Arxiu diari: 8 de desembre de 2019

CIUDADES POR DERECHO PROPIO


Calle del casco antiguo de Xixona, la localidad más pequeña de la provincia con título de ciudad. PILAR CORTÉS

Municipios con honores. El término «ciudad» se asocia de forma habitual a grandes núcleos urbanos, pero hay localidades que tienen esta distinción de manera oficial. La posesión de este título no está ligada a la población actual, sino a su importancia en épocas pasadas o a algún avatar muy concreto de su historia. Catorce municipios de la provincia tienen esta categoría, que supone un motivo de orgullo para sus vecinos.

El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define la palabra ciudad en primer término como «Conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas», y en segundo como «Lo urbano, en oposición a lo rural». Hay, sin embargo, otra definición que puede contradecir las anteriores: «Título de algunas poblaciones que gozaban de mayores preeminencias que las villas». Y es que para tener este rango no es necesario que se haya llegado a una cifra concreta de población, y sí es posible que la agricultura tenga un peso destacado en la economía local. Hay ciudades que lo son porque, sencillamente, algún episodio de su historia las hizo ser distinguidas con tal consideración.

En la provincia de Alicante son 14 los municipios con la categoría de ciudad. Entre ellas están la capital y localidades importantes como Elche, Alcoy, Orihuela, Torrevieja, Elda, Dénia, Villena, La Vila Joiosa y Novelda. Sin embargo, Benidorm y San Vicente del Raspeig son villas, al igual que la mayor parte de las poblaciones medias. Y, entre éstas, algunas ni siquiera tienen este rango, sino que son «lugares», como ocurre con El Campello. Por el contrario, Xixona y Castalla son ciudades pese a estar por debajo de los 10.000 habitantes, al igual que Monóvar y Callosa de Segura, que tampoco alcanzan los 20.000.

La concesión del título de ciudad a una población era una gracia real que reconocía su importancia estratégica o económica, o bien algún comportamiento por parte de sus habitantes considerado heroico. Con el tiempo evolucionó más a una cuestión honorífica, y a día de hoy tiene un carácter plenamente simbólico. Eso sí, el hecho de poder definirse públicamente como «ciudad» supone en general motivo de orgullo local.

La ciudad más pequeña de la provincia es también una de las más antiguas. Felipe V concedió esta distinción a Xixona en 1708, en reconocimiento a su lealtad en la Guerra de Sucesión, al tiempo que abolía los fueros del Reino de Valencia. Además, tal y como señala el CRONISTA OFICIAL DE XIXONA, BERNARDO GARRIGÓS, le dio los títulos de Muy Leal y Fidelísima, la erigió como cabeza de corregimiento, le otorgó la custodia y defensa del castillo de Santa Bárbara de Alicante y dio a sus vecinos licencia para llevar armas, entre otras prebendas. «Ahora se ha perdido la importancia que antes implicaba esto, pero entonces debía impresionar mucho».

Otro de los privilegios concedidos a Xixona fue la donación del castillo a la población, «pero no se reconstruyó, que era lo que se pedía», añade GARRIGÓS. Algo similar a lo que ocurrió con la reconstrucción de La Torre de les Maçanes, pueblo entonces bajo su jurisdicción y que había quedado asolado durante la guerra: se dio a Xixona la facultad para reedificar la población, pero no se ordenó que la costearan Alcoy y Penàguila como represalia de guerra, como se había demandado. Con todo, el cronista destaca la relevancia que alcanzó Xixona, un tanto diluida en la actualidad con la pérdida de población. «A muchos le suena raro que seamos una ciudad», comenta.

Pujanza y visitas reales

La concesión del título de ciudad a Castalla también responde a motivos bélicos, aunque con mucho retraso. La población fue escenario de dos batallas durante la Guerra de la Independencia, en 1812 y 1813, «las únicas que se produjeron en esta zona», señala Juan Francisco Mira, miembro del Centre d’Estudis Castelluts, grupo de investigación local. Desde entonces, los prohombres de la villa demandaron alguna compensación, que no llegaría nada menos que hasta 1890, en la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena, madre de Alfonso XIII. «Debió mediar la influencia de personas con peso social», señala Mira.

Una placa en el Ayuntamiento recuerda la concesión a Castalla del título de ciudad, denominación que luce en el escudo local, junto con los títulos de Muy Noble, Fiel y Leal, otorgados en este caso por Felipe V también como signo de fidelidad. El hecho de ser ciudad no se utiliza a día de hoy como reclamo turístico en sí mismo, aunque entre los vecinos de la capital histórica de la Foia la distinción adquiere mucha relevancia porque denota una notable importancia en el pasado.

A partir de mediados del siglo XIX, y con la excepción de este caso de Castalla, la elevación de un municipio a la categoría de ciudad obedeció siempre a motivos económicos y demográficos. La «Gaceta de Madrid», antecesora del Boletín Oficial del Estado (BOE), resaltó por ejemplo las excelencias industriales y culturales de Alcoy y Elche al publicar la concesión de sus respectivos títulos, en 1845 y 1871. Ocurrió lo mismo con Monóvar, ya en 1900: el texto, muy breve, justifica la decisión «teniendo en cuenta su aumento de población e importancia agrícola e industrial». Con 10.000 habitantes, era entonces la principal localidad de la actual comarca del Vinalopó Medio y cabecera de partido judicial.

El CRONISTA OFICIAL MONOVERO, MARCIAL POVEDA, incide en que los albores del siglo XX fueron «un momento de gran pujanza económica», sobre todo gracias al cultivo de la vid y la producción vinícola, pero también con el auge de las industrias del calzado y el mármol, a la que se sumaría poco después la del jabón. Era además un momento álgido para toda la comarca, puesto que Novelda y Elda también fueron proclamadas ciudades en 1901 y 1904, respectivamente, por los mismos argumentos que Monóvar.

Casi 120 años después de adquirir esta máxima categoría, Monóvar apenas tiene 2.000 habitantes más. Con una cierta desazón aunque sin perder el sentido del humor, POVEDA se pregunta «qué ha pasado para que nos hayamos estancado» desde mediados del siglo XX. El título de ciudad también aparece reseñado en el escudo local; no obstante, aunque en la población es conocido este rango, el cronista cuenta que en la vida cotidiana tiende a olvidarse porque «lo habitual es que los de aquí nos refiramos a ‘el pueblo’, pero somos una ciudad y es muy importante que se nos reconozca como tal».

Las localidades del Vinalopó Medio no recibieron una visita real, pero sí fue ése el caso de La Vila Joiosa, a donde acudió Alfonso XIII el 13 de febrero de 1911 para poner la primera piedra de lo que luego sería el Trenet de la Marina. La localidad preparó de manera concienzuda unos grandes fastos para este acontecimiento, tal y como explica el archivero municipal, Albert Alcaraz, en un artículo publicado en 2010: las calles se engalanaron y se sirvió una comida de lujo para la época. El monarca reconoció el agasajo apenas dos meses después: en abril, la «Gaceta de Madrid» publicaba la designación del municipio como ciudad. En 2011 se conmemoró el centenario con actividades a lo largo de todo un año, como conferencias, exposiciones y la edición de un libro.

Pero si para La Vila el título de ciudad fue un logro, para Callosa de Segura puede calificarse de hazaña. No estaba previsto que Alfonso XIII visitara la localidad el 4 de abril de 1925, pero sabiendo que iba a pasar por allí camino de Alicante tras una visita al campo de Orihuela -la carretera general atravesaba el casco urbano-, se preparó un recibimiento que hizo parar a la comitiva real. El monarca fue obsequiado con unas botas de cáñamo -para que las utilizara cuando fuera a cazar- e invitado a entrar en la iglesia de San Martín. Apenas estuvo unos minutos en el municipio y de forma improvisada, pero siete meses después, el 7 de noviembre de 1925, Callosa fue elevada a ciudad.

En el texto se reconoce «el gran desarrollo de su agricultura, industria y comercio, su acendrado patriotismo y constante adhesión a la Monarquía». El CRONISTA OFICIAL CALLOSINO (CALLOSA DE SEGURA), MIGUEL MARTÍNEZ APARICIO, señala que «se quería dar una imagen moderna» en un momento de prosperidad económica, «y que el título de ciudad la ofrecía». A día de hoy, destaca, es algo «muy asumido» para la población, que refleja «una época de esplendor» en la que se edificaron instalaciones como el mercado de abastos o el matadero.

Fuente: https://www.diarioinformacion.com

‘ALZIRA, AYER Y HOY’ BODAS DE ORO EN EL LLUCH

Por: AURELIANO J. LAIRÓN PLA, CRONISTA OFICIAL D’ALZIRA– Crónica nº 110 leída por el propio autor

“Alzira, ayer y hoy” es una colección de crónicas publicadas en su día en el periódico “Las Provincias” en las que Aureliano J. Lairón Pla, cronista oficial de la ciudad de Alzira y archivero municipal nos acerca a la gente, raíces, historia y costumbrismo de nuestro pueblo.

Si Lairón no hubiera tenido la inquietud y preocupación por recuperar ciertas historias y tradiciones, muchas de estas hubieran desaparecido poco a poco con la tradición oral.

Como bien dijo en su día la artista Elena Negueroles, “Leer, y en este caso escuchar, a Aureliano Lairón es lo más parecido a una larga y agradable sobremesa conversando con un amigo”.

Periódicamente, en el diario digital El Seis Doble, el propio autor irá desgranando esta Alzira de ayer y hoy.

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Fuente: http://www.elseisdoble.com

LA COFRADÍA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

Dentro de la historia de Torrevieja apenas se ha prestado atención a las cofradías o asociaciones religiosas. La importancia de las mismas, como vehículo para la participación del seglar en el complejo mundo eclesiástico, merece una mayor profundización en su conocimiento.

La variedad de matices que las acompañan facilitan un mayor acercamiento al hombre, en su manera de sentir y de vivir en los comienzos de Torrevieja, como población y como villa, en la que la lucha por el poder económico y social estaba presente, no dejando de perder privilegios, ni influencia espiritual, social, económica y cultural, sobre todo a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX, circunstancias en las que el poder civil buscaba el control y entrar en la fiscalización sobre las propiedades eclesiásticas, situación que no llegó a darse en la población ya que administrada en sus primeros años por la Corona propietaria de las salinas, dándose situaciones en que al clero le preocupaba la exclusividad de las fuentes de ingresos económicos.

Las cofradías como asociaciones de fieles con fines religiosos facilitaron la participación de éstos en la Iglesia. Con lo que se nos pone de manifiesto la posibilidad del estudio de las relaciones entre ellos y los eclesiásticos, sobre todo con la parroquia de la Inmaculada Concepción, al no existir en aquella época otros estamentos u órdenes.

Entre sus aspectos en referencia a Torrevieja, enmarcando este modelo de asociación dentro de la Iglesia, bajo su autoridad y con fines diversos, predominan fundamentalmente los piadosos, en los que para su comprensión y evolución recomiendo la lectura del libro «Tres cofradías de Torrevieja. El Santísimo, el Rosario y Las Ánimas», obra del erudito amante de todo lo de esta tierra, José Antonio Linage Conde, cronista oficial de Sepúlveda: la cofradía del Santísimo, que tuvo su existencia en Torrevieja entre los años 1791 y 1919; la Archicofradía del Rosario, entre 1795 y 1933; y la cofradía de las Benditas Almas, entre 1813 y 1873. Las tres cofradías formadas en los albores del siglo XVIII y principios del XIX, en Torrevieja, un municipio enclavado en el sureste español, que en aquellos años trazaba las primeras líneas de su historia con la construcción de sus primeros hogares, la llegada de sus primeros vecinos y la fundación de sus primeras sociedades místicas.

Es en la segunda mitad del XIX cuando se forma la cofradía de la Inmaculada Concepción, fundada en la villa de Torrevieja y aprobada por Pedro María Cubero López de Padilla, obispo de la diócesis de Orihuela, por decreto de 15 de marzo de 1864, año en fueron impresas sus cédulas de admisión en la imprenta oriolana de Antonio Payá; y en la que se lee:

«Los abajo firmantes admitimos en esta cofradía la Inmaculada Concepción a [?] [?] [?], para ser participantes de todas las gracias, bienes y ventajas espirituales, en la Madre de Dios concede a sus devotos.

Y para ser participe de las buenas obras de los demás Cofrades, quiero ser admitido para obsequiaros y transmitir vuestra devoción á quien pueda; y para ello se omitiré medio en cuanto me sea posible.

En vista de ello aboné la cantidad de ocho reales por admisión y cuatro por cada año, para poder solemnizar vuestras festividades, según lo previene el Reglamento.

Torrevieja [?] de [?] de 186[?]

[Lo firman]

El Presidente, Francisco Sarrió, cura

Mayordomo 1º, Mariano Talavera

Secretario, Josef García López»

Le siguen en letra impresa las «Oraciones que han de rezar los cofrades de la Purísima Concepción de la villa de Torrevieja, según los estatutos de la Cofradía».

Los rezos consistían en: Una oración para el día en que se inscribían los cofrades; una súplica diaria; una oración para ofrecer la corona en los días de las festividades de la Virgen Inmaculada; al igual que unas jaculatorias en acción de gracias en memoria de las cinco letras que se compone el Dulce Nombre de María.

A los cofrades de la Inmaculada Concepción le eran concedidas las siguientes indulgencias: cuarenta días en el día que se inscribían en la cofradía, si confesados y comulgados rogaban por las necesidades de la Iglesia; cuarenta días por la oración que se decía en el día que se inscribían; cuarenta días por cada vez que se rezara la corona en sus festividades; cuarenta días por cada misa que oyeran los sábados, y otros cuarenta por cada Jaculatoria; cuarenta días por cada sábado que ayunaran en honor a la Virgen, como también las vísperas de sus festividades; y cuarenta días por llevar la corona con la medalla de la virgen.

En el año 1870, se volvía a imprimir, esta vez en la imprenta de Antonio Molina, en Murcia, otro nuevo libro de oraciones para los cofrades de la Purísima Concepción de la villa de Torrevieja.

Fuente: https://www.diarioinformacion.com