Arxiu diari: 6 de juny de 2020

PANDEMIAS DEL AYER

FRANCISCO SALA ANIORTE/ CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

En estos días aciagos que nos han tocado vivir son muchos los comentarios que, a través de las redes sociales, se han vertido sobre esta nueva pandemia del COVID-19. Tan acostumbrados estábamos a que la soberbia Europa quedara libre de toda enfermedad infecciosa que habíamos olvidado, que éstas no estaban erradicadas del globo terráqueo.

Así, cuando en los telediarios se nos mostraban las poblaciones de África, Asia y América diezmadas por la malaria, el cólera, etc., para nuestros adentros pensábamos que eso jamás nos podría afectar. ¡Y miren por donde nos ha tocado y de lleno!

Echando mano al pasado veremos reflejados en numerosos documentos que el Continente Europeo sufrió pandemias de incalculable virulencia. Tal es el caso de la célebre Peste Negra de la Edad Media o la no menos conocida y temida Gripe Española, en este caso en las primeras décadas del siglo XX.

Ahora, confinados en nuestras casas, nos ha sobrado tiempo para casi todo. De ahí que, buscando entre libros y entre sus páginas encontramos alusiones a las llamadas pestes pandémicas, tales como: el tifus, la viruela, la fiebre amarilla, la tuberculosos y así hasta contar con una docena de enfermedades. En otras épocas se mantenía que en una sociedad tradicional como la torrevejense en la que la mayor parte de la población vivía de lo que producía, la pesca, la sal, poca agricultura y alguna ganadería, una sequía o un exceso de lluvia podía poner en peligro a todos sus individuos, empezando claro está por los más débiles, ancianos, niños y aquellos otros que ya acarreaban una deficiente salud.

Antes, las sucesivas arribadas de europeos a cargar sal a Torrevieja podían debilitar en sobremanera a la población autóctona, toda vez que en contacto con los foráneos se contagiaban de no pocas enfermedades. Surgió una nueva sociedad torrevejense a partir de la afluencia gentes diversas de muchas partes del mundo y nosotros, los autóctonos, que también viajamos mucho, produciendo que, tanto la mescolanza de gentes de distintas procedencias como el comercio con otros puntos de la geografía, facilitaran el traspaso de cuantas pandemias pudieran existir.

Haciendo un estudio pormenorizado de nuestra salud en el pasado se observa la existencia de cientos de datos contenidos en los llamados Libros Sacramentales, entre ellos los de Defunciones, que reseñan con toda suerte de detalles los óbitos ocurridos en algunos momentos determinados, con detalles de la causa por la que se producían.

En el siglo XIX se inauguró con un largo periodo de sequías y por tanto de malas cosechas agrícolas y, lo que era aún más grave, copiosas lluvias primaverales y estivales que hacían perder la cosecha de sal, mermando el sostenimiento de la población y ocasionando severas hambrunas, además de la guerra contra los franceses. En esos momentos se abrían varios escenarios, uno era la pesca y el lanzarse a los campos a buscar los más diversos alimentos y algunas hierbas que guisadas servían para mantener los vientres calientes, era toda una proeza, Pero al poco tiempo surgía la enfermedad. Los cuerpos debilitados ante el continuo ejercicio y la poca o nula alimentación llegaban a un punto en que sus defensas naturales se veían mermadas en demasía y por lo tanto no se podía resistir el embate de los virus o bacterias. La falta de higiene, casi generalizada, la ausencia de centros sanitarios y una precaria asistencia médica y farmacéutica no hacían sino elevar el riesgo de las enfermedades.

Las antiguas creencias religiosas hacían que los Rosarios, Novenas, Triduos, Procesiones, Misas y cualquier manifestación de fe sirviera en lo posible para aliviar el progreso de la enfermedad, convirtiéndose en sus casi únicos aliados.

Torrevieja sufrió a principios del siglo XIX, en 1811, una gran pandemia, que se le llamó de fiebre amarilla, por el color que dicen que adquirían en su piel aquellos que la padecían, causando 180 defunciones -la mortalidad fue de un 128 por 1.000- afectando sobre todo a adultos. Se libró de otras, como las de cólera morbo de los años 1834, 1851 y otras varias en la década de los ochenta que cuso una alta mortalidad en la Vega Baja y en el resto de España, que sucumbió en esos meses tristes de angustiosos veranos.

En la hoy conocida calle Rambla de Juan Mateo, en los primeros números pares, estuvo el lugar del antiguo cementerio que tuvo que ser clausurado ante gran número de víctimas de la fiebre amarilla que causó la epidemia de 1811; teniendo que ser abandonados los cuerpos, sin posibilidad de traslado a una nueva sepultura, cubiertos por una capa de cal para evitar contagios.

Ya en el siglo XX, recordamos como si fuese ahora cómo nuestros mayores nos hablaban con miedo, casi pánico, de la tuberculosos, que se hizo endémica en nuestra área geográfica. La Guerra Civil (1936-39) trajo consigo grandes dificultades de abastecimiento que propiciaron el auge de enfermedades carenciales o ‘enfermedades del hambre’, que no sólo constituían un problema por sí mismas, sino también por su acción debilitante sobre el organismo, favoreciendo el contagio de la tuberculosis No consiguió situarse por debajo de 100 muertes por 100.000 habitantes hasta 1951. Sus causas sociales (malas condiciones de vida en general, y particularmente en todo lo relativo a vivienda, trabajo y alimentación) hacen que todavía, a día de hoy, no se halla erradicado, siendo una enfermedad endémica en España.

Seguro Obligatorio de Enfermedad fue implantado el 1 de septiembre de 1944 y fue dirigido a proteger a los trabajadores económicamente débiles, cuyas rentas de trabajo no excedieran de unos límites fijados. El SOE formaba parte de la Obra Social 18 de Julio, que posteriormente fue absorbida por la Seguridad Social quedando a cargo del Instituto Nacional de Previsión, como entidad aseguradora única, y entre sus prestaciones estaba la asistencia sanitaria en caso de enfermedad y maternidad, e indemnización económica por la pérdida de retribución derivada de las situaciones anteriores. En ese mismo año llegó a España la penicilina. Una niña aquejada de una grave infección se convirtió en la primera persona de nuestro país a la que le es suministrada una dosis. El fármaco llegó a Madrid el 10 de marzo de 1944, por vía aérea enviado por el gobierno de Brasil. Este nuevo medicamento descubierto por Alexander Fleming en 1929, supuso un éxito en la lucha contra las enfermedades infeccionas, aunque por su precio, y dada la situación paupérrima de aquella época, únicamente estaba al alcance de las familias más adineradas.

En aquellos años 40 del pasado siglo frecuentísimo era la muerte por tuberculosos y algunos de los más mayores recordaran la quema de colchones, sábanas, mantas y ropas, enseres de fulanito de tal, que murió de tuberculosis, siendo frecuente, ante la falta de tratamientos antibióticos, el fallecimiento de muchos jóvenes por esta enfermedad.

Recuerdo, cuando de la Academia del Sagrado Corazón nos llevaban al botiquín de las salinas a hacernos reconocimientos médicos; también en los primeros años del Instituto de Torrevieja años 1971-72, se nos hizo una prueba para saber nuestro estado con respecto a dicha enfermedad y una radiografía del tórax para descartar brotes tuberculosos.

A la mitad de la década de los cincuenta del pasado siglo XX, asoló el mundo otra pandemia, la llamada Parálisis Infantil, cuyo nombre científico era Poliomielitis, muchos niños de familias conocidas quedaron infectados de tal enfermedad. La morbilidad y la mortalidad fueron bajas, con una tendencia ascendente y la presentación de ciclos cada 2 a 3 años, de rápida difusión y afectando a amplios territorios. Las tasas de incidencia más elevadas fueron en el año 1958. Siendo el grupo más afectado el de los menores de 4 años. La enfermedad se manifiesta de forma asintomática en la mayoría de los casos, pero cuando los síntomas aparecen puede producir discapacidades severas permanentes e incluso resultar mortífera. Bendita vacuna de la polio que, a partir de 1963, a través del Seguro Obligatorio de Enfermedad, empezó a ser administrada en la clínica del Santo Hospital de Caridad inserta en un terrón de azúcar. Fue una campaña de vacunación en masa de la que tuvieron derecho todos los niños hasta los siete años de edad. Actualmente sólo se siguen dando brotes en Afganistán, Nigeria y Pakistán.

Hoy rememorando todas estas cosas, pienso en los sufrimientos del pasado, que ciertamente fueron peores que los del presente. No comprendo cómo hay gentes que se quejan de la obligatoriedad del confinamiento domiciliario. Ya quisieran aquellas otras generaciones poder tener las condiciones alimenticias e higiénico-sanitarias que hoy disfrutamos.

Fuente: https://www.diarioinformacion.com

LAS HABAS TIERNAS Y CASTELAR

VICENTE VÁZQUEZ – CRONISTA OFICIAL DE SAX

​Un cultivo muy tradicional en la huerta sajeña son las habas, cuyo ciclo vegetativo coincide con la primavera. Y en relación con las habas tiernas, que no pueden faltar en la mesa los días de Pascua, Bernardo Herrero nos relata algunas anécdotas de Emilio Castelar:

​“En las temporadas que pasaba en Sax Castelar parecía que se convertía el pueblecillo en residencia de príncipes, acudiendo a él para saludarle los numerosos amigos que contaba en toda la región levantina, y aun muchas veces solían ser las primeras en acudir las autoridades de Alicante. En la tarde de aquel Domingo de Pascua llegó casualmente a Sax desde Valencia su ex alcalde, el probo republicano don Francisco de Paula Gras, quien, al no encontrar en el pueblo a Castelar, se hizo conducir a la casa de campo donde nos encontrábamos.

​Como era natural, sentóse con nosotros a la mesa el señor Gras, y mientras alababa la exquisitez de este o el otro de los manjares, y admiraba el tamaño y lo artístico de las monas, fijándose en las serpientes y pajarillos hechos con la propia masa, con granos de pimienta por ojos, que triscaban y correteaban entre los huevos, veían con cuánto deleite saboreaba don Emilio las habas tiernas de un canastillo que había sobre el mantel. Pronto se percató éste de la curiosidad con que le miraba el ex alcalde de Valencia, y a propósito de ello nos contó el siguiente sucedido:

​En uno de sus viajes a Italia paseaba un día con Mazzini por la campiña romana, con el propósito de ir a visitar la tumba de Virgilio, y ocurrióles descansar un momento en una alquería que encontraron junto al camino. Había frente a ella un hermoso bancal de habas, e hizo Castelar que se las trajeran y, pidiendo pan y sal, se puso a comerlas delante de Mazzini”. Acaso ocurriera al ilustre estadista italiano lo propio que al señor Gras, cuando don Emilio Castelar le dijo: “He aquí el almuerzo y la merienda que tenía yo muchos días cuando era niño”.

Fuente: https://www.facebook.com

CASINOS: EL AYUNTAMIENTO INSTALÓ FUENTES PÚBLICAS EN EL AÑO 1913


Archivo JSMS- Fuente tío Agustín.

JOSÉ SALVADOR MURGUI. CRONISTA OFICIAL DE CASINOS.

Parece que fue ayer, cuando íbamos a la fuente, a la balsa de arriba, o a la cisterna a por agua. Parece que fue ayer, cuando bebíamos agua fresca de un botijo, porque no teníamos neveras. Parece que fue ayer, o el otro día, cuando hacíamos cola delante de las fuentes en cuyas pilas bebían las caballerías, para llenar las regaderas, pozales, cántaros y demás utensilios para abastecer de agua el consumo doméstico.

Los niños que vivimos aquella época, lo podemos recordar como una nebulosa; también los que vivíamos en las inmediaciones de la fuente, recordamos la demanda de la madre o de la abuela que cada día repetía: “-ves a la fuente y llena este pozal de agua.” Unas veces era un pozal, otras eran varios pozales para colmar de agua el librillo, para hacer la colada de la semana, o para refrescarte al verano. No es nostalgia, no es evocar aquello de “cualquier tiempo pasado fue mejor…” No, que nadie se confunda, esa fue la realidad de Casinos hasta la década de los años 1970, hace cincuenta años.

¿Qué me motiva a escribir esta crónica? Me motiva el recuerdo de una fuente en la calle de Santa Bárbara, una fuente de la que los vecinos hemos bebido, nos hemos mojado, posteriormente cuando no tenía agua hemos jugado, en definitiva, una fuente que junto a ella hemos crecido, y ha visto pasar por delante de sus piedras, mojadas o secas, la vida de muchas personas. Son piedras mudas que contemplan la vida.

De la noche a la mañana, empieza una reforma sobre un muro blanco, lastimado por el paso de los años, en el que solo se apreciaba un nicho hundido sobre la pared… Si preguntas a algún joven o niño de ahora “¿-eso qué es?” Te puede sorprender la respuesta inesperada. Otros saben porque lo han oído, que en esa esquina hace muchos años había una fuente.

Las fuentes públicas de Casinos, se aprobó instalarlas por la Corporación Municipal, en Sesión Ordinaria del 15 de febrero de 1913, siendo el señor Alcalde D. Alberto Pomer Muñoz y los señores Concejales: D. Juan Bautista Rocher, D. Felipe Usach, D. Emilio Sancho, D. José Civera, D. Lorenzo Espinosa, D. Lamberto Muñoz, D. Simeón Murgui, y el acuerdo que adoptaron fue el siguiente: “En vista del buen resultado obtenido en las obras de construcción de agua desde la cisterna pública al matadero, con el fin de facilitar al vecindario el abastecimiento de agua y como prolongación de dichas obras, se acuerda instalar tres fuentes que sean situadas: una en la calle de la Balsita esquina con la Acequia del Pano, otra en la de Santa Bárbara esquina a la de San Miguel y otra en la calle Nueva esquina a la calle Mayor, facultando al Sr. Alcalde para que adquiera de la Casa Figuerola y en las mismas condiciones que la anterior, la tubería y demás material necesario y proceda sin levantar mano a la ejecución de las obras, con objeto de anticipar lo posible tan beneficiosa mejora y resolver en parte la actual crisis obrera por la carencia de trabajo.”

En la Sesión Ordinaria del día 15 de marzo de 1913,la Corporación Municipal acordó atender la “Factura de Juan Figuerola en referencia a la tubería de las fuentes, es decir: Abonar a la casa Juan Figuerola de Valencia la cantidad de cuatrocientas noventa y ocho pesetas con diez céntimos por el importe de su factura por la tubería suministrada para la instalación de fuentes según acuerdo del 15 de febrero último.” El día 22 de marzo de ese año, existe otro acuerdo de la misma Corporación que dice: “Aprobar una cuenta de trescientas catorce pesetas con sesenta céntimos por el importe de los materiales invertidos en las obras de canalización de agua e instalación de tres fuentes en virtud del acuerdo de la Corporación de fecha 15 de febrero del corriente.”

También se trató en esa misma sesión: “Aprobar la relación de jornales invertidos en las expresadas obras durante la semana del 23 de febrero al 8 de marzo actual cuyo importe asciende a la cantidad de ciento ochenta y cuatro pesetas, formalizándose ambos pagos con cargo al Capitulo 10º Artículo 2º del presupuesto de gastos.”

El día 12 de abril la Corporación, tomó otros dos acuerdos: “Adquirir grifos automáticos para las fuentes: Con el fin de evitar el desperdicio de agua, que se proceda a cambiar los grifos actuales de las fuentes públicas, por los de sistema automático autorizando al Sr. Alcalde para la adquisición de los mismos.

Igualmente se acuerda aprobar la relación de jornales invertidos en la apertura de zanja para la colación de la antedicha cañería la cual asciende a cincuenta y cuatro pesetas.”

El día 8 del mes de febrero de ese año, la Corporación Municipal, informó y tomó por acuerdo: “Pagar la Factura de Figuerola: A continuación y previo un detenido examen se acordó por unanimidad aprobar una factura de cuatrocientas cuarenta y cuatro pesetas con diez céntimos por la tubería y colocación de la misma, adquirida para la conducción de agua desde la cisterna al matadero público para a limpieza y servicio del mismo según el acuerdo del 14 de diciembre último. Ese acuerdo decía: “Realizar las obras para la conducción de agua del Matadero: “De conformad con el dictamen de la Comisión de Fomento que fue leído, realizar las obras de conducción de agua directa desde la Cisterna del matadero público para la limpieza y servicio del mismo con ejecución del proyecto y presupuesto que en el dictamen se formulan y no llegando este último a quinientas pesetas que se proceda a su inmediata realización autorizando al Sr. Alcalde para que con cargo a lo consignado para ello en el próximo presupuesto adquiera de la Casa Figuerola el material necesario que en el dictamen se comunica y disponga todos los demás trabajos complementarios para la obra.”

Los que conocimos la cisterna ubicada en la calle Santísima Trinidad, cuyo trazado empezaba en la calle San Juan y terminaba en la calle San José, sabemos que aquel depósito subterráneo donde se conserva el agua, era el que abastecía y calmaba la sed de Casinos.

Teníamos agua en la balsa, donde anidaban los gallipatos, agua en la cisterna, agua en el pozo de la calle san Joaquín; se llevó el agua al recién construido matadero y después se instalan tres fuentes en las vías públicas de Casinos. Son noticias curiosas que definen la categoría humana de aquellos hombres que guiaban el futuro de nuestra Villa.

Hoy aparecen esas piedras, esos históricos ladrillos, que con ilusión, con pocos medios y menos recursos, están colocados ordenadamente con precisión y con solera. Desde hace ciento siete años han oído el rumor del agua, han oído las conversaciones de sus visitantes, han ordenado las colas de personas para llenar los utensilios caseros hoy semi olvidados, y finalmente han estado descansando largo tiempo, contemplando noviazgos, asistiendo a las bodas y bautizos sin estar invitados, y como no, llorando en los entierros que en su presencia ocurrieron.

En el mes de junio del año 2020, los expertos albañiles, gracias a su pericia, talento y buen hacer, nos los vuelven a mostrar limpios, serenos y lustrosos. Toda la casa está ahí, nosotros seguiremos mirando, andando, viviendo, pero esas piedras vivas, hoy nos recuerdan como supieron mitigar la sed que traspasó a Casinos, anunciándonos que la fuente del “Tío Agustín”, aunque sin agua, sigue viva en esa esquina cargada de risas, de cuentos, de noches de fresca, de paso de procesiones, de pasacalles, de encuentros veraniegos y despedidas otoñales, que nunca pasaron desapercibidos, entre esas ancianas y modernas calles de Santa Bárbara y San Miguel.

Fuente: https://www.elperiodicodeaqui.com