LOS GRANDES MISTERIOS DE LA VIDA PRIVADA.15. LOS RAYOS X DE ROENTGEN

FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA

En la noche del 6 de diciembre de 1897, lo más encumbrado de la Medicina valenciana se dio cita en la plaza de las Barcas: en un local situado junto a su farmacia, el doctor Quesada y el doctor Pastor iban a protagonizar una sesión científica práctica en torno a los Rayos X, el gran invento del doctor Roentgen, del que tanto se hablaba.

Allí estaba el patriarca de los Peset, junto con Navarro Gil, Sleker, Candela, Carlos Pastor, Ferrando, Orts, Planellas, Arau, Laftaya Masía, Andreu y Fabía y bastantes más; eran la flor y nata del hospital y de las clínicas privadas valencianas, expertos en traumatismos, cirugía, enfermedades del pecho y también ginecología. Y todos quedaron entusiasmados, junto con los representantes de la prensa, por los frutos de una sesión en la que Quesada, y el doctor Rafael Pastor presentaron en Valencia el conjunto de aparatos más potentes que existía: “una bobina Runkorf, que da 45 centímetros de chispa, (unida) a un tubo bianódico Muret y a un interruptor especial, del que se ha obtenido patente recientemente, y que es la última combinación del distinguido profesor físico francés, por lo cual, los rayos catódicos atraviesas la cavidad del pecho”.

Era el mismo equipo que usaba en París el doctor Bouchardat, la primera eminencia francesa en materia de Rayos X. Y estaba complementada por aparatos de medica condensación y resistencia “dispuestos admirablemente en una ancha cámara oscura, indispensable para la mejor apreciación de los experimentos”.

Los expertos  locales, a cada cual más interesado dejaron gabanes, sombreros y bastones y se arremangaron. Pastor explicó todo cuanto sabía de los misteriosos Rayos X y destacó “la importancia que tienen en la investigación clínica, afirmando con argumentos irrefutables, que dan una seguridad grandísima en el diagnóstico de muchas enfermedades y accidentes traumáticos, que no se pueden obtener por ninguno de los otros medios conocidos”.

Todos los congregados lo sabían: Roentgen, en su laboratorio de Würzburg, había dado con unos rayos que eran capaces de atravesar la carne y los tejidos blandos. La noticia empezó a inundar el mundo médico, y las columnas de los periódicos, a finales de 1895. Y fue uno de los inventos del Siglo de los Inventos que más deprisa se expandió: En febrero de 1896, el doctor Pablo Colvée, alumno del doctor Monserrat, hizo la primera demostración del principio de Roentgen en el Instituto de Segunda Enseñanza de Valencia. Poco después, el padre Civera, profesor de Física de las Escuelas Pías, hizo otras demostraciones interesantes de las que se ocupó la prensa valenciana. Pero en muy pocos meses, Valencia pasó de las conferencias teóricas que impartió Colvée en la primavera de 1896 a disponer de equipos aplicables en la práctica sobre enfermos reales.

La primera radiografía que conoció la Medicina moderna fue la de la mano de la esposa de Roentgen. Se veían todos los huesos de sus dedos e incluso el grueso anillo que llevaba en el anular. Pero había tenido que aguantar más de quince minutos de exposición a los rayos para dejar una huella fotográfica visible. La máquina traída a Valencia desde París, según explicó Pastor, reducía a solo un tercio de minuto la exposición y servía para explorar todo el tórax y separar con claridad la visión de los huesos de la de las vísceras. Según la prensa escribió, el doctor “enseñaba fotografías obtenidas por él, de manos y pecho, en las que había verdadero lujo de detalles, puesto que se apreciaban con claridad las articulaciones y sinuosidades de los huesos, y hasta el espesor de los músculos que los revestían”.

Pasaron por pantalla, en aquella noche memorable, “los huesos y músculos de las manos del doctor Pastor, y luego un brazo, una pierna y la cabeza de uno de los dependientes de la farmacia”. Cuando ya todos estaban admirados y convencidos de aquella maravilla, Pastor invitó a otro empleado, al no le dejó desvestirse. Tal y como estaba, con su chaqueta y chaleco, lo metió en la cámara oscura. Y todos observaron, tras la corbata y los botones de la camisa, su pecho “cuyas costillas se veían mover, como se veía mover también el pericardio, y como se veía asimismo claramente subir y bajar el diafragma”.

Las felicitaciones desbordaron cualquier previsión. Quesada y Pastor tenían en su laboratorio un gran esperanza para la medicina del futuro. El periódico deseó que “este adelanto de la ciencia de a sus patrocinadores el mismo satisfactorio resultado que a la humanidad doliente”. Y así fue: los médicos no tardaron en enviar enfermos al laboratorio de Quesada y Pastor, que muy poco después introdujeron en Murcia el invento de Roentgen. Ver lo que ocurría tras la piel facilitaba la cirugía y el éxito ; en los tumores, en las heridas por asta de toro, en las inflamaciones de los órganos internos, en las piedras del riñón y en esa tuberculosis contra la que luchaban todos, ahora había una facilidad de diagnóstico muy precisa.

Menos de un mes después, en enero de 1898, los médicos forenses de Madrid tuvieron un aparato de Rayos X al servicio de la investigación policial. Antes de extraerla, esa bala fotografiada tenía mucho que decir… Apenas habían pasado dos años y un mes del hallazgo de Roentgen.

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