CASINOS DESINFECTA SUS CALLES PARA PREVENIR EL CORONAVIRUS

JOSÉ SALVADOR MURGUI. CRONISTA OFICIAL DE CASINOS

Recuerdo que el último día del año pasado, escribía en mi muro de Facebook estas palabras, después de dar una vuelta por el pueblo y cercanías, contemplando una invernal puesta de sol:”Anochece en Casinos… última noche del año, últimas horas del día… sensaciones contrapuntadas en el abrazo que une el norte y el sur, el este con el oeste, pero en ese contrapunto nace un arco iris de paz, unión, perdón, alegría, sentimiento, elegancia, sinceridad y amor. Esos son los pasos que han de guiar nuestros pies para caminar el año nuevo; que pobre sería si no supiera vivir envuelto de esas palabras y que vacía estaría mi vida, si mi pensamiento se aleja de ellas.”

Me quedo con lassensaciones contrapuntadas. El Bando Municipal ya lo había anunciado hoy a lo largo del día:”Esta tarde habrá una desinfección intensiva a partir de las diecinueve horas. Se pide que las ventanas estén bien cerradas, además se desinfectarán aceras, calles y fachadas.”

No he podido resistir la tentación de asomarme al balcón, oí el ruido del tractor, sentir rugir el motor del turbo, y a lo lejos ver el piloto de color naranja, girar como enfurecido anunciando el paso de la máquina. A lo lejos se contemplaba una nube que empapaba desde el mojado suelo de la calle hasta más arriba de los balcones.

Entraba por una calle y salía por otra, la velocidad acompañaba el momento, poco a poco se alejaba y se acercaba ese vehículo majestuoso que a su paso no solo quedaba el asfalto mojado, sino que las persianas que cubren las puertas volaban al viento cual blanco y largo velo de novia. Hasta unos gatos de piel multicolor corrían llenos de pavor a gran velocidad, huyendo de una calle a otra buscando la protección de algún lugar descampado y olvidado donde el terror de la higiene, hiciera la vista gorda apiadándose de los indefensos felinos. Una situación desconocida, una nueva forma de anochecer en Casinos.

El limpio olor flotaba en el viento, la pequeña brisa que jugaba a caer y estrellarse vertiginosamente en el suelo, dejaba el ambiente empapado con ese compuesto químico, llamado hipoclorito de sodio, cuya disolución en agua es conocida como lejía. Olor a limpieza, humedad concentrada, olor a que esta maldita pandemia quede muerta y sepultada en el olvido de todos, tarea en estos momentos tan difícil como impensable, aunque jamás perdamos ese brote esperanzador que nos permita volvernos a abrazar.

Como vivimos de recuerdos y mi edad no perdona el paso de los años, ese olor me ha devuelto a mi infancia, cuando con pantalón corto, y montado en mi bicicleta, llegaba hasta la calle Pelayo, en la esquina con la que es hoy calle Cervantes, a comprar la lejía que se fabricaba en Casinos: “Lejía la Casinense.” ¡Que recuerdos de aquel pequeño mueble de madera para sacar las cuentas, alumbrado con una bombilla de 40 o 6 vatios, las fotos colgadas en la pared de Manolo y Ramón, los del “Dúo Dinámico”, los calendarios con grandes números señalando la agenda del día, aquel depósito de cemento, cual una balsa de riego dentro de aquella estancia que siempre olía a limpieza, las botellas de litro que me parece recordar que eran de color amarillo hacinadas junto a los cajones de madera, y el servicio afectuoso de poderte llevar a casa en una garrafa de cinco litros la lejía que necesitaban en el hogar. Imágenes de la memoria, que despiertan los sentidos.

Otra empresa sepultada en el olvido en la historia de Casinos.” ¡Lejía La Casinense, de todas la mejor!” Esa era la marca que avalaba los anuncios. Recuerdo el reparto por las calles de Casinos, las de Pedralba, o las de Villar del Arzobispo, porque cuando las personas son honradas y trabajadoras, salen como el sol a vender lo que con amor saben fabricar, una empresa, una fábrica familiar solo tiene éxito cuando el ingrediente es calidad, atención y servicio. ¡Qué valores en ocasiones tan olvidados en este mundo de progreso, cuando casi todo lo hacemos cómodamente por las redes! Y qué lecciones nos da la historia, cuando la impotencia es el común denominador.

Esta tarde me acorde del tío Salvador, de la tía Angelita, de sus hijas Mercedes particularmente que siempre estuvo al lado del fundador, y de Angelita la otra hija. Seguro estoy que si esa fábrica hoy estuviera abierta, no faltaría lejía en Casinos para que la higiene devorara lo que hoy nos obliga a quedarnos en casa.

¡Lejía La Casinense, es de todas la mejor!

Fuente: https://www.elperiodicodeaqui.com