FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
Aunque escribirlo no me procure amigos, confieso que he vivido sin dolor la suspensión de la noche de San Juan. Es más, he llegado a pensar que la epidemia nos ha regalado la posibilidad de repetir cada año el mismo despliegue policial en aras de liberar a la playa de un espectáculo que iba de mal en peor: desde que a la corporación de Rita Barberá se le ocurrió la peregrina idea de regalar leña al público para evitar que quedaran en la arena los clavos de los palets que las hordas quemaban.
San Juan ya. San Juan, aunque sin Fogueres. Alicante se resigna, el mundo entero es una resignada cadena de cancelaciones y aceptaciones: me quedo sin desfile de la comparsa pero me conformo con verte. Te comería a besos, decíamos antiguamente, cuando incluso estaba permitido hablar con libertad. Te abrazaría, compadre, te daría palmadas en la espalda; pero está prohibido por real decreto ley, algo que no se había visto desde Esquilache. En las discotecas, los empresarios protestan porque el baile ha sido erradicado. Las verbenas de urbanización, aquellos bailongos de San Juan tan estimados por los demógrafos, se caen del calendario con estrépito: el IVAM no es que no molesta a los vecinos este verano, es que en plena primavera despachó a su director, que deja el cargo con el jardín de atrás en fase de recuperación.
Prohibiciones, controles y aquelarres de incumplimiento. Los médicos advierten de los rebrotes y la policía sanitaria cercena el patriótico pasodoble «agarrao» bajo farolillos de papel. No sé cómo decirte que te quiero con este trapo en mitad de la boca. A la gente se le pide una resignación que no siempre tiene, una templanza para la que no ha sido educado. Y hay choques entre impulsos y ordenanzas: ¿cómo vas a regular, reloj en mano, el baño de unas criaturas que han pasado tres meses nadando en el sofá?
Los presidentes autoritarios están siendo censurados por masas sedientas de libertad. Las colmenas de verano van a estallar en asambleas convocadas a toda prisa. Firma aquí: el presidente está echando una ración extra de cloro y mi Vanessa tiene los ojos como tomates. Las fiestas sagradas, los ritos sociales, caen víctimas del virus. Ahora, para admiración de todos, la Fiesta del Orgullo Gay también queda cancelada. Para compensar tanta desgracia, ha llegado el ingenio valenciano en forma de campaña publicitaria: «Molt més que clòtxina i xufa», ha escrito un nuevo padre Mulet, un genio «candidat al Premi de les Lletres». Como cada verano, es hora de sacar a pasear al «Mytilus galloprovincialis» y al «Ciperus esculentus». Son «palabras simpáticas y amables», dice el concejal de turno. Claro que sí: y «moniato» también.
Fuente: https://www.lasprovincias.es