ANTONIO GASCÓ, CRONISTA OFICIAL DE CASTELLÓ
Una de las arias más conocidas y más hermosas de la historia de la ópera es Che gelida manina, la que canta el poeta Rodolfo en el primer acto de La bohème de Giacomo Puccini. En ella, casi al final, el músico de Lucca escribió sobre la palabra La speranza nada menos que un Do sobreagudo, para darle a ese vocablo toda la intensidad del amor y el deseo apasionados, que han nacido en el corazón del escritor romántico al conocer a Mimí. La nota Do genera el acorde de Do mayor ,posiblemente el más expansivo de la música y el que se utilizó como base para crear el modo mayor, dado que es el que tiene menos errores de temperamento y más luminosidad. Esperanza igual a DoM, por más que en el acompañamiento de orquesta en el aria citada, se escriba un acorde octavado de do, con un re de apoyo que es una inarmonía para acentuar una atmósfera de delirante ilusión.
La esperanza, tal vez es la palabra que en estos momentos de confinamiento por la horrorosa pandemia que nos afecta, y debe estar más viva en nuestro interior, con el anhelo de que pronto despertemos de este mal sueño. Con la esperanza se abre la puerta a todo, singularmente a la vida a la que pertenece, por más que Nietzche, Schopenhauer, Ibsen o Voltaire entre otros, le negasen el pan y la sal. En su derecho estaban. Pero el autor de estas líneas prefiere pensar con Machado que hoy es siempre todavía y ello porque uno está felizmente vivo y también el que las lea debe caer en la misma cuenta. Si eso no es algo por lo que sonreír, entonces no sé por qué merece la pena hacerlo. Pensemos con el poeta libanés Kheil Gilbran, que por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes. Y con un acorde en DoM, añado yo. La esperanza.