Arxiu diari: 22 de desembre de 2019

TIERRA DE REFERENTES: EL LABRADOR

FRANCISCO A. CARDELLS-MARTÍ, CRONISTA OFICIAL DE MELIANA

De pequeños escuchábamos con atención los cuentos de hadas y tradiciones orales que contenían historias reales o ficticias sobre nuestro pasado. En ese relato percibíamos la fuerza de una serie de personajes descollantes, estereotipados tal vez, que de modo épico representaban algo más que ellos mismos, porque eran portadores de valores eternos que queríamos copiar.

Sacados del terruño se levantaban orgullosos para ser modelo o referente de los demás. Así, un caballero valiente, una doncella hermosa o un rey prudente y justo, podían ser nuestro referente simbólico, seres eternos en nuestro imaginario.

Cada territorio hispánico ha tenido sus referentes, caso de los navieros vascos, los mercaderes catalanes o los bandoleros andaluces por poner algunos ejemplos. En el Antiguo Reino de Valencia fue el pulmón de la huerta el que garantizó unos ejemplos únicos como referentes del comportamiento social y cultural, surgiendo como una apoteósis pirotécnica la figura del llaurador valencià.

Libre como un gorrión o teuladí para madrugar todos los días; artesano como un velluter para trabajar con esmero la tierra y obtener resultados espectaculares; luchador en campo abierto ante las brozas y zarzas como un soldado en el campo de batalla; naturalista para amar a su perro doméstico, el gos rater, su gato y especialmente su caballo de carga y labranza, llamada haca, como uno más en la familia.

Así, el labrador o llaurador de l’Horta Nord, se convirtió en un modelo o referente para el conjunto de la sociedad, transmitiendo sus valores al resto. Artífice del trabajo artesanal sobre el campo, lo modela desde los albores de la Edad Media con un conjunto de herramientas o aïnes de l’Horta que generan una microespecialización productiva. Este repertorio de aperos de labranza constituye un filón cultural de la denominada cultura del forcat o del arado Llegones, aixades, picoles, cabasos, saries€

Además, el regadío, surgido de la etapa romana, se perfeccionó con una legislación excepcional «en temps de moros» y se amplió en su red con privilegio real en la Edad Media. Todo ello le permitió levantarse sobre la comunidad local como un gigante para ser el garante del loch, porque al disponer de las parcelas tenía derecho a su riego, consolidándose esto en los lugares donde se recibían las aguas medianas o de mijans procedentes de la Real Acequia de Moncada a diferencia de los de abajo y extremales, que tenían las de perder en caso de sequía.

Estos pueblos de l’Horta Nord, en particular las que aprovechan los derrubios fluviales del Carraixet y sus barrancos secundarios, disponían de las mejores tierras y las mejores aguas conformando un marco idílico natural con una explotación agronómica plurisecular que a pesar de los cambios actuales aporta un legado testimonial único de nuestra forma de vida.

Así, de Moncada hacia abajo, hacia la playa, nos encontramos con Alfara, Carpesa, Vinalesa, Bonrepós i Mirambell, Almàssera, Alboraya, Meliana, Foyos, a las que cabría añadir Massarrojos, Borbotó, Benifaraig i Poble Nou. Desgraciadamente parte de estos pueblos, concretamente los últimos, forman parte de una Horta Irredenta, agregada por el peso de la capital valentina hace ahora unos cien años.

Sin embargo, fueron lugares mayoritariamente de realengo porque desde la llegada del Rey Jaume I el Conqueridor se quiso preservar para sí el potencial de estos pueblos embrionarios y no donarlos a titulares señoriales. Unas cruces de piedra, en mayor o menor medida, advertían del valor de aquel parcelario que excedía lo económico, a modo de mojones históricos de un perímetro único.

En mayor o menor medida estos son los pueblos principales que aportaron la figura del labrador valenciano, con su indumentaria, su caballo de labranza y sus aperos tradicionales, pero sobre todo con su espíritu luchador y expresión artesanal. Siglos más tarde, poetas (Llorente), literatos (Blasco Ibáñez) y artistas pictóricos (Agrasot, Sorolla) quisieron recrearlo al percibirse que su referencia era ya más folclórica que real y casi tocaba a su fin.

Ahora, el olvido del legado de nuestros mayores, la falta de competitividad del campo valenciano, la recalificación y especulación sobr el suelo en el área metropolitana, el carente relevo generacional del labrador, la falta de apoyo institucional y la competencia económica desleal, han hundido el que fue el principal referente histórico del pueblo valenciano.

Fuente: https://www.levante-emv.com