FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
“Moored”. Amarrado. El MSC Eloane llegó poco después de la medianoche al puerto de Algeciras. Y a pesar de los problemas que días atrás hubo entre los estibadores y la autoridad portuaria, no se perdió ni un minuto. A las doce y media estaba firmemente amarrado al gran muelle de contenedores y poco después empezaron las tareas de desestiba: docenas de grandes cajones fueron descargados, con la precisión de un reloj, sobre una fila de camiones que esperaban en los muelles.
Andalucía, España entera, está pasando una cuarentena insólita que ha dejado a miles de personas en el desconsuelo de no poder expresar sus sentimientos religiosos a través de las procesiones de Semana Santa. Nunca se había visto una cosa así, dicen desde las lágrimas. Las flores no han servido, la cera no está ardiendo, y solo las oraciones se pueden aprovechar en silencio, como cada año, ofrecidas esta vez a los que han muerto en la lucha contra la enfermedad. El turismo se ha hundido en todas las regiones; seis, ocho millones de españoles, quizá más, han alterado sus planes de descanso durante esta semana; y los más locos, los que se han movido de casa en busca del mar o la montaña se encuentran con barreras de cemento en “su pueblo” y amables guardias de servicio que les ponen una multa por la imprudencia de salir de casa.
El capitán del MSC Eloane consulta su hoja de ruta y comprueba que no tiene mucho tiempo que perder. Hay muchos papeles que firmar y consultar. La operación de descarga de un buque de carga moderno está controlada por un programa de ordenador, visible en una pantalla que se consulta en el puente de mando. El diagrama del barco muestra la posición y destino de todos y cada uno de los diez, doce mil contenedores que van a bordo. El vientre de la enorme ballena de carga está dividido en espacios y zonas; y cada contenedor declara en la pantalla si debe tener frío o temperatura normal, si baja en Algeciras o se destina a otro puerto posterior… Desde mascarillas a relojes, desde productos químicos a alimentos, desde lujosos bolsos de señora a televisores de última generación… El MSC Eloane lleva en las tripas lo que hoy se reclama con urgencia y lo que dentro de un mes será objeto de delicado regalo.
Todo salió, el 23 de marzo, del puerto de Tanjung Pelepas, en Malasia, una zona de trabajo nueva, desarrollada este siglo, con catorce áreas de carga que suman cinco kilómetros de muelles. Millones de contenedores cada año, muchos más que los que trasiega el puerto de Valencia. Mercancías de toda clase para todos los destinos del mundo globalizado. Que en este caso han llegado a Algeciras en solo 19 días, navegando por las aguas de un planeta que está sometido a cuarentena.
El capitán del barco debe ser un italiano, como los cinco o seis oficiales. Es la costumbre. También suele haber jefes de máquinas noruegos e ingleses, que son los mejores. El resto de la tripulación, hasta 25 personas, nunca se necesitan más, seguramente son malayos, indonesios y chinos. Gente dura, esforzada, que gana buen dinero, apenas ve a la familia y procura retirarse pronto. Todos, los del puente y los de las sentinas, deben estar pasando días muy duros, con noticias adversas sobre su país, su barrio y su gente. El jefe de cocina debe andar atareado para reponer algunas faltas de fruta y verdura. El mayordomo quizá ha hecho un pedido de limones antes de recoger el correo. El capitán ha firmado más papeles que un primer ministro y está atento al informe del ingeniero jefe de sistemas de un barco que está entre los diez o doce más grandes del mundo.
Gente dura y despierta. Gente muy especial para un trabajo muy especial. Solo uno o dos puede que sean autorizados a bajar a tierra ahora: desde el puente, si tienen un rato, verán que los operadores de tierra, los camioneros y los responsables de las grúas de Algeciras, llevan todos mascarillas.
Uno, en la cabina de su enorme estructura, a sesenta metros de altura sobre el muelle, se ha puesto una estampita del Nazareno de su pueblo. Ante él, la bahía de Algeciras es un hervidero de barcos; al fondo, imponente, está la mole vieja de Gibraltar. Hay que trabajar…
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