MIÉRCOLES, 8 DE MARZO. VIGÉSIMO QUINTO DÍA. EL CRISTO DE ATOTONILCO, SIN PROCESIÓN

FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA

La Hermandad del Señor de la Columna del Santuario de Atotonilco, en el estado mexicano de Guanajuato, tomó la dolorosa decisión el pasado 19 de marzo, día de San José: a causa de las medidas preventivas contra el coronavirus, este año no se celebraría la procesión nocturna de la imagen de Cristo hasta la ciudad de San Miguel de Allende. Estaba prevista para el 29 de marzo, con asistencia de miles de peregrinos de toda la región y de los estados colindantes; pero José Luis Malagón y Josué Pablan, los responsables de la Hermandad, de acuerdo del señor obispo, tomaron la decisión por razones de elemental prudencia.

Curiosamente, fue la peste la que dio origen a uno de los ritos de Semana Santa más piadosos y coloristas de México. La epidemia del año 1823, cuando la vida independiente de España no había hecho más que comenzar, hizo que la dolorosa imagen del Cristo atado a la Columna se trasladara hasta la ciudad en demanda de curaciones. Desde entonces se sigue celebrando con enorme devoción dos semanas antes de la Pascua; aunque este año ha sido preciso cancelarla, con gran dolor de los fieles y no poca preocupación para todo el sector de la hostelería de Guanajuato, que vio en ello una funesta señal de crisis.

Dos semanas después se ha hecho patente. El Cristo no tuvo procesión nocturna de peregrinos y la Semana Santa entera ha sido cancelada por prudencia. Muchos bares y restaurantes de San Miguel de Allende están cerrados y otros se presentan con la mayor parte de las mesas sin clientes. La hostelería está a menos del 40% de ocupación en una preciosa ciudad colonial que suele recibir anualmente más de un millón de visitantes, sobre todo norteamericanos, atraídos por la belleza de calles, patios y plazas, en un clima social de seguridad y buena receptividad hacia el turismo.

El Santuario de Atotonilco fue declarado Patrimonio de la Humanidad junto con toda la ciudad de San  Miguel, que llevaba el apellido de Grande hasta que en 1826 le pusieron el de Allende, en memoria del líder de la independencia nacido allí. Ignacio Allende (1769-1811) es, junto con Aldama, el gran padre de los momentos iniciales de insurrección de la Corona española que finalmente aglutinó el cura Hidalgo. Allende pagó con su vida el levantamiento: lo fusilaron los realistas y colgaron su cabeza de una de las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, uno de los edificios coloniales que subsiste en la ciudad. Pero en 1826, tras la peste, consolidada ya la naciente nación mexicana, Allende recibió todos los honores de padre de la patria, el primero el cambio de nombre de la ciudad.

Una ciudad que había sido fundada por frailes franciscanos, concretamente por fray Juan de San Miguel, en el año 1555. La zona tenía abundantes manantiales que bajaban de la sierra hacia el río Laja. Y estaba en el camino real, la vía que comunicaba ciudad de México con Zacatecas. A solo 76 kilómetros, la ciudad de Guanajuato era, y siguió siéndolo durante muchos años, una zona minera de enorme importancia, capaz de producir más plata que la que se extraía en el Perú y en el Potosí boliviano. Entre Zacatecas, Guanajuato, San Miguel y México capital, la Ruta de la Plata conectaba con el puerto de Veracruz; era una vía estratégica, fundamental para el mantenimiento del imperio español durante los siglos XVII y XVIII.

La principal mina de Guanajuato, la que aún funciona y ofrece vetas generosas de plata, es la del conde de la Valenciana, un caballero que llegó a tener 3.000 personas trabajando en las entrañas de la tierra hasta dejar la ciudad como la vemos ahora, horadada por túneles por donde transitan cientos de vehículos al día, camiones y autobuses incluidos.

El santuario de Atotonilco, de donde tenía que haber salido la procesión del Cristo flagelado, presume con razón de ser “La Capilla Sixtina” de América. Desde que cruzas la puerta, todo, hasta el más mínimo rincón, está decorado con pinturas barrocas que rellenan bóvedas y cúpulas de figuras y de una espesa vegetación. En una de las alegorías, Europa, figurada por un rey que parece Carlos III, mira con respeto a América. Pero las visitas, este año, son escasas y raras: aunque no hay órdenes taxativas, como en Europa, la gente de América se está mirando en el espejo del otro lado del mar y se queda en casa por prudencia.

Fuente: https://fppuche.wordpress.com/