FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
Es lunes y, desde la pantalla, le doy un vistazo al puerto. Catorce barcos trabajando, y cinco o seis en espera es mucho más de lo que podríamos imaginar para un país en cuarentena. Significa que en nuestro puerto, desinfectado y limpito, hay más de doscientas personas dando el callo, desde los amarradores a los administrativos, desde los prácticos a esos operadores de grúa que ven la ciudad entera desde una cabina que se mueve a más de sesenta metros.
El mar del mundo sigue lleno de barcos que navegan uno detrás de otro. El mar no se para y el canal de Suez está atestado, como el estrecho de Bab el Mandeb, el Paso de las Lamentaciones, que une el Mar Rojo con el Índico. Barcos y más barcos, me voy a Singapur, que a estas horas es un enjambre de cientos de navíos de todas las banderas; y después a Hong Kong, donde el agua está llena de toda clase de rutas y colores: mercantes verdes, petroleros rojos, buques de pasaje azules, pesqueros color crema… La cuarentena del mundo ha parado aeropuertos y aviones, pero el mar, amigo, es mucho más difícil de parar.
En busca de distracción me acuerdo de un barco enorme, el MSC Eloane, que batió récord en Valencia, en el año 2018 y volvió después, en 2019, como Pedro por su casa. ¿Dónde estás Eloane? ¿En qué lugar del mundo navegas? La aplicación me lo da en un segundo: el monstruo –400 metros de eslora y 58 de manga– se mueve a 16 nudos por el estrecho de Malaca, entre Sumatra y Malasia, y mantiene un rumbo que le ha de llevar a Suez por el sur de las islas Nicobar, por el sur de Sri-Lanka y la India. Tiene que estar en la entrada del Canal el 3 de abril, porque esa es la fecha convenida. Y es más que probable que luego ponga rumbo a Valencia y Barcelona porque es por aquí donde recala en sus viajes entre Oriente y Occidente. Más tarde llegará a Rotterdam.
Veinte días máximo. Salió de Ningbo, en la China, donde estuvo tres jornadas cargando. Ha hecho escala en Tanyung, en Indonesia, a cuatro pasos de Singapur. Y es fácil imaginar que va hasta los topes de contenedores; porque este “trasto”, de la clase Triple E, fue durante unos meses, en 2018, el buque de carga más capaz del mundo y puede llevar 19.462 teus, un volumen imposible de abarcar, algo así como diez estadios de fútbol.
No más de treinta tripulantes, todos bien protegidos, le bastan. Con una persona en el puente, estos barcos no necesitan más para navegar en la noche. Bandera de Liberia. Y una velocidad de 30 “kilómetros por hora”, veinticuatro horas al día. Igual es el primero que entra en puerto cuando se levante el confinamiento, hacia el 11 de abril. Igual es el que trae –inmenso bazar a flote– todo lo que ahora echamos en falta: televisores de plasma y minerales raros, bolsos de marca y miel falsificada, motores de precisión y … mascarillas sobrantes.
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