ALFONSO ROVIRA MARÍN
(CRONISTA OFICIAL GRÁFICO D’ALZIRA), decano de los informadores de la
Ribera, ha hecho entrega al Archivo Municipal de Alzira de cuatro volúmenes
encuadernados con las 1.147 crónicas de las cuales es autor publicadas en la
edición comarcal de Levante-EMV durante 28 años, desde el 12 de enero de 1992
hasta el pasado 13 de marzo bajo el título primero de “Y parece que fue
ayer” y, posteriormente, “De ayer a hoy” . La mayor parte de
esos retazos de nuestra historia pasada y reciente, concretamente 750, han sido
editadas en 7 volúmenes titulados Crónicas de un pueblo, por la comisión
fallera del Camí Nou de Alzira.
El veterano periodista, casi nonagenario, ha querido dejar
constancia de su agradecimiento al Archivo Municipal, garante de la historia de
Alzira, donde ha documentado muchos de esos artículos, obsequiando al principal
centro de investigación de nuestra comarca con esos volúmenes que, a partir, de
ahora se encuentran a disposición de cuantos los quieran consultar.
Mª CARMEN RICO NAVARRO, CRONISTA OFICIAL DE PETRER
Esta calle está situada en pleno casco histórico y es, sin
duda, una de las calles más típicas de Petrer, escalonada y moruna. Arranca de
la calle Mayor y desemboca en la calle Castillo, salvando un considerable
desnivel y en ella se ubicó el horno más antiguo de Petrer.
El proceso de repoblación de Petrer, tras la expulsión de
los moriscos en 1609, vino marcado por la promulgación de la Carta de población
dada el 19 de agosto de 1611 por el conde de Elda, señor territorial de las
villas de Elda, Petrer y lugar de Salinas, en cuyos capítulos se establecía el
dominio de los Coloma sobre la tierra, junto con una serie de privilegios y
regalías, tales como el derecho de los molinos, almazaras, tiendas, tabernas,
carnicerías y hornos.
Ya desde época morisca existían los hornos llamados “de
arriba” y “de abajo”, que pasaron a pertenecer al conde. El “de arriba” también
era conocido como “horno mayor”, de ahí el nombre de la vía en el que se
hallaba situado, confluencia con la calle Mayor.
Este horno, propiedad de los condes hasta la abolición de
los señoríos en el siglo XIX, pasó después a manos particulares tras ser
subastados los bienes del conde. Este horno lo regentaron varias personas, en
este sentido en los años veinte del pasado siglo Josefa Amat Pérez, hija de
Enrique Amat Maestre que fue administrador del conde, lo arrendó sobre 1902 a
Tomás Mánez Arques “Tomás el ferrer” , en los años veinte lo regentaron Gabriel
González y a su esposa Dolores Beneit, pasando finalmente, años cuarenta, a
Pedro Amat Beltrán junto a su mujer Herminia Pérez Bernabéu, hasta que se
trasladaron a un nuevo horno construido en la calle País Valencià. El horno
estaba situado en lo que posteriormente fue la célebre escuela infantil de
Victoria Esther Aracil y Ana María Ortuño. El horno “de abajo”, también propiedad
del conde, estaba en lo que hoy es el n.º 18 de la calle Pedro Requena, y fue
derruido para construir la vivienda de Antoñita la Confitera.
La calle Horno Mayor figura en un expediente del año 1871
referente a la cancelación de una hipoteca ante el registro de la propiedad de
Monóvar que pesaba sobre todos los bienes de los duques de Fernán-Núñez en
Petrer, Elda y Salinas. Entre ellos, se hallaba un horno de pan en esta calle,
marcado con el nº 1, lindante por derecha saliendo con Horno Mayor, izquierda
Mateo Reig y espaldas con plazuela de la Muda. Esta última estaba ubicada en la
entrada de lo que fue la escuela infantil, en el callejón que no tiene salida,
que forma parte en la actualidad de la calle Mayor. Referente a esta plazuela,
en el año 1876 se instruyó un expediente en el que los vecinos solicitaron el
derribo de la pared de la casa que lindaba con ésta. Los propietarios de la
mencionada vivienda fueron obligados a derribar el muro que cercaba el corral
de dicha casa ya que el terreno de la pequeña plaza pertenecía a la comunidad.
La plaza recibió con este derribo un ensanche de ocho palmos por la parte oeste
con cuarenta y un palmos de longitud de norte a sur con cuya operación quedó la
plazuela poco más o menos en el ser y estado en que se encontraba antiguamente,
quedando con ello conciliados los intereses de los recurrentes puesto que sólo
tenía tránsito para los tres vecinos habitantes de la misma y tenía el
suficiente desahogo para la servidumbre de los mismos.
En los años veinte del pasado siglo vivieron en este lugar
tan genuino de Petrer: Pere Amat, Pedro el Carreter, Carmen y María les
Cristetes, Mercedes la del Tamboret, Antonia M.ª Pascual, Saturnina Verdú,
Hernán Verdú y su esposa Cecilia, Loreto, Mª Pepa la Leala y su marido Tonet.
Esta calle con el tiempo se ha convertido en una calle
solidaria pues en la misma se ubica la casa de acogida de Caritas que fue
bendecida el 12 de abril de 2013 por D. Jesús Murgui, obispo de la Diócesis de
Orihuela-Alicante, y que se destina a familias que la puedan necesitar de forma
temporal.
La calle Horno Mayor evoca nuestras raíces y nos invita a
pasear y disfrutar de esas calles de nuestro casco histórico del que los
petrerenses nos sentimos orgullosos y por ello tenemos que
conservarlas como merecen.
Nadie que esté
leyendo esta crónica conoció al doctor Salgado. Quizás alguno de los más
mayores oyó a su vez a sus mayores oír hablar de él. Sin embargo, Marciano
Andrés Salgado y Sánchez-Barbudo, que así se llamaba, fue uno de esos
personajes en la historia de todo pueblo que marcó a una generación, tanto por
su dedicación vocacional a su profesión, su humanidad y altruismo con sus
pacientes, como por su compromiso político para con sus conciudadanos.
Gracias al excelente y meritorio trabajo de Miguel A. Guill
Ortega compartimos unas pinceladas de la biografía de este eldense de adopción,
quién tiene meritos más que suficientes para que su nombre fuera recogido en el
nomenclátor del callejero urbano. Pero permítame el lector no entrar en estas
disquisiciones pues “son malos tiempos para la Lírica” por el simple hecho de
ser hombre.
Médico cirujano, nacido en Navahermosa (Toledo) en 1875,
estudió medicina en Madrid, finalizando sus estudios académicos en 1901.
Brillante estudiante completó su formación con estancias en el extranjero y
participación en diversos congresos internacionales. Desde muy pronto manifestó
su compromiso político ingresando en el PSOE con anterioridad a 1898,
manteniendo frecuente correspondencia con Pablo Iglesias, Juan Almela Meliá y
Julián Besteiro. Inicio el ejercicio de su profesión en su pueblo natal en 1903,
pasando por diversos destinos hasta recalar en tierras alicantinas donde
sobresalió en su lucha para combatir el virus de la gripe española de 1918 en
Elche, Villena, Orihuela y Torrevieja, llegando a realizar más de 20.000
vacunaciones en nuestra provincia.
Desde la localidad de La Unión pasó a Orihuela en 1925 y
desde la ciudad episcopal llegó en 1926 a Elda, donde impulsó la creación de la
Mutualidad médico-quirúrgica, de la que fue presidente, para dar cobertura
sanitaria a la clase trabajadora. Tuvo consulta propia y colaboró con la Cruz
Roja, facilitando asistencia médica de manera altruista a los más necesitados.
En 1928 fue designado delegado de la Agrupación Socialista de Elda, asistiendo
al XII Congreso Federal del PSOE; siendo elegido el 12 de abril de 1931
concejal del ayuntamiento por la conjunción republicano-radical-socialista, con
un total de 768 votos, siendo el noveno concejal más votado. En el primer
gobierno municipal republicano presidido por Emérito Maestre ostentó la
delegación de Cultura, Seguridad Ciudadana y Beneficencia.
A los pocos días de tomar posesión, el doctor Salgado
escribió una de las páginas más desconocidas de la historia de Elda que vino
marcada por su valentía, templanza, firmeza y convicción. A la vista de los
lamentables y detestables acontecimientos acaecidos el día 10 de mayo con el
maltrato y vejación pública al concejal Francisco Alonso Rico y a don Luis Abad
Navarro, cura párroco de Santa Ana, y en total desacuerdo con los mismos, el
día siguiente, 11 de mayo de 1931, cuando la multitud enardecida por el celo
anticlerical asaltó el templo parroquial eldense, y se disponía a prenderle
fuego, el doctor Salgado, subido al púlpito arengó a los asaltantes
conminándoles a desistir de sus intenciones. Con la autoridad que le confería
el cargo municipal y el respeto con el que contaba como médico de la gente más
humilde, conminó enérgicamente al gentío, gritándoles que aquello no era propio
de hombres, que con esa actitud y esos hechos estaban deshonrando a la
República y que lo que estaban haciendo era indigno y merecedor de desprecio.
Tal fue la intensidad y convicción de sus palabras que consiguió que
abandonaran el templo parroquial, sin llegar a consumar su total destrucción.
Con posterioridad, y a juzgar por el contenido del acta del
pleno municipal del 9 de junio de 1931: “…el señor Salgado hace constar su
protesta por los hechos reprobables ocurridos recientemente en la población y
el atropello a ciudadanos indefensos como don Francisco Alonso y Cura Párroco,
en cuyos sucesos los socialistas ni los afiliados a la Unión General de
Trabajadores han tomado parte ni tenido intervención…”.
Hoy, se cumplen 82 años del fallecimiento del Dr. Salgado.
Un viernes 10 de junio de 1938, en plena guerra civil y a los 63 años, fallecía
en Elda, donde sus restos reposan junto a muchos de los que fueron sus
pacientes.
Marciano Andrés Salgado es una de esas personas de nuestra
historia que el paso del tiempo ha borrado del recuerdo colectivo, pero cuya
memoria no debemos perder.
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