LOS GRANDES MISTERIOS DE LA VIDA PRIVADA. 3. EL CUPÓN PRIMA, ABUELO DEL CUPÓN REGALO

FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA

Seguro que los mayores recuerdan el Cupón Regalo Comercial, un sistema de promoción de ventas que funcionó en Valencia entre los años cuarenta a sesenta del siglo XX. Un león, una hucha ahorradora y sobre todo el aspecto imponente de la “Finca de Hierro”, en la calle de Xàtiva, daban solidez y garantía a un sistema por lo demás sencillo: las compras efectuadas en unas tiendas abonadas a la red, reportaban cupones a los clientes; que a su vez, cuando tenían ya pegados los cupones en libretas especiales, podían canjearlas por regalos compensadores.

Sin embargo, tras profundas investigaciones, hemos llegado a la conclusión de que el Cupón Regalo Comercial no fue el primero en trabajar ese sistema de alicientes al consumo. Es más, podemos demostrar, y demostramos, que en el año 1902 empezó a trabajar en Valencia un antecedente que se llamó el Cupón Prima.

En efecto, en la página 4, la página comercial de “Las Provincias” del 21 de mayo de 1902, encontramos un gran anuncio que pregonaba la puesta en marcha e inauguración, el día siguiente, de un servicio comercial revolucionario y remunerador. “Un buen porvenir para Valencia”, decía un titular a ocho columnas bajo el que se explicaba que la Compañía Parisiense de Cupones Prima Mercantiles se había establecido en Barcelona, en la Ronda de la Universidad, 22, para abrir sucursal en la calle de Zaragoza, números 28 y 30, donde las puertas estaban abiertas al público.

El modelo de incentivo de ventas era el que después siguió el Cupón Regalo de los años cincuenta. Un grupo de voluntariosas señoras habían repartido libretas por toda la ciudad y una larguísima lista de comercios, cuya relación llenaba la página, estaban adheridos al sistema. Ahora se anunciaba la apertura de puertas del establecimiento de la calle de Zaragoza, donde se podía ver la infinidad de objetos que se cambiarían por libretas. Todo visitante que llevara ya una libreta recibiría 25 cupones como obsequio promocional.

Librerías, chocolaterías, restaurantes, perfumerías, sombrererías y ferreterías; tiendas de música, de guantes, abanicos, salazones, artículos de regalo, mantas y zapatos; grandes, pequeños y medianos comercios, figuraban en el cuadro del anuncio, que es por sí mismo una estupenda guía comercial de la ciudad. Más de cincuenta ultramarinos, las mejores relojerías, las tiendas de fotografía… Desde la novísima calle de la Paz a la plaza de San Francisco, desde la calle de San Vicente a la calle de Serranos, toda la Valencia comercial de principios de siglo estaba dispuesta a participar y ofrecía un cupón por cada dos reales de compra efectiva. Y no se olvidaba, ni mucho menos, la participación del Grao: los mejores establecimientos de una población incorporada a la ciudad hacía no más de cinco años, estaban en la lista.

La calle de Zaragoza era la calle comercial por excelencia de la Valencia tradicional. No existe ya, porque fue embebida por la ampliación de la plaza de la Reina. Pero llevaba directamente a la Puerta de los Hierros de la Catedral desde la encrucijada de San Vicente con la calle de la Paz. Servida por numerosas líneas de tranvía, esa calle angosta, de toldos enormes, ofrecía de todo a toda clase de públicos y era el punto de paso obligado entre la plaza donde se decía que se iba a levantar un nuevo Ayuntamiento y la plaza de la Constitución o de la Virgen.

En esa calle estaba la moderna tienda de gramófonos de Antonio Mercado, que ocupaba los números 13 y 15 y siempre tenía chiquillos mirando en el escaparate. Pero en el edificio de los números 3 y 5 atraía mucho más el Bazar Viena, donde todas las novedades esperaban al cliente: juguetes y artículos de regalo, objetos para el hogar y detalles personales, lo popular y lo sofisticado encontraba hueco, en lo que era punto de cita de la última moda europea y, sobre todo, vienesa. Porque demás del nombre, la familia propietaria, los Goerlich, procuraban traer de Centroeuropa lo más nuevo, hasta ser un punto de proyección, según se ha escrito, del modernismo decorativo y artístico que estaba naciendo por aquellos años en Europa.

En los números 28 y 30, los almacenes de J. Prat, fueron la base sobre la que descansó el proyecto valenciano del Cupón Prima. Tenían de todo, sobre todo para el hogar y la cocina, y todo se baremó para que pudiera ser canjeado por las libretitas de cupones que le clientela pegaba.

En la calle de la Lonja esquina a la plaza del Doctor Collado, la cedacería Luna e Hijos de Enrique Saboya, estaba adherida a la promoción comercial, al servicio de una popular clientela procedente de los pueblos de la huerta. Herramientas y utensilios del hogar, pozales y azadas, capazos y cedazos… La famosa tienda, compañera inseparable de la Lonja, ha cerrado hace poco, ya en el siglo XXI, tras decenas de años de servicio. Con ella hemos perdido mucho paisaje, mucha  historia de la ciudad…

Fuente: https://fppuche.wordpress.com/