FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
Todo empezó en Chicago, en mayo de 1886. Y en la fábrica McCormik, donde los sindicalistas de pensamiento anarquista habían organizado una protesta en demanda de una jornada de ocho horas de trabajo. La zona de Haymarket Square estaba abarrotada, con casi quince mil asistentes, y los ánimos bastante caldeados. Fue entonces cuando estalló una bomba, lanzada por no se sabe quién.
Lo que se sabe es que cundió el pánico, cargó violentamente la policía y se desarrollaron unos incidentes terribles, con un saldo de 38 muertos y 115 heridos. Salvo un policía, todos los muertos en la tragedia fueron del lado obrero. Pero lo peor estaba por llegar. Todos los dirigentes anarquistas de Chicago fueron detenidos y procesados; y todos juzgados en el curso de una vista en la que juez y jurados estaban descaradamente en contra de los movimientos de protesta sindical. El resultado fue el de largas penas de prisión y cinco condenas a muerte: el 11 de noviembre de 1887 ahorcaron en la cárcel a cuatro de los líderes obreros, el quinto se había suicidado el día antes.
De estos hechos de Chicago parte la fiesta internacional de Trabajo del 1º de mayo, celebrada en Europa muy pronto, a partir de 1890. Se reivindicaba en ella, al principio, un trabajo menos penoso para los niños y las mujeres; la causa más idealista, la aspiración más remota, fue la jornada de ocho horas, que tardó muchos años en llegar a las legislaciones del mundo. Pero se fue implantando a fuerza de años de manifestaciones, protestas y huelgas cuando fue preciso.
Los mártires de Chicago tienen un monumento en la zona de Haymarket y un túmulo especial en uno de los cementerios de la ciudad. Los mártires de Chicago fueron el origen de una celebración que curiosamente, en Canadá y Estados Unidos, tiene otra fecha porque el Día del Trabajo se celebra el 1 de septiembre.
Ciento treinta años después, el mundo celebra hoy el más raro y asombroso Día del Trabajo. No habrá manifestaciones, al menos en Europa. No se verán aquellas demostraciones obreras multitudinarias que llenaban Moscú y Pekín hace no tantos años. No asistiremos en España a las demostraciones de fuerza contra los recortes y la crisis. Las escaleras de la plaza de América no serán, como de costumbre, la tribuna de la reclamación obrera. Una epidemia universal lo va a impedir y los líderes sindicales hablarán a sus afiliados por videoconferencia.
El mundo es otro. La situación de los trabajadores, con millones de parados a causa del virus, es más dramática incluso que la que podría ser en 1886. En dos semanas, una espantosa crisis económica ha dejado sin trabajo a cien, doscientos, quinientos millones de obreros en el mundo. Y nadie es capaz de predecir por dónde va a ir la brújula de las protestas, la recuperación y los derechos laborales en el futuro…
Queda, al menos, el símbolo viejo del 1º de Mayo. Que honradamente considerado encierra un mensaje respetable: la unidad de los trabajadores es su única fuerza en los momentos de prueba.
Fuente: https://fppuche.wordpress.com/