DE CASINOS A CORTES DE PALLÁS

JOSÉ SALVADOR MURGUI. CRONISTA OFICIAL DE CASINOS.

ndiscutiblemente el año 2020 pasara a la historia como el año 2020: único, espero que irrepetible, dando al mundo, a los habitantes de la tierra nuevas sensaciones que penetran en las personas con ideas nuevas e ilustrantes pensamientos. Conocía Cortes de Pallás desde pequeño, aprendí geografía sabiendo de la existencia de muchos pueblos, aunque no los haya pisado en realidad, los mapas de geografía tienen la particularidad de ubicarlos en el lugar que ocupan. Siempre hay un puntito donde se deja caer el nombre propio.

Por otra parte y por motivos laborales he podido contemplar durante muchas horas la pintura al óleo que forma parte de “La expulsión de los Moriscos”, que en 1613 plasmó sobre el lienzo Vicent Mestre en el que narra la “Expulsión de los Moriscos en la Muela de Cortes”; fue un 22 de septiembre de 1609 cuando el Rey Felipe III decretó la expulsión de los Moriscos del Reino de Valencia. Hablar de esta expulsión es motivo de otros artículos, que con buen criterio, y excelente documentación, historiadores y eruditos han dejado escritas en sus obras.

Esta referencia la cito situando el momento de conocer Cortes de Pallás, conocer la Muela de Cortes, poder pisar y andar por aquellas tierras que discurren entre el Júcar. Para hacer posible esta aventura, me acompañó Miguel Aparici, Cronista de Cortes de Pallás, compañero de invertir muchas horas en Archivos, Hemeroteca y apuntes de cultura; amigo, si AMIGO, y además exquisito amante, conocedor de todos esos rincones dignos de ser contemplados, estudiados, examinados y vividos. ¡Gracias Miguel por tu incalculable aportación cultural a la historia!

Mucho se nos ha hablado estos últimos años del cambio climático, mucho se nos ha concienciado, muchos protagonistas ha tenido el mundo para hacernos reflexionar con los problemas de la contaminación, degradación y hasta destrucción del medio ambiente… y es verdad, muchas veces perdemos la noción de cómo está el planeta, de cómo vivimos; también perdemos de vista nuestro entorno más próximo y el trato que recibe de los humanos. Por tanto está crónica, puede tener el origen en Casinos, en Valencia, o en cualquier punto de la geografía, la meta es llegar a Cortes de Pallás.

Una vez estas en Buñol, la serpenteada carretera por la que se hace necesario no apretar el acelerador, te va llevando por sorprendes caminos rodeado de frondosos pinos, además de las plantas que lucen las más variadas tonalidades verdosas, te acompañan por esa ruta en la que cruzas diferentes pueblos hasta llegar al cruce donde puedes ir a Dos Aguas, o seguir hasta Cortes de Pallás. El camino es un balón de oxígeno, las curvas hay que tomarlas con cuidado, sin prisa, pero no se hace largo, porque es un capricho ver la multitud es especies vegetales que abundan en las laderas ya que contemplas madroñales, murta, hiedras, palmitos o zarzamoras, entre otras. Poco a poco te metes en el corazón de la tierra y llegas al destino.

Cortes de Pallás, situado entre montañas, las piedras, las rocas los peñascos nos hablan de que esa tierra ocupa el centro del Sistema Ibérico en su parte Sur o final. Si nos remontamos a más de dos mil quinientos años, la historia nos dice que los Íberos, eligieron aquellas peñas rocosas, y asentaron las primeras aldeas: el Aligustre (El Oro), La Muralla y Pileta (Cortes), Chirel y Sierra Martés y otros puntos en la aldea Castilblanques; los castillos defensivos de Pileta y Ruaya, o, la impresionante vista del castillo de Chirel, por citar algunos puntos estratégicos. Cortes de Pallás es un cúmulo de sorpresas.

La vista del Pantano, del Cañón del Júcar, de las limpias aguas que atraen y seducen, de las alturas de los montes, de los miradores, de la vista de la Muela que todo lo observa, de ese magnífico espacio de paz, de luz, de naturaleza, de vida… no es difícil ver las cabras montesas que no huyen al ver al visitante y no es complicado oír el canto de las aves, o la sinfonía del viento que envuelve el paseo en las horas de calor.

Es ya medio día, iniciamos el camino por la senda del Corbinet, atrás quedó el campo santo, algún puente con las balsas y cascadas de aguas frescas y limpias; nos adentramos por un estrecho camino que junto a la pared de piedra descubres el recorrido del agua por una antiquísima acequia que aquellos árabes construyeron hace mucho años. La acequia estará restaurada, pero el agua cruza fresca y veloz, alegrando con su ritmo el angosto sendero.

Una fresca cascada te recibe y te sorprende, una pequeña balsa recoge el agua que salta risueña con un carácter y personalidad propia. Es un lugar eternamente hermoso, hay cuevas pequeñas, excavadas en la roca; la mano del hombre ha puesto bancos y mesas para poder gozar del entorno, pero lo indescriptible es la belleza del lugar. El agua es la alfombra de la tierra, los colores verdes se funden en una excelente policromía y el rumor del agua es la deliciosa música ambiental que te hace descubrir que el tiempo pasa, que no se detiene y que avisa suavemente anunciando que es la hora de comer.

Proseguimos el camino, cruzamos “El Oro” y en la fuente de San Roque, iniciamos nueva ruta en dirección a Venta Gaeta. Eran más de las dieciséis horas, las cuatro de la tarde, y una pequeña puerta nos invita a pasar. No puedo acabar esta crónica, sin nombrar a Fina. Fina es la propietaria de una exquisita carnicería, que a su vez es el comedor de la Venta de Gaeta… quizás en alguna ocasión fuera la Venta de Cayetano, acabando bautizada con el nombre actual.

No se concibe una visita a Cortes de Pallás sin hacer esa obligada parada. La cocina de la Venta, es digna de ser degustada, sin prisa, saboreando los productos típicos, dejándose envolver por la textura de su elaboración, todo es casero: huevos fritos de aves de corral, chuletas a la brasa de los corderos del ganado, olla, y un sinfín de pequeños platos que te dan a entender el buen hacer de la cocina valenciana con excelentes tintes provincianos. El postre tan variado como delicado. Estos tiempos difíciles, es el mejor tiempo para descubrir lo nuestro, es el mejor momento para saber cómo tenemos que jugar en casa, y por encima de todo poner en valor lo que hace rica nuestra cultura y nuestra fecunda gastronomía.

No es un mensaje publicitario, no es vender agua en un cesto, es hacer honor a la verdad: una plaza vacía, un pastor sentando en un banco ilustrándonos con su sabiduría, elogiando su labor bucólica e informándonos de la gran riqueza de los montes, de la naturaleza; unos azulejos que nos hablan de una escuela que ya no existe, era del año 1958; una calle Mayor y una plaza dedicada a la Sierra Martes, una carnicería que nos acoge con los brazos abiertos para saciar ese apetito que la naturaleza ha ido acumulando mientras hemos descubierto la reserva de caza de la Muela de Cortes, o hemos contemplado el amplio y sosegado reposar del rio Júcar entre aquellos frondosos montes.

Oímos de nuevo el rumor del agua, una fuente con azulejos dedicados a San Vicente Mártir nos conduce a un pequeño lavadero, donde el agua nuevamente juega a despedirnos, entre las sombras de los altos árboles que cobijan la plaza, observan a cada día, a cada hora la venta y nos despiden deseándonos un buen viaje. Allí de pie quedan mis amigos Miguel y Rosalía, la larga pandemia hizo que estuviéramos separados, pero Cortes de Pallás nos unió, la riqueza de la madre naturaleza nos abrazó; la histórica Fina y su familia, nos alimentó.

Si queremos dar vida a lo nuestro empecemos a respetar, visitar y convivir con lo más próximo y cercano que tenemos, es una buena ocasión para descubrir que Valencia y su provincia existen, la mejor forma de presentarlas al mundo es conocerlas y saber que nos pueden recibir con abrazo histórico y cultural.

Fuente: https://www.elperiodicodeaqui.com