FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
El real decreto fue colgado en la web del Boletín Oficial del Estado a las doce menos cuatro minutos. Hasta el último momento, esa es la impresión reinante, hubo dudas y discusiones sobre si se debía parar, o no, toda actividad considerada “no esencial”. Porque las patronales huelen que puede venir una ruina tras esa prohibición, y porque los presidentes autonómicos, al menos el valenciano, se inclinaban por algo más práctico, que es hacer flexible, adaptable, una decisión tan radical.
Radical, aunque, a la hora de la verdad, pueden quedar excluidos de ella todos aquellos que se quieran excluir. Porque, puestos a analizar la realidad sobre la que se actuaba, los redactores de la norma han incluido casi más excepciones que regla. Sin contar con el problema de costumbre: el de un gobierno que anuncia una medida sin haberla enviado antes al Boletín; sin tenerla siquiera redactada con todos sus detalles.
No, las cosas no son como se imaginan. Parar las obras públicas y la industria, como en realidad se pretende, no es tan sencillo como decretarlo. En la mayor parte de los casos hacen falta horas, al menos un día de actividad: hay máquinas, advertencias, consultas. Y en cada empresa ha de haber una decisión con detalles de departamentos e incluso nombres de personas afectadas. Será, pues, el martes, cuando empiece a aplicarse esa supercuarentena con la que se intenta doblegar la curva de contagios. Y es que asoma la Semana Santa, se acerca el famoso viernes de Dolores en el que todo el funcionariado de Madrid, y mucha gente más, echaba el cierre, y se temía un nuevo intento de éxodo peligroso.
Y es que este juego del Siete y Medio tiene muchas perversiones. Haga lo que haga el gobierno, diga lo que diga, en cualquier fecha, momento y oportunidad, va a encontrar descontentos. Siempre. Es una característica inevitable de la sociedad española. Y también de los valencianos, listos para criticar que se autorizaran y alentaran las manifestaciones del 8 de marzo cuando al día siguiente, 9 de marzo, el parque del Oeste se llenó de unos dos mil jubilados que asistieron, con la fallera mayor, a una fiesta colectiva que incluyó reparto de paella para todos.
¿Cuándo es el momento adecuado para una determinación? ¿Cuándo se debe parar buena parte de la economía a sabiendas del gran daño que eso va a producir? Es evidente que no es lo mismo tomar una decisión de futuro que contemplarla a tiempo pasado. Cuando me dijo alguien que en España podríamos llegar a tener 10.000 enfermos… pensé que estaba exagerando.
Y ahora, una curiosidad que leo en “Foro Naval”: la tripulación del submarino nuclear ruso “Orel” ha sido puesta en cuarentena después de que un civil contagiado se entrevistara casualmente con uno de los 110 tripulantes de la nave, amarrada en la famosa base de Murmansk. El submarino, de la clase K-266, fue botado en 1992, cuando toda la URSS estaba a punto de caerse: tiene 154 metros de eslora y 18 de manga. Y lleva torpedos más 24 misiles. Ahora, en la cuarentena, los marinos pensarán, supongo, en la utilidad de una máquina carísima que no ha servido para mucho…
Fuente: https://fppuche.wordpress.com