A ALZIRA LE CUPO LA GLORIA

AURELIANO J. LAIRÓN PLA, CRONISTA OFICIAL D’ALZIRA

Hace por estas fechas 135 años. El miedo se hizo presente entre la población cuando trascendió la noticia de que en Xàtiva podían haber fallecido varias personas a consecuencia del cólera.

La epidemia que había invadido Europa en 1884 se había introducido en Francia por Tolón, de donde pasó a Marsella y, posteriormente a París. En España por lo que conocemos, la epidemia se detectó en primer lugar en Alacant y de allí se fue extendiendo por toda la región y por toda la península.

En abril de 1885 fallecieron varios vecinos de Valencia, a pesar de lo cual algunas autoridades negaban que se tratara de la enfermedad que ya estaba en boca de todos. Los médicos lo confirmaban.

Entre mayo y junio el cólera hizo estragos en más de sesenta pueblos y ciudades de la provincia. Por su número de habitantes Alzira era, con Valencia y Xàtiva, la principal población de la provincia por aquellas fechas.

En Valencia, como en el resto de localidades, el mal se cebó especialmente en los barrios más pobres, en los que más escaseaba la higiene. Pero la pandemia atacaba a todos, a las clases menesterosas, a las clases medias y a las más acomodadas. LAS PROVINCIAS daba cuenta de los óbitos de un famoso juez y del conocido médico Bautista Peset. Precisamente Peset reclamaba con urgencia apoyo para una vacuna, antídoto que puso en práctica en Alzira el bacteriólogo catalán Jaime Ferrán Clúa a quien Peset poco antes había combatido.

En 1885 la ciudad de Alzira contaba con una población que sobrepasaba en poco los 16.000 habitantes. Gran parte de esa población se vio afectada por el mal endémico y a ello, según parece, contribuyó, según señala Vicent Alonso, entre otras cosas, la deficiente red de alcantarillado, el uso del agua del Xúquer con finalidad doméstica y la acumulación de estiércol en los corrales de las casas. Alzira era, pues, terreno abonado para el desarrollo de la epidemia.

La Junta Local de Sanidad tomó las medias adecuadas y creó un lazareto en el ermitorio del Salvador y de Nuestra Señora del Lluch, donde guardaban cuarentena los transeúntes llegados a la población de lugares sospechosos, se blanquearon las fachadas y los interiores de numerosas viviendas, se adquirió gran cantidad de nieve y se clausuró el antiguo cementerio que se ubicaba en la partida de Tulell.

El cólera hizo su aparición en la capital de la Ribera de una forma realmente trágica entre los meses de marzo a septiembre. Las autoridades municipales de la época y el cuerpo médico local se pusieron en contacto con el doctor catalán, que ya había publicado el resultado de sus experimentos y comprobado que los cobayas inmunizados con cultivos atóxicos de vibriones colerígenos inyectados subcutáneamente resistían a la perfección las dosis de vibriones virulentos que ocasionaban la muerte de todos los cobayas no vacunados.

Jaime Ferrán se trasladó a Alzira y en abril de 1885, junto con sus colaboradores, los médicos Amalio Gimeno, profesor de Terapéutica de la Facultad de Medicina de Valencia, y el tortosino Inocente Paulí, que desde sus comienzos y como aficionado había seguido paso a paso sus investigaciones, comenzó la aplicación de las inoculaciones contra el cólera.

Lisardo Piera Rosario señala que fueron vacunados y revacunados 11.050 personas, no revacunados 4.950. Entre los vacunados hubo 15 defunciones y entre los no vacunados 206. Vicente Alonso estima en un total de 559 personas las afectadas de las que señala murieron 265. El baile de cifras, ahora, no importa.

Un concienzudo estudio del expediente que se conserva en el Archivo Municipal titulado “Relación de defunciones causadas por el cólera” aporta definitivamente los datos exactos. Investigaciones posteriores del estudioso local Rafael Sifre Pla y de la doctora en Farmacia Alicia Peris León ponen de manifiesto lo señalado.

Tras la vacuna el entusiasmo entre la población fue extraordinario. Llama poderosamente la atención asimismo la respuesta de los alcireños ante la campaña desatada en contra del médico de Corbera de Ebro. Si antes de la aplicación de la vacuna esa se desencadenó en el Instituto Médico Valenciano, teniendo Ferrán sus más firmes defensores en los profesores Candela, Garín y Pastor, sería ahora toda la población la que salió en defensa de Ferrán y en contra de la “funesta y deplorable” actitud que adoptó La Correspondencia de Valencia inspirada por su propietario y periodista Francisco Peris Mencheta y en la  que los alcireños quisieron ver “extraños móviles”.

Una cosa quedó clara y es que en base a las estadísticas numéricas la eficacia de la vacuna de Ferrán quedó probada. El Office International de Paris posee documentos justificativos.

Hoy es un procedimiento reconocido científicamente y nadie puede negar a Ferrán la gloria de su invención ni a la ciudad de Alzira el honor de haber sido la primera población del mundo en comprobar su eficacia.

Ójala que surja pronto un nuevo Ferrán que aplique -el lugar no importa-, la nueva vacuna contra este Coronavirus que tanto daño nos está causando. ¡Y nosotros que lo veamos!

Fuente: http://www.elseisdoble.com