JOSÉ SALVADOR MURGUI, CRONISTA OFICIAL DE CASINOS
En recuerdo de la procesión a la Patrona de Villar del
Arzobispo.
HACED QUE NOS DE PAZ DIOS,
MADRE DE LA PAZ MARÍA.
Si tanto os debe el Villar,
Virgen triunfante y gloriosa,
acogednos amorosa
cuando os vamos a buscar.
Ya que el pueblo en vos confía
no lo desechéis de vos.
Pues la paz al mundo envía,
María, el cielo por vos,
haced que nos dé paz Dios,
Madre de la Paz, María.
Cae la tarde, el día fue intenso, las calles vacías conducen
al templo.
La iglesia repleta, aguarda en silencio, las puertas
cerradas, custodian el tiempo.
Anderos sentados, orantes con tiento, aguardan pacientes la
hora del sueño; medallas al viento, callado momento, en que el agua bendice, la
esencia del hecho.
Advierte con gracia, el Pastor del pueblo: “La Paz, os
espera, corazón abierto, no hay día ni hora, siempre es buen instante, acudir a
la madre, con pena o con gozo, con triste lamento, para estas fatigas dejar en
su suelo…” Y así se prepara el ansiado encuentro.
Ya sale la Imagen, ya va por el pueblo, las calles calladas,
rompen su silencio. Los ecos del aire se vuelven contentos, ricas melodías
envuelven el cielo, y LA PAZ camina, bailando con tiento, se rompe el silencio,
se ilumina el cielo, los truenos no cesan de rasgar el viento.
En calma la noche, ni el aire, ni el frío, apagan las velas
que alumbran el suelo, y LA PAZ avanza, mirando en respeto, las almas que
buscan su paz en su tiempo. Enfermos dolidos, problemas eternos,angustias
calladas, y penas marcadas, encuentran consuelo al ver que les llega LA PAZ,
socorriendo…
Pasa por las calles, encuentra a su pueblo, y en ese diálogo
que atardece el cielo, LA PAZ va llegando de nuevo a su templo. Los fuegos
proclaman que el tiempo es certero, anuncian el fin, de tan gran paseo,
arrecian los himnos, aplausos sinceros, y LA PAZ avanza, buscando su asiento.
Brazos levantados agarrando el trono, hombres poderosos con
orgullo interno, de llevar en sus hombros a LA PAZ DEL CIELO; cantos muy
selectos, voces afinadas coronan tu encuentro; ojos lacrimosos, mentes en
silencio, contemplan dichosos ese gran momento…
Están todos quietos, pendientes del pelo, del manto y corona
luciendo en exceso… mientras el silencio se adueña del pecho, pensando que
aquello define el momento, y el silencio cesa, aclama contento, el grito
dichoso perfumado incienso, que dice arrogante, clamando muy cuerdo, y todos
exclaman con fuerza, un sereno compás, la frase heredada, por todos amada, ese
grito que proclama que viva, y que ¡VIVA, LA VIRGEN DE LA PAS!