en una
crisis económica que no ha hecho mas que empezar y no sabemos cuando será su
fin, mas aun en una población como Torrevieja en la que un gran número de sus
habitantes viven del sector servicios y de la hostelería, aquejada en estos meses
por el confinamiento, el miedo a los nuevos brotes y a la nueva normalidad.
Pero ¿cómo fue el verano de 1936? ¿cómo se recibió aquel
verano que comenzó con una sublevación contra el gobierno establecido? El 17 de
julio llegaban a Torrevieja los niños que, procedentes de una colonia escolar
de Madrid, tenían la intención de instalarse en Torrevieja para disfrutar de un
fresco verano junto a la playa. No pudo ser, se truncó su estancia con el
bélico acontecimiento. Volviendo la cabeza atrás, muy distinto fue el veraneo
en Torrevieja en el año 1935. El escritor Julio Ugarte, autor de ‘Odisea en
cinco tiempos: guerra, prisión, confinamiento, resistencia, exilio’, escribió
el 3 de agosto de 1935, desde Badajoz la siguiente carta añorando aquella
Torrevieja tranquila de los años treinta: “¡Torrevieja! No hay pluma capaz
de cantar tus bellezas. ¡Son tantas! Quien ha tenido la dicha de ser acariciado
por tu sol y por tu brisa y ha rozado a tus hijos siempre nobles y
desinteresadamente buenos, no puede sacudirse la nostalgia que produce al verse
separado de ti. ¡Cuánta luz! ¡Cuánta alegría! ¡Que derroche de mujeres guapas!
Parece como si las blancas pirámides de sal que surgen de tu suelo sazonasen el
carácter de tus lindas hijas. ¡Qué saladas son!
Eres hospitalaria hasta la exageración. Tus visitantes
veraniegos experimentan la satisfacción de tu cariñoso trato; tus aguas
acogedoras rizadas al soplo de la apacible brisa, golpean los cuerpo flotantes
de las bellas ondinas que te eligieron por playa favorita. Tu Casino de acabada
arquitectura y porte señorial destácase como blanca y gigantesca ave marina
abriendo sus amplias alas en actitud acogedora. En él y con marcado sello de
refinada democracia alternan todo en amigable, aun más, fraterna camaradería.
¡Cuán bello espectáculo! ¡Cuánto diera por verme acogido en su regazo!
A muchas leguas de ti, rincón encantador, no pasa un solo
día, que no te recuerde con toda la exaltación de mi alma. ¡Cuánto de echo de
menos Torrevieja querida Un azar de mi carrera, me privó de verme en ti, cuando
tenía la casi seguridad de conseguirte! ¡Paciencia y paciencia!
Al volar de mi torpe pluma acuden a mi mente, tus para mi
tan sagrados recuerdos; tus limpias y alegres casas; tus amplias y alineadas
calles; tus bellos paseos; tus envidiadas salinas, tu mar, tu playa, tu cielo,
tus hijos, pescadores; legítimos lobos de mar, de rancio y acrisolado abolengo;
tus nobles obreros curtidos por la sal que manipulan todo, absolutamente todo lo tuyo, lleva y
tiene para mí, el sello de la grandeza y simpatía y si nada hay comparable en
el campo de las manifestaciones del corazón, como el amor filial, puedes creer
en que te tengo y como madre cariñosa, apropiarte aunque nada valgo, de mi y
considerarme al menos, como uno de tus hijos adoptivos por derecho
propio”.
Y ya metidos en julio de 2020, queda por conocer si la
alegría por la reapertura de los bares y restaurantes, tras más de dos meses de
cierre por el Covid, ha dado paso al temor ante que el público no salga de sus
casas y no acuda establecimientos de restauración y bares. El sector de la
hostelería se pregunta en este momento si lo peor está aún por llegar. ¿Quién
recuerda el bullicio y la animación en bares y terrazas? Paro laboral, hambre,
enfermedad.Lo dicho, 2020 además de bisiesto, “Annus horribilis”.
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