FRANCISCO PÉREZ PUCHE CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA
Planté las habas, como está previsto, en la luna llena de octubre, cuando la Virgen del Pilar, que es precisamente la patrona de la Guardia Civil. Y ahora, las habas están en flor y tengo que ir a verlas…
Ante el espejo, repito el argumento que utilizaría en el caso de que me parara un control de tráfico en la carretera. Tengo que ir a ver las habas, a ver cómo está todo, es cuestión de humanidad. Porque las habas se plantan en octubre, arrancan con el frío, y la última vez que las vi estaban en flor, y es ahora, cuando empieza la primavera, cuando cuaja el fruto y tienes habitas tiernas para la Pascua. ¿Recuerdan? Mona de Pascua, longaniza, huevo duro, cebolletas y habas tiernas. Que se comen crudas, a veces con vaina y todo, porque son como agua…
Pero no hay manera. No me han dejado salir de casa, ni siquiera bajar y sentarme en el coche para agarrar el volante un rato, con fuerza, y hacer brum, brum como los niños. No sé cómo le va a sentar a ese coche un mes de parada forzosa. A mí fatal, sin duda alguna. No sé qué va a ser de las lechugas y las patatas, de los canónigos y la rúcula, tras un mes de abandono. No sé qué puede pasarle a unos pimientos, a unas acelgas, si los dejas sin atención, sin quitarles las malas hierbas, sin comprobar siquiera si el riego –madre mía, la birria de programador que tengo– está cumpliendo con las previsiones que dejé.
Con esto de las habas me vienen a la cabeza preguntas de mucha trascendencia. ¿Cuánto duran las cosas sin nosotros? Quiero decir: cuando encuentran una villa romana con mosaicos y los arqueólogos dicen mira, aquí tenían la bodega, aquí dormían, ¿qué pasó? ¿Cuántos años dejaron la casa cerrada y vacía? ¿Y por qué se fueron? ¿Los romanos cerraban la llave de paso del agua antes de dejar la casa? Si tenían calefacción radiante, porque eran muy listos, seguro que tenían muchas cosas más: llaves y llaveros, para empezar. Si tenían vino es porque eran sabios.
No puedo ir a ver las habas ni terminar de plantar los geranios. Planté unos rosales en un lugar nuevo y tengo dudas sobre si les da el sol. Y mientras yo sé que hay algunos afortunados que tienen el huerto al lado mismo de la casa, o sea que viven en el campo aunque estén en una ciudad, yo voy a estar un mes entero sin ver mi montaña y mi castillo, los pinos y las adelfas, y seguro que me voy a mustiar. Algo que el presidente del Gobierno debería tener en cuenta, ahora que se tiene que ocupar de todos los problemas. Algo que debería tenerse en cuenta, después de la tabarra que algunos han dado con lo de los huertos urbanos…
Vuelvo a ensayar ante el espejo, ahora con voz muy cariñosa. Mire usted, señor agente, la lechuga de hoja lisa no crece siempre igual que la de hoja rizada; y eso es, precisamente, lo que yo quisiera comprobar un ratito, apenas media hora, echando un vistazo nada más… (Llueve. Y hoy tocaba regar)
Fuente: https://fppuche.wordpress.com/