FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
La suspensión completa de los actos externos y multitudinarios en honor a la Virgen de los Desamparados que este año se ha decidido a causa de la pandemia de coronavirus, solo se ha producido en dos ocasiones, 1937 y 1938, durante la persecución religiosa de la guerra civil. No hay precedentes de que una epidemia haya suspendido o aplazado esas celebraciones, que sí se han retrasado en varias ocasiones para evitar roces con momentos de especial tensión política. En 1920, hace un siglo, la fiesta se celebró durante la tercera semana de mayo porque en la segunda había una huelga general.
En 1885, el cólera causó estragos en la ciudad y la provincia de Valencia durante los meses de marzo y abril, pero pareció relajarse en el mes de mayo. El Traslado del 9 de mayo, sábado, fue de un fervor indescriptible, pocas veces visto. Afligida, la población valenciana acudió en masa a dar gracias a la Patrona y a implorar su bendición. Pero al día siguiente, durante la procesión solemne, comenzó a rodar la noticia de que en una portería de la calle del Pie de la Cruz había tres enfermos de la misma familia. El temor se confirmó: el cólera había regresado. Y se hizo dueño de la ciudad, con más fuerza que antes, durante los meses de la primavera y el verano, dejando miles de víctimas a su paso.
El calendario ha ofrecido curiosas coincidencias en la festividad de la Patrona: en 1886 permitió hacer una fiesta especialmente brillante al coincidir la fiesta de la Virgen con la de San Vicente Ferrer. Además, el cólera ya era una maldición lejana. En 1902 también los festejos marianos fueron especiales: coincidieron con los que toda España celebraba porque el joven Alfonso XIII cumplía 16 años, juraba la Constitución y comenzaba a reinar. En 1867, cuando se cumplieron dos siglos de la entronización de la Virgen en su actual templo, Valencia también celebró festejos muy especiales que incluyeron una Exposición Regional visitada por miles de personas.
Pero ha sido la política, y los disturbios sociales, los que a lo largo del tiempo han llevado al aplazamiento del Traslado o la Procesión, conjunta o separadamente. En 1890 se demoraron los festejos porque había una huelga general y la ciudad estaba tomada por la Guardia Civil y el Ejército en evitación de disturbios. Ocho años después, Valencia estaba en estado de guerra y solo se celebró la procesión y las funciones propias de Iglesia, puertas adentro. En el año 1900 volvió a haber alteración del orden y se demoraron una semana todos los festejos.
En 1891, 1895, 1897, 1899 y en 1910, la procesión fue demorada por acuerdo entre las autoridades y el Cabildo. En el primero y segundo casos, había elecciones municipales y la Virgen recorrió las calles una semana después de lo previsto. En 1897 hubo Traslado, pero la procesión se tuvo que retrasar una semana; y el 8 de mayo de 1910 se decidió dejar las fiestas religiosas para la tercera semana de mayo, como ocurrió ahora hace un siglo, en el año 1920.
Durante la Dictadura de Primo de Rivera el Ayuntamiento de partido único potenció estos festejos de forma especial: desde el año 1923, que fue el de la Coronación de la Virgen, la celebración religiosa estaba enmarcada en un programa de festejos de intensa presencia municipal, en la que la ciudad vivía un periodo festivo casi tan intenso como la Feria de Julio. De esos años procede el tapiz de la fachada de la Basílica.
La llegada de la República, y la aprobación de una Constitución laica, cambió las cosas. Al margen de la quema de algunas iglesias y conventos, en la primavera de 1931, debe señalarse que en el periodo 1932-1936, donde las celebraciones religiosas deben quedar circunscritas a los templos, solamente subsistió, con vigor, el tradicional Traslado de la Virgen a la Catedral, acompañado de una multitud pero sin la participación pública de las instituciones. Por la tarde, la Virgen regresaba a su Capilla, con mucho fervor popular, pero sin procesión general. En 1934, excepcionalmente, se autorizó que la procesión diera una vuelta a la plaza de la Virgen y en 1936 el Traslado se hizo sin previo aviso ni convocatoria.
En los años 1937 y 1938 no hubo festejos a la Virgen. El templo, saqueado e incendiado, era almacén y la imagen de la Patrona, mutilada por disparos revolucionarios, estaba oculta en el Ayuntamiento gracias al alcalde y otras personas sensatas y piadosas.
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