Los precios a futuro del petróleo se han desplomado y cunde la preocupación en la economía mundial. Eso no es normal, eso no es bueno, dicen todos, incluso los que advertían del peligro de agotar los combustibles fósiles. El mundo se ha frenado en seco: cien mil aviones han dejado de volar y 200 millones de coches se han parado. Existe la inquietante sensación de que el planeta puede salirse de su eje. Las consecuencias económicas se presumen tan graves que están preocupados incluso los ecologistas radicales, los que hace tres meses clamaban contra la contaminación del tráfico aéreo y aplaudían el viaje en barco de vela de aquella niña, ¿la recordáis?, que se llamaba Greta Thumberg.
Pero ahora hay prioridades y da menos apuro aplicarlas. Curiosamente, ahora ya no hay en la sociedad tanto odio al plástico. La mayor parte de las piezas que ayudan a respirar a los enfermos, la totalidad de los equipos que protegen a médicos y enfermeras, son de plástico. Plástico para los tubos de ensayo y para las pipetas, para las bandejas que sujetan los cultivos, para las fundas que logran que todo esté estéril con seguridad. Para las gafas y las viseras, para las jeringuillas y las torundas, para las batas y los guantes. Látex de alta resistencia, mamparas de metacrilato para los comercios, plásticos de todas las estirpes y grosores. Miles de máquinas impresoras de plástico se han convertido en auxiliares eficaces… Millones de bolsas de basura están haciendo estos días una tarea que con papel o con trapos nunca hubiera sido posible. Dirán lo que dirán, pero el plástico –derivado del maldito petróleo a fin de cuentas– ha hecho más bien que mal a la humanidad. Y estos días se está ganando un respeto que estaban a punto de quitarle.
Es otro de los aspectos del mundo en los que es posible que haya un viraje en el futuro, un cambio de orientación de las ideas. Es verdad que usamos mucho plástico y que deberíamos procurar reciclar mucho más. Pero donde hay que trabajar es en la invención y desarrollo de plásticos más fácilmente degradables no en su prohibición. Hagamos aviones que pesen menos para consumir menos combustible, pero no es preciso demonizar a los aviones.
El petróleo West Texas no es que esté bajando sino que el lunes cotizó en negativo. Hay tanta producción acumulada que empieza a ser un agudo problema seguir con una extracción que no se puede detener. De modo que, en la Bolsa ha empezado a cotizar del revés, en negativo. Los productores, aterrorizados por la posibilidad de colmatar sus depósitos, pagaban a los compradores para que se llevaran el producto.
De la censura a la bonificación. De ser un malvado agente depredador a ojos del mundo ecologista, a ser la causa de un problema que va a traer la ruina a millones de familias. Pronto, antes de lo que suponemos, se regulará la necesidad de que los coches vuelvan a circular. De hecho, ya son muchas las ciudades donde se está repensando el concepto de transporte colectivo en un mundo lleno de aprensivos cautelosos. ¿No habrá que volver a dar sentido al odiado coche? Porque la individualidad de la bicicleta está probada pero el problema es que no sirve para todas las edades.
El simpático concejal Grezzi recuperará su papel social a base de organizar una salida ordenada de los garajes de confinamiento: el coche, como los niños, no será autorizado sino más bien obligado a circular. Contamine un poco, señor; por el bien de la economía, consuma algo de combustible.
Fuente: https://fppuche.wordpress.com/