FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
* Las palabras despectivas de Felix Azzati en el Congreso fomentaron la devoción de los valencianos a la Patrona
En la historia de la devoción de los valencianos a la Virgen de los Desamparados, el año 1911 ha quedado como el de los dos Traslados. Uno se celebró en mayo, como es costumbre, en el día de la fiesta a la Patrona; pero el otro tuvo lugar antes, a finales del mes de marzo, a raíz de las palabras ofensivas que el diputado republicano Félix Azzati pronunció en el Congreso.
Azzati, director del periódico “El Pueblo”, en el curso de un debate sobre las tensiones entre republicanos y carlistas en la ciudad, dijo lo siguiente: “Su señoría dice que la Virgen de los Desamparados tiene la mayoría de la opinión valenciana, y yo digo que no, pues cuando llega la hora de votar, la mayoría es republicana”. Esta afirmación fue seguida de esta otra, que escandalizó mucho más: “La Virgen no tiene votos y yo sí; luego soy más Virgen yo”.
Desde aquel momento, la devoción de los valencianos hacia su Patrona se puede asegurar que se redobló y que las palabras de Azzati habían operado como un revulsivo capaz de potenciar, en los católicos, la defensa de su libertad religiosa. De ese modo, si los actos de desagravio que se organizaron a finales de marzo fueron una ocasión bien aprovechada para demostrarlo, las fiestas del segundo domingo de mayo de ese año sirvieron para redoblar los afectos hacia Nuestra Señora de los Desamparados, hecho que se hizo patente tanto en el Traslado como en las misas y en la procesión general.
Para dar una idea de la religiosidad con que se vivieron los actos de desagravio a la Virgen organizados el 26 de marzo en la Catedral, tras el Traslado de la imagen mariana desde su capilla hasta la iglesia mayor de la diócesis, bastará decir que el arzobispo, monseñor Guisasola, y quienes concelebraron con él estuvieron dando la comunión a los fieles desde las 7’15 de la mañana a las 9’40. Más de ocho mil devotos participaron en la distribución de la Eucaristía, que se tuvo que recortar rogando a los feligreses que fueran a comulgar a las parroquias para que la Catedral no quedara bloqueada.
Si el Traslado de la imagen de nuevo a su capilla fue emocionante, el que llevó a la Virgen de nuevo a la Catedral, en el segundo domingo de mayo, todavía fue más fervoroso. Las fiestas del año 1911, según el Almanaque de “Las Provincias”, “se celebraron con poca solemnidad exterior, debido a la actitud de la mayoría del Ayuntamiento, que había suprimido toda consignación para las fiestas religiosas”. Pero como el propio resumen de noticias anual señala “el pueblo valenciano dio muestras de gran fervor, aclamando a su Patrona en los actos que se verificaron”.
Debe anotarse que aunque el alcalde de la ciudad fuera liberal por designación gubernamental, la corporación salida de las urnas tenía mayoría republicana, que sistemáticamente, desde principios de siglo, solía oponerse a que el Ayuntamiento dedicara presupuesto a fiesta religiosa alguna. Fueron, pues, unas fiestas austeras, pero sinceras; una fiesta sin el boato que permite la colaboración oficial, pero en el que el fervor religioso se redobló.
Varias publicaciones de Madrid y Barcelona, que se hicieron eco de las especiales fiestas de ese año, corroboran la observación. Destaca que “La Hormiga de Oro”, una revista católica editada en Barcelona, anotó que cuantos presenciaron la procesión “están de acuerdo en afirmar que desde hace muchos años no se había visto explosión de entusiasmo más gigantesca y sublime”. Y añadía: “Indudablemente han contribuido a ello las recientes blasfemias que tanto hirieron el corazón de los buenos valencianos, despertando los sentimientos de religiosidad que siempre han distinguido y honrado a aquel pueblo”.
(Adaptación de un reportaje publicado en “Las Provincias” el 6 de mayo de 2011)
Fuente: https://fppuche.wordpress.com/