ANTONIO GASCÓ, CRONISTA OFICIAL DE CASTELLÓ
En mis lejanos días de niñez, vividos en la entrañable calle Mealla, era frecuente ver a un personaje acompañado de un borriquillo (de cuyo lomo pendían sendas tinajas) que pregonaba vociferado su mercancía: «arrop i tallaetes (sic)!!!!». Vamos, una estampa digna de los pinceles de Puig Roda. Han pasado casi 70 años de aquello y parece que hayan pasado más, a juzgar por la metamorfosis de los tiempos cibernético-tecnológicos.
EL PRODUCTO que vendía aquel buen hombre no era otro que un denso y oscuro mosto acaramelado, muy empalagoso, en el que nadaban trozos de calabaza y que a la chiquillería nos encantaba. De hecho, a este cronista su sabor siempre le ha generado un reflejo condicionado, retrotrayéndole a aquellos días perdidos de un Castelló agrario con aire más de pueblo que de ciudad.
El referente del paso de los años se advierte también en que cada vez se hacía más difícil adquirir este dulce, al extremo que tan solo en las ferias medievales que, en ocasiones, florecen en las localidades de nuestras comarcas, se puede comprar algún envase.
Sin embargo (y también es un referente del paso del tiempo), el otro día me dio por navegar en internet y tras escribir en Google «Arrop i tallaetes», me encontré con algunas empresas que venden el producto on line.
Posiblemente algún lector diga que me desayuno muy tarde y tendrá razón, pero, la verdad, es que me dejó muy satisfecho mi búsqueda, al extremo que ya puedo deleitarme, cuando quiera, con mi inocente capricho.