LA CIUDAD EN LIMPIO

Francisco Perez Puche. Foto de Juan J. Monzó

FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA

Cuando Escolano describió las bondades de Valencia llegó a decir que la limpieza era en la ciudad «atributo, y como propiedad en ella». Aseados en el vestir, los valencianos del XVII exigían «que se sirva limpia la comida, que se guise en vasos limpios, y que la mesa y ornato della luzga de manera, que todo parezca un espejo de cristal». Tan escrupuloso era el vecindario, tan grande el «aliño y curiosidad» en «tablas, boticas y tiendas de vianderos», que el Consell, en 1389, ordenó que el verdugo viviera apartado de todos; y que fuera al Mercado «con guantes calçados, y una varilla en las manos», para señalar lo que necesitaba comprar.

Siglos después de las ‘Décadas’, la ciudad empezó ayer a abrir puertas y ventanas; levantó persianas y extendió toldos. Y un picante aroma de lejía empezó a mezclarse con ráfagas de azahar y briznas de césped recién cortado. Puesta en limpio, acicalada después de dos meses, Valencia ha empezado a abrir museos y capillas, ultramarinos y tintorerías, tiendas de ropa y calzado y las pocas librerías que iban quedando. Ayer fue día de retirar los encargos congelados y empezar a hacer que la máquina de la economía, tan maltratada, volviera a rodar. Mientras tanto, espontáneamente, se produjo una doble romería hacia dos santuarios inevitables: la basílica de la Virgen de los Desamparados, donde hay tanto que pedir y agradecer; y la plaza del Ayuntamiento, donde si soy sincero ya no sé lo que escribir.

Había curiosidad, eso sí. Una gran dosis de morbo por ver la distribución de los espacios, los lugares libres de coches y los reservados a peatones; el aspecto que tienen, en fin, los maceteros más famosos del mundo. Pero más allá de la plaza y su polémica lo que había en los paseantes era el deseo de recobrar los parajes habituales, los escenarios de siempre, vueltos a ver ahora, revisitados tras la ausencia, casi con ojos de turista llegado por primera vez. ¿Ese toldo estaba ahí antes? ¿Esa perfumería es nueva o me lo imagino yo?

Valencia parece nueva, como recién estrenada. Le han pasado la bayeta mil veces y todo aparece limpio y resplandeciente. Huele a plástico y a Cristasol. Pero las sombrillas contrastan con el arbolado, de intenso verde tras las lluvias y todo parece distinto: rótulos y toldos, escaparates y servilleteros, hasta esos alcorques con flores inesperadas… Miles de comerciantes y hosteleros, y sus familias, enmascarados por cortesía, se esfuerzan ahora por sonreír más aún que antes: lo hace con la mirada, o con un gesto reverencial a la japonesa. Con prudencia, con paciencia, empieza el reencuentro.

Fuente: https://www.lasprovincias.es