Arxiu diari: 29 de març de 2020

LA BANDA DE XIXONA ENTRE 1854 Y 1858

BERNARDO GARRIGÓS SIRVENT, CRONISTA OFICIAL DE XIXONA

El 7 de febrero de 1854 comparecen ante el notario Vicente Sala Planelles 14 personas que actúan en nombre propio o de sus hijos para establecer un convenio entre ellas y el organista de la iglesia parroquial, Pedro Nicolau. El objetivo es que este músico les de lecciones de solfeo con la finalidad en su día de constituir una banda de música. Este convenio posee 21 puntos que regulan las obligaciones de los alumnos y del maestro, la adquisición de instrumental, las actuaciones musicales, las retribuciones y la disolución de la entidad.

Los alumnos se comprometían a asistir a la academia de música para recibir las clases de Pedro Nicolau a su hora y con su instrumento. Una vez allí el profesor pasaba lista y anotaba quienes no habían asistido para que la Junta Directiva los sancionara con un real de vellón. En caso de llegar tarde al ensayo el educando sería penalizado con una multa de 16 maravedises. El alumno que no pudiera asistir a una clase debía notificarlo al profesor, si la causa era justificada la inasistencia no tenía mayores consecuencias; en cambio, si el profesor averiguaba que el alumno había mentido y había hecho pellas podría ser sancionado con una multa de 4 reales de vellón. Las clases durarían una hora, pero si el profesor creía conveniente prolongarla el tiempo que quisiera podría hacerlo; ya que estaba facultado por la Junta Directiva.

Los alumnos sólo podrían darse de baja de la entidad si cambian de domicilio marchándose de la ciudad, si fallecían o “por enfermedad peligrosa”. En caso de producirse la baja el educando tenía que devolver el instrumento, perdería todo lo que había abonado y si adeudaba cantidad alguna se le apremiaría su pago.

La admisión de los nuevos educandos se haría por mayoría de votos en asamblea. La cuota mensual era de 8 reales de vellón que deberán abonarse los últimos días del mes. Si se produjera un retraso en el pago de la cuota el socio tendrá que pagar 18 marevedises por cada día de incumplimiento de su obligación. La asamblea de socios también podría admitir a educandos que sólo abonasen la mitad de la cuota mensual.

Las cantidades recaudadas por las sanciones se deberán invertir en todo aquello que necesite la entidad.

Los instrumentos se pagarán de los fondos de la entidad, pero si un socio se diera de baja por voluntad propia deberá pagar la parte proporcional del instrumento que quedase por abonar si ya se hubiera adquirido; en caso contrario tendrá que satisfacer una multa de 40 reales de vellón.

Si duras eran las medidas que regulaban la asistencia de los alumnos a clase no menores eran las exigencias con el profesor; ya que no podría faltar a la academia siempre que no fuese por un motivo justificado. En caso de inasistencia sería sancionado con una multa de 10 reales de vellón. Si llegase con retraso a clase y este fuera de entre media y una hora sería multado con 5 reales de vellón. Las clases no podrían impartirse los días festivos. El profesor tenía la obligación de pasar lista cada día de clase y de entregar mensualmente a la Junta Directiva una lista de los alumnos que hubieran faltado. También tenía la facultad de, según su criterio, entregar los diferentes instrumentos a los educandos.

La retribución del profesor era un tanto particular. Mientras no se pagasen los gastos iniciales de constitución de la entidad y del instrumental el maestro no podía cobrar emolumento alguno. Una vez satisfechos estos débitos percibiría todo lo que se cobrase en las cuatro primeras actuaciones de la banda de música. Si la sociedad se disolvía, antes de comprar los instrumentos, todos los fondos existentes irían a parar a manos del profesor de música. Pedro Nicolau, no podrá abandonar la dirección de la academia musical  ni “separarse de la dirección y enseñanza de la música hasta tanto que esta de por si pueda aprender sin necesidad de maestro” . Sólo quedará exceptuado de este compromiso si tuviera que cambiar de residencia y abandonar la ciudad de Xixona.

El máximo órgano de la entidad era la Asamblea General de asociados que tenía el poder para admitir nuevos socios. La gestión administrativa de la entidad estaba en manos de la Junta Directiva, que debía imponer y cobrar las sanciones e incluso podría expulsar a los socios. Respecto a su composición solo sabemos que estaba formada, al menos, por el presidente, quien tenía la facultad de convocar la Asamblea General.

La Junta Directiva tenía la obligación de cobrar todas las sanciones a los socios “y no pudiendo lograrlo por los trámites regulares se les dan facultades amplias a cada uno de por si, para que judicialmente demanden y cobren las cantidades que se adeudasen; pues desde ahora se someten a la jurisdicción ordinaria”. La Junta Directiva tenía potestad para expulsar a cualquier miembro que haya tenido una actitud de “desobediencia obstinada”después de haber sido amonestado hasta en tres ocasiones.

La corporación musical podría hacer actuaciones en Xixona o fuera de ella. Para ello se debía convocar una asamblea de todos los músicos con el fin de exponer su predisposición a tocar, aunque si la actuación era fuera de la ciudad ningún socio estaría obligado a asistir, pero si no lo hiciera no recibiría remuneración alguna. Si la actuación era en la propia Xixona todos los músicos tenían que participar. El maestro debía de asistir a todas las actuaciones; en caso contrario sería sancionado con una multa de 100 reales de vellón. Para contratar las diferentes actuaciones la Junta Directiva comisionaría a uno de sus miembros, que tenía potestad absoluta para decidir los emolumentos a cobrar por la asociación musical. Inicialmente todo lo que se ganase con las actuaciones sería para el pago del instrumental. Una vez satisfecho este, una cuarta parte era para el director, otro cuarta parte para los fondos de la entidad y las otras dos cuartas partes se repartirían entre los músicos participantes. En caso de que un músico no pudiera asistir por enfermedad se le gratificará igualmente.

La entidad no se podía disolver mientras hubiera cuatro miembros con intención de continuar. En ese caso todo lo existente en los fondos sociales pasaría a sus manos.

Inicialmente suscribieron este contrato con el maestro de música un total de 14 educandos, de ellos 5 eran mayores de edad: Sebastián Asensi Bernabeu; Bonifacio Serra Planelles, 29 años, jornalero; Lorenzo Serrano Jerez, 28 años, jornalero; Antonio Sirvent Sarrió y José Tovarra Asensi. El resto eran menores de edad: Ceferino García; Ramón Iváñez Mira, 6 años; Juan López Martí, 15 años; Eduardo Mora Picó, 21 años; Fernando Planelles; Sebastián Planelles Coloma, 13 años; Vicente Selfa Filliol, 17 años y Gabino Sirvent.

La sociedad musical arrancó con un buen número de educandos y con buen pie. Con la finalidad de que el proyecto musical cuajara los padres de los futuros alumnos si eran menores de edad y los mayores de edad que quisieran aprender el arte de la música debían ir al notario para confirmar sus intenciones y obligarse a cumplir con el reglamento de la entidad. Así conocemos dos escrituras más: una realizada el 18 de marzo de 1854 y una segunda del 24 de mayo de 1855. Ambas fueron otorgadas por el notario Vicente Sala Planelles. El 18 de marzo de 1854 se comprometieron los padres de 6 educandos: Vicente Asensi Navarro, 15 años; Alejo Cano Zarriategui, 12 años; Victoriano Castelló Rovira, 9 años; Antonio Coloma hijo de Antonio Coloma Morant; Bruno García Jerez de 13 años y José Mira hijo de José Mira Soler.

El 24 de mayo de 1855 se obligaron 6 alumnos más: Esteban Filliol Verdú 13 años; Sebastián García hijo de Sebastián García Miquel; Antonio Jerez hijo de Antonio Jerez Sanchis; Sebastián Ibáñez Jerez de 17 años y Juan Sirvent Candela de 18 años. Ese mismo día también se comprometieron tres adultos: José Jerez Sanchis de 45 años, Francisco Mira Coloma y José Sanchis Monerris.

Si atendemos a los números y suponemos que inicialmente no se produjeron deserciones la cantidad de alumnos era al menos cuantiosa, 30. Poco a poco los jóvenes fueron aprendiendo el solfeo e incluso se llegó a comprar instrumentos  y uniformes, pero podemos afirmar que esta experiencia finalizó hacia 1858.

Fuente: https://madeinjijona.com

LA CRÓNICA MÉDICA

MIGUEL APARICI NAVARRO, CRONISTA OFICIAL DE CORTES DE PALLÁS

La ‘Crónica Médica’ era una revista quincenal valenciana, dedicada a la Medicina y a la Cirugía prácticas; que dirigían el Doctor Campá, Decano de la Facultad de Medicina, y el doctor Gimeno Cabañas.

En su número 176 de su octavo año (fechado a 5 de enero de 1885) especificaba en su sección de Circulares que: «…el cónsul de Orán comunica que desde el 27 del mes anterior no hubo ningún caso de cólera, por lo que se declaran limpias las procedencias desde dicho punto desde el 17 del mes actual…».

En su número siguiente (el 177, de 20 de enero), el doctor Amalio Gimeno firmaba un artículo con el encabezado de ‘La vacunación contra el cólera’.

Pero en el 182 (del 5 de abril), bajo el epígrafe ‘Crónica del Cólera’, se anunciaba que: «El cólera ha aparecido en Játiva…».

Y no será hasta el número 185 (20 de mayo) cuando el citado doctor Campá publique su artículo: ‘Crónica del cólera morbo’. Seguido, cinco páginas de la revista más adelante, por otro con el llamado de: ‘La Real Academia de Medicina de Valencia y el cólera’.

Ya en el siguiente (5 de junio) encontramos un anuncio publicitario del doctor Jorge Hayem, sobre el cólera morbo y el doctor Campá vuelve a ofrecer otra ‘Crónica del cólera morbo’.

Algo semejante a lo que aparece en el sucesivo (20 de junio), con una publicidad de conferencia sobre el cólera, del doctor Kochen, y un nuevo texto ‘Crónica del cólera morbo’, del susodicho Campá. En esta ocasión, acompañado de un ‘Cuadro-resumen de las invasiones’; con las ocurridas por causa del cólera morbo en la primera quincena de junio de 1885 en la provincia de Valencia (especificando: localidades, días y números de afectados). Y, a continuación, una reseña similar con el ‘Cuadro-resumen de las defunciones’. En el ejemplar de la revista 189 (de 20 de julio), reitera el doctor Campá su ‘Crónica del cólera morbo’ y se habla, en otro artículo, sobre la ‘Sanidad Militar’. Al tiempo que se recogen nuevos cuadros estadísticos (invasiones/defunciones), de lo habido en la primera quincena de julio.

En el siguiente volumen (de 5 de agosto), se repite el mismo esquema. Artículo del doctor y tabla, ahora con las estadísticas de la segunda quincena de julio. Con una nota relevante, indicando que decrece el número en Castellón y en Murcia pero que hace estragos en Cartagena.

En los 191 y 192 (del 20 de agosto y el 5 de septiembre) se vuelve a la misma tónica. Y, como curiosidad, por Real Decreto se prohíbe la matanza del cerdo.

Y en el 194 (de 5 de octubre) se presenta una ‘Memoria sobre el Hospital Militar para coléricos establecido en Monte-Olivete’, elaborada por los médicos militares José Aparici y Antonio Bernal. Así como las tablas correspondientes a la segunda quincena de septiembre y un estudio, del doctor Luis Murciano Agut, sobre la epidemia colérica en Segorbe.

En el 195 (de 20 de octubre) se destaca que el pasado domingo 18 de septiembre ha tenido lugar en la catedral de Valencia un solemne ‘Te Deum’, con motivo del fin oficial de la epidemia. Al tiempo que se menciona, como víctimas del cólera, a dos militares.

En el 196, el doctor Chavuveau aún diserta sobre “‘a inoculación preventiva del cólera’.

En el 197, se sigue hablando de la epidemia colérica en Valencia y, en el 198, del cólera en Francia.

Por último, en el quincenal número 212 (del 5 de julio de 1886) el Ministerio de la Gobernación hace públicos los siguientes datos: todas las provincias, excepto La Coruña, han sufrido la epidemia. Que causó estragos durante 330 días, habiendo empezado el 5 de febrero y concluido el 15 de diciembre. Fueron invadidos 338.685 individuos, de los que perdieron la vida 119.620. Destacando el número de fallecidos en Valencia (21.012), Zaragoza (12.788), Granada (10.285) y Murcia (7.376). Siendo las provincias con menos víctimas: Pontevedra (9), Lugo (16), Oviedo (29) y Orense (38). El dato final de la población, según censo, sometida a la epidemia ascendió a 6.575.641 de individuos y la población indemne a 10.396.739.

Fuente: https://www.lasprovincias.es

LOS DÍAS MÁS OSCUROS DE LA HISTORIA DE VALENCIA

FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA

El repaso de la historia de los valencianos es preciso que se haga, también, sobre episodios trágicos de epidemias. Que no suelen aparecer casualmente, sino asociadas a momentos de escasez, hambre o guerras. La imagen lúgubre de los «Cuatro jinetes del Apocalipsis» no es, por desgracia, una invención literaria. En todo caso es preciso aludir a cuatro escenarios epidémicos especialmente tristes: 1348, 1647, 1885 y 1918. Que, sin ser ni mucho menos los únicos, son los más significativos. Y que en los cuatro casos es preciso vincular a pandemias de carácter universal.

«L’any de 1347 fon l’any de la gran fam i pujà el cafis del forment 12 i 13 lliures en terra del rey d’Aragó». El «Dietari del capellá d’Alfons el Magnànim» preparó con estas palabras el escenario insólito de la pandemia de peste bubónica del año 1348, el de «la gran mortaldat, que fon la primera mortaldat i fon tan gran que en Valencia hi hague jornada en que moriren 1.000 persones», indica.

No se sabe qué fue antes, si el huevo o la gallina. El caso es que el hambre dio paso a las protestas contra los impuestos y las revueltas terminaron en guerra; que en este caso fue la de la Unión, en la que se enfrentaron los leales al rey Pedro el Ceremonioso o del Punyalet, con los coaligados bajo el nombre de Unión de Valencia y Unión de Aragón, donde se amalgamaban pueblos y ciudades con algunos nobles. Valencia se levantó contra su rey pero Xàtiva y Burriana, no. El monarca venció en la batalla de Mislata, a principios de 1348 y también cuando abolió los privilegios de la Unión en octubre.

La peste de 1648 se quiso conjurar expulsando a las prostitutas, pero no se consiguió evitar el azote y murió hasta el arzobispo

Sin embargo, todos, unos y otros, fueron derrotados a renglón seguido por la peste, que se enseñoreó por toda Europa matando a buena parte de la población. Es la famosa epidemia del «Decameron», la de la estampa de la muerte y la guadaña, la de los penitentes de la película «El Séptimo Sello», la pandemia de las pesadillas sobre la que los estudios aseguran que mató a cincuenta millones de personas en Europa.

El «Capellá d’Alfons el Magnànim» anota una docena más de epidemias muy duras en la Valencia brillante de los siglos XIV y XV. «Quasi la major de la gent fugí de Valencia. Feren provessons molt devotes», anota sobre la de 1478.

Cambio de clima y peste

La llamada «pequeña edad del hielo» es un episodio de enfriamiento climático que está comprobado por numerosos estudios y algunos atribuyen a una serie de erupciones volcánicas que entorpecieron la llegada normal de las radiaciones solares. El asunto es que en siglo XVII comenzó a apreciarse una radicalización de los episodios meteorológicos, hizo más frío de lo normal y las cosechas se tornaron de malas a catastróficas. El llamado «mínimo de Maunder», cuando las manchas solares casi desaparecieron, no fue, según los científicos, la mejor contribución a un clima sereno. El profesor Armando Alberola, que estudió los dietarios valencianos bajo el prisma del clima, señala más de 30 riadas del Turia en los siglos XVI y XVII y veintitrés nevadas en la ciudad entre 1600 y 1629. En 1628 apareció la peste en Europa, que rebrotó en 1621. Y en 1647 y 1648 Valencia sufrió una epidemia particularmente brutal. El cronista Gavaldá anotó detalles escabrosos que sin embargo nos ayudan a reconstruir el ambiente: la primera medida que adoptó el Consell de la Ciutat fue expulsar a las prostitutas de Valencia. Luego tendrían que obligar a los presos a retirar los cadáveres de las calles.

Es la peste de la serie televisiva del mismo nombre, que a Sevilla le llegó un año después. En Valencia entró por el puerto, directamente importada de Argel: el hospital de emergencia lo instalaron en la calle Troya y se intuye que el cementerio improvisado quizá esté por el barrio de Jesús. Murió el arzobispo, murió gente muy importante y creció la devoción a la Virgen de los Desamparados: entre 1652 y 1667, Valencia levantó lo que es la actual basílica de su Patrona.

Fuente: https://www.lasprovincias.es

DOMINGO, 29 DE MARZO. DECIMOQUINTO DÍA. TERCER DOMINGO

Francisco Perez Puche. Foto de Juan J. Monzó

FRANCISCO PÉREZ PUCHE, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA

Calma chicha.  Tercer domingo de encierro. Sin poder salir demasiado. Sin poder hacer unos kilómetros e ir a ver, antes de que vuelva el frío, cómo andan las habas, qué pasa en la guerra entre las lechugas y los pájaros, y cómo el riego está cumpliendo con su obligación y llega a todos los rincones previstos. ¿Habrán prendido los rosales? Echo en falta tocar los brotes verdes de la higuera y me intriga ver si en aquellos troncos desnudos que quedaron tras la poda se está cumpliendo la ley del esfuerzo que hace que aparezcan yemas diminutas que en pocos días se transforman en hojas.

Hay quien tiene la suerte de vivir con el huerto junto a la casa habitual. Hay quien tiene, encima, la suerte de tener en casa a un nieto y enseñarle el milagro de las alcachofas y las habas. Dedicar la mañana de un domingo al huerto, observar el renuevo primaveral, la acometida de unas plantas que cumplen con el calendario… eso es cualquier cosa menos un confinamiento.

Ayer por la tarde, el presidente del Gobierno anunció la suspensión del trabajo “no esencial” hasta el 9 de abril. Los periodistas se apresuraron a preguntarle por la raya divisoria entre lo esencial y lo no esencial y llegaron enseguida a la respuesta que querían: la prensa, los medios de comunicación, son esenciales. El periodismo es necesario, más que nunca, para que no falte información.

Se persigue, sobre todo, parar la construcción durante un par de semanas. Se pretende, sobre todas las cosas, evitar que durante ese periodo de vacaciones que en Madrid y en otras regiones comienza el 3 de abril, el viernes de Dolores, no se produzca el éxodo de costumbre. Se intenta conseguir que la mayor parte de la población siga en casa hasta al menos el domingo de Pascua, 12 de abril. Es un mazazo brutal a la economía, es una verdadera tragedia; pero tiempo habrá de recuperar lo que se pueda. Los trabajadores obligados ahora a quedarse en casa lo que harán es recuperar horas a lo largo del año; o comerse las vacaciones de verano, algo que la mayoría va asumiendo poco a poco, mientras asimila la realidad.

Mientras tanto, crece el malhumor. La crítica popular al gobierno es ya una bilis que se extiende, con fundamento desde luego, pero sin sentido práctico alguno en medio de unas cifras de epidemia que todavía no se doblegan como se espera. Será en abril, en los primeros días, nos dicen. Y en eso estamos, esperando…

Mientras tanto, la gente observa. Y compara cifras universales. Estados Unidos, China, Alemania, Italia y Francia, Corea del Sur… ¿Dónde estaban más preparados? ¿Dónde hay más disciplina, más rigor, más ciencia disponible, más previsión? El debate va a hacerse eterno. Y esta Europa, evidentemente dividida, no da muestras de ser la tabla de salvación que se necesita en casos así.

Fuente: https://fppuche.wordpress.com/