JOSÉ LUIS LURI. Entrevista
Días atrás, Joan Josep Cardona Ivars (Benissa, 1944) presentaba ante el Ayuntamiento de Benissa su renuncia formal como Cronista Oficial de la Villa. Este simple acto administrativo puso punto final —que en sí es un punto y seguido ad libitum del ejecutante— a una larga labor de medio siglo en la digna e impagable tarea de documentar, reseñar y difundir los valores históricos, etnográficos y espirituales de su Benissa de cuna. Impagable e impagada tarea si no se contrapone a ella valor y calor por medio del reconocimiento de las instituciones y de todos los benisseros. Si algo supieron ellos de sus propias raíces humanas, si algo alcanzaron a conocer sobre las señas de identidad de su mismo pueblo, fue gracias al abnegado y dilatado trabajo de su cronista.
En esta extensa entrevista para La Marina Plaza, Joan Josep Cardona ofrece una visión de Benissa en el tiempo y comparte las vicisitudes y rasgos de su propio trabajo divulgador. Más allá de sus anales, el cronista cesante deja un sobresaliente legado documental y bibliográfico que, sin duda, abrirá paso obligado y rutas firmes a los afanes de los estudiosos e investigadores del futuro. De momento y por muchos años, ya cuentan estos con la asistencia presencial del mestre Cardona para las transmisiones inter vivos que se encarten. ¿Razón social?: en ese niu d’ocells (de pardals també) que constituye el pequeño gabinete de don Juan de Pla Molins, en alto y con vistas sobre La Perereta, la carretera y el Penyal. Razón encuentren todavía en ese chiscón de La Costa que sigue siendo un universo íntimo para el diálogo socrático, la tertulia literaria y el conciliábulo colegial. Piamos ahora para el siglo desde aquel nido:
¿Cómo se queda el cuerpo y el alma tras cincuenta años de labor como cronista de tu pueblo?
Mi primera sensación es la de tranquilidad. Te liberas de la responsabilidad del día a día, que es la de recoger todo lo que está ocurriendo en tu pueblo, sobre todo aquellas noticias que no tienen importancia para ser publicadas en prensa. Son cosas insignificantes que siempre tendrán valor para la gente sencilla que ama a Benissa. También cartas, pequeños documentos que pasan inadvertidos, pero que sirven para contextualizar el trabajo del historiador si este lo considera interesante. No son las crónicas de Montaner o de los cronistas antiguos, que dan detalles que a un observador actual le pasarían desapercibidos. Creo que la misión del cronista no morirá. La alegría es el descanso de la obligación; tú puedes seguir siendo cronista hasta que te mueras. Te queda la satisfacción del deber cumplido con honestidad, con amor, con rigor y respeto a la verdad.
¿De qué forma nació esta vocación tan personal?
Desde niño tuve la necesidad de escribir relatos y contar lo que sucedía. Siendo ya estudiante, publiqué un periódico de dos hojas de libreta. La figura de mi padre fue trascendental para mi formación. Además de padre era maestro. Tenía una academia en la que impartía latín, griego y religión, y posteriormente literatura. El rigor de mi padre, para con él y los demás, crea huella. En casa siempre ha habido biblioteca, bien donde vivo, que era la casa de mosén Francisco, en la que había una biblioteca decente pero eclesiástica, y la del pueblo, que era de mi padre, la propia de un docente. Con este cuerpo documental a mano surge pronto el interés y te aficionas a la lectura. Especialmente si tienes acceso a dietarios, algunos en distintas lenguas, entre ellas el hebreo. Posteriormente encontré buenos maestros, como el impagable testimonio de don Vicent Martínez Morellá o de don José Martínez Ortiz, personas que ahormaron mi afición, la canalizaron. Don Vicent venía y reunía a jóvenes de la comarca para que viéramos la universidad desde nuestro pueblo; nos ofrecía clases magistrales y nos introducía en una normativa a la hora de realizar nuestros trabajos. Así nacían los cronistas de pueblo, quienes sumaban a su formación un elemento autodidacta.
Entonces tú eras un joven en aquella España franquista que iniciaba tímidamente su apertura…
Mis primeros trabajos como cronista son pecados de juventud (risas). A veces he sentido la tentación de cambiarlos por cuestión de estilo. No los toquemos. Es lo que tú sentías en aquel momento. Con sus anacronismos e imperfecciones, tienen el encanto del candor juvenil. Su valor histórico está ahí, los datos. Tuve la suerte de encontrar el librito del Padre Manuel Fabregat, con defectos como historiador pero perfecto como cronista en el relato de la Benissa de su tiempo. Descubres un mundo nuevo. También contaba con las gacetillas que confeccionó el primer cronista de la villa, el maestro don Jordi Valor, que se publicaban en periódicos. Estuvo él unos tres o cuatro años en el puesto. Ya en 1968 o 69, los ayuntamientos recibieron una orden gubernativa para la creación de un consejo inter comarcal destinado a dar respuesta a la realidad turística que se avecinaba. Además de la preocupación por temas como el urbanismo o la sanidad, entre otras necesidades e infraestructuras, se buscaba diseñar unas líneas maestras que preparasen a la sociedad anquilosada de aquel tiempo. Este estudio precisaba de unas informaciones de tipo histórico y geográfico de las distintas localidades.
Y aquí entraste tú, supongo, en tus primeros pasos como estudioso local…
En aquel entonces, Joaquín Colomer Escoda, que era concejal de Cultura del ayuntamiento, buscaba a alguien para que se encargara de escribir esas reseñas. Yo, que era muy joven, empezaba a escribir algunas notas en el semanario La Marina o en Información de Alicante, Levante o Las Provincias de València y, por ello, recibí el encargo de confeccionar estos trabajitos sencillos, muy rudimentarios, pero que ilusionaron a todos y tuvieron continuación. De esta forma sustituí, encantado, al anterior cronista: la vanidad de un jovencito desconocido (risas). Entonces no había universitarios en Benissa y la figura del cronista se encontraba muy valorada. Ingresé en la ASOCIACIÓN DE CRONISTAS DEL REINO DE VALÈNCIA, una entidad romántica llena de gente sana y amable. Nos reunimos todavía cada dos años para presentar e intercambiar trabajos.
Algunas de las fuentes documentales de las que bebe un cronista siempre estarán ahí: bibliografía, archivística… pero ¿qué me dices del indispensable trabajo de campo, de la entrevista en la búsqueda del testimonio oral? Tú labor en este aspecto ha resultado ímproba.
Siempre he dicho a los jóvenes universitarios benisseros que el trabajo de campo es muy importante. En mi caso, he llegado a tiempo. El oraculo vivae vocis ofrece muchísima información que sin la entrevista desaparece. Si has tenido que trabajar con un sujeto dialectal que vivía en el campo, este te ha llevado a un yacimiento arqueológico desconocido que ha podido estudiar posteriormente el especialista. De la entrevista puede surgir una documentación que se te facilita, copiada o fotografiada, en papeles íntimos custodiados celosamente por las familias y que el cronista rescata. Este material proporciona un fondo de saber riquísimo que complementa a otras fuentes. Muchos de mis informantes han muerto y con ellos sus testimonios. Este trabajo de campo es laborioso y en ocasiones, además, el entrevistado no desea que su voz permanezca en una grabación porque se siente hurgado en su intimidad. Un trabajo que no podría haber realizado sin testimonios orales es el de la vida en la partida de Pinos. Realicé muchísimas entrevistas y las personas se entusiasmaron mucho. Mi trabajo puso en valor lo que ellas pensaban que no tenía valor ninguno: la realidad social de una gente de gran calidad humana, de una enorme sensibilidad. Pudimos demostrar que, a pesar de dos siglos en aislamiento físico, ellos habían sido benisseros superiores, gente abierta, gente que había viajado por el mundo, gente que había demostrado tener mucho más conocimientos que algunos que se consideraban el non plus ultra del pueblo.
¿Cuáles son las señas de identidad que arrastra Benissa como sociedad? ¿Cuál es su huella histórica a lo largo de los siglos? ¿Cómo son los benisseros?
Tengo una obra sin publicar que trata sobre este tema en profundidad: Temes d’Etnografia benissera. En este trabajo hago una reflexión de cómo es el benissero. No se puede entender nuestro carácter si no se tiene en cuenta el gran componente agrario. Existe todavía en nuestra gente la necesidad de sentirse ligada al terruño, a la caseta de camp, al bancalet. Tendríamos que remontarnos a la partición de nuestro término, ya en tiempos de Jaume I, para empezar a comprender el proceso. Fueron finalmente diez o doce familias las que detentaron todo el poder agrario a través del mayorazgo: tierras indivisibles hasta bien entrado el s. XX. Este terrateniente se siente un poco responsable de la situación social de un pueblo, el suyo, formado por algunos labradores y muchos jornaleros. Por ello, crean escuelas, hacen obras de beneficencia, dan jornales… Sería impensable la realidad urbana de Benissa si no hubiésemos contado con la preponderancia de unas familias que tenían acceso a estudios y formación superior, grupos caritativos de una religiosidad muy marcada. Sin ellos no se podría haber construido la iglesia antigua ni la moderna actual, nuevas calles y plazas; no se podría haber hablado de obras de arte ni de la construcción del convento. Estas familias se adelantaban y el pueblo las seguía. Incluso otras familias más modestas intentaban emularlas, dando educación a los hijos o tratando de adquirir un trozo de tierra para independizarse.
En Benissa ha existido siempre una clase labradora no muy amplia y relativamente acomodada y, posteriormente, una burguesía industrial importante…
Sí. Pero por todo lo explicado subsiste en Benissa un carácter conservador que, maticemos, no significa que sea de derechas, es el seny benissero del hombre trabajador y serio cuya hacienda le ha costado ahorro y esfuerzo. Este carácter permanece. Por ello, no somos emprendedores. Perdimos el tren en los años de la república, cuando nacieron las fábricas de muebles de los pequeños artesanos que habían reconvertido sus antiguos talleres. La guerra truncó una cierta transformación de la Benissa agraria a una pequeña Benissa industrial.
Fábricas entonces de pocos empleados…
Sí. La Ivars podía tener unos 120 o 130 empleados; 30 que tenía Martínez, y unos 10-12 que contaría Sala. Todo esto condicionó la forma de ser del benissero. En aquellos años la banda de música crece, se crean las sociedades de Benissa… Los trabajadores de la industria tienen más tiempo libre que los hombres del campo, tiempo para ilustrarse o para dedicarlo al ocio. La Guerra Civil desbarata todo aquello y volvemos a poner los ojos en la tierra, hasta que llega la debacle de la agricultura en los años 60. Este cambio produce una gran crisis y una fuerte emigración, y da paso a un fenómeno, el del turismo, que nos coge en mantillas y sin preparación. Pero el benissero, siempre, con los ojos puestos en la tierra. Nuestra tradición se mantiene agraria.
Más allá de tu labor como cronista, ¿cuál ha sido tu aportación a la sociedad benissera?
La juventud de mi generación se encontró una Benissa sin infraestructuras. Teníamos un cine de películas comerciales, una sociedad cultural que era un casino con una biblioteca ridícula, un centenar de libros prestados. La banda de música no tenía local estable, ni infraestructuras técnicas ni dirección. La propia Iglesia estaba anquilosada en el pasado y el convento apenas mantenía actividades en la intimidad. Todo estaba por hacer. Aquellas ganas de mi generación por hacer cosas, dentro de una efervescencia católica, se tradujo en una necesidad de «revolucionar el pueblo». Hicimos el campo de fútbol, formamos grupitos de teatro; accedíamos a la compra de libros por correo, revistas, poco a poco abríamos los ojos a una realidad que se nos había mantenido oculta. Sacamos adelante a la banda municipal, cuyos músicos estaban muy desmoralizados, conseguimos un local nuevo y remozamos su archivo. Abrimos la escuela de música con docentes profesionales de Lliria, Cullera o València… Conseguimos una cierta altura técnica para unos 120 alumnos. Hicimos contacto con La Cazuela de Alcoy, pero el tema teatral no prosperó. Creamos la Biblioteca Pública Municipal, que se ha mantenido desde entonces. Luego llegaría mi dedicación como responsable del Archivo Histórico Parroquial y mi apoyo a las actividades culturales locales a través del mecenazgo de la oficina de la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, de la cual yo era director. Estoy muy satisfecho de mi generación. Los ayuntamientos de los años 80 y parte de los 90 fueron excelentes ayuntamientos gracias a las ganas de la gente de mi generación.
El Calendari dels Brillants ha sido un hito en tu labor cultural y literaria.
El Calendari cumple treinta y cuatro años con el que viene. Su futuro está garantizado. Con tiempo hice una sucesión anticipada en la persona de Jovi Lozano, que es el abad coadjutor con derecho a sucesión (risas). Jovi está preparadísimo y es quien me ayudará hasta que mis fuerzas físicas o mentales fallen. La dirección está asegurada a través de un grupo de unos veinte colaboradores que forman el cuerpo de redacción, primeras firmas que pueden variar de un año a otro. El nivel es de gran prestigio. Comenzó modestamente, emulando esos almanaques del XIX, y con los años el ejemplar ha ido acumulando novedades. Pepe Ivars, el entrañable Tramuser, se volcó con las primeras viñetas; luego llegaron las aportaciones de Pep Cardona El Persa y Ramón Pérez Carrió con su portada. El Calendari mejora año a año y ha alcanzado un gran reconocimiento. Ofrece una visión de carácter global para un lector localista, dentro de un aroma agrario entrañable y nostálgico. Da noticia de todo lo que está pasando en el mundo, pero vivido desde la esfera comarcal. Publicamos 1.500 ejemplares gracias a la ayuda del MACMA, que es la entidad que lo administra.
¿Tiene sentido la figura de un cronista oficial en el siglo XXI?
Vivimos unos tiempos en que la noticia surge, cae y se entierra. Hace unos años, una noticia caía y se comentaba en el pueblo durante una semana. Corrían seis o siete a la vez y duraban algo más según su trascendencia. Hoy las noticias se multiplican. Hay voces que indican que, aunque caminemos hacia la robotización y la noticia al minuto, terminaremos sucumbiendo al humanismo: al gusto de hablarnos, al gusto de escribirnos. Se escribe hoy en los WhatsApp y en los correos informáticos. El mundo actual presenta nuevas propuestas, pero no olvidemos que estamos ante modas pasajeras. La ecología nos está abriendo los ojos, el contacto con la naturaleza, proveernos de nuestros propios productos. Todo esto son flashes que nos mandan mentes lúcidas y que nos hacen ver que no podemos ir hacia una deshumanización de la sociedad. Creo que caminamos hacia un respeto y cuidado del medio. Hay que ser optimistas y generosos. A las sociedades las mueven las minorías y hay que tener fe en ellas.
Qué importante la educación…
Sin duda. Hoy los universitarios cursan carreras cortas pero gozan de gran preparación. Igual dedican luego su vida profesional a otra cosa. Los conceptos políticos de derecha e izquierda han perdido también su sentido y hay que dar voz a las minorías sobre las grandes mayorías. Debemos acostumbrarnos a convivir en una sociedad plural y multicultural. Hay que perder el miedo a las nacionalidades, que son una herencia de genes culturales. Tengo una gran fe en la educación. En una educación permanente, constante, más allá de la académica que puede durar tres o cinco años.
Vas a seguir trabajando por la Cultura benissera. ¿Qué planes tienes en vista?
Cronista eres hasta que te mueres. Tengo ocho libros inéditos que quiero perfeccionar con lentitud y según apetencias, sin la angustia de la urgencia. Los jóvenes tienen todo el derecho del mundo a ocupar su universo creativo y cuando te pidan una colaboración hay que darla. Sigo esa máxima que dice: «No hay que ser amigo de los viejos ni de los niños; porque los viejos se te mueren y los niños al final te olvidan». Hay que seguir avanzando, piensa que Cervantes escribió El Quijote a los setenta. Aliento a la gente joven para que no caiga en desánimos y luche contra ese desinterés… no sé si ésta es la palabra.
La indiferencia…
Exacto. La indiferencia es un pecado superior al de la envidia. La envidia es creativa, pero la indiferencia frustra. A veces caemos en situaciones de desánimo cuando ves que tu trabajo desinteresado no encuentra el eco que a ti te merece. Se supera, claro. Bueno o malo, uno lo ha hecho todo con amor y con todas sus fuerzas. Gran parte de mi labor se basa en la continuidad y la perseverancia; no trabajando, como decimos aquí en Benissa, a estropaetes. Desde 1964 mantengo un diario donde recojo lo que me sucede día a día. Por ejemplo, esta entrevista. Esto es un ejercicio de perseverancia. He vivido mis trabajos como una obligación moral; como un Noé que iba metiendo los animalitos en su arca; vivencias, sucesos que si tú no los hubieses escrito se habrían perdido para siempre. Por ello recibo un agradecimiento humano en la calle, gente sencilla que se alegra de que seas cronista, de que les tengas en cuenta; de saber cosas suyas porque tú se las dices… Ese reconocimiento lo tengo a diario. Incluso de americanos a quienes documenté sus raíces benisseras y luego acompañé a presentarles a sus actuales familiares en el pueblo. Encuentros emocionantes. Estas cosas te alegran, te reconfortan, te producen una gran satisfacción personal.
Momentos muy especiales. Al final trabajas para la gente.
Desgraciadamente, ante estas cosas no existe el reconocimiento oficial. Aunque los ayuntamientos me han respetado, yo no he visto reflejo en ellos de mi labor. Uno tiene su corazoncito. La indiferencia… Siempre mi trabajo me lo he pagado yo de mi bolsillo. La asistencia a asambleas, págate el viaje, págate el hotel… La mayoría de mis libros me los he pagado yo para no ir mendigando ayudas oficiales como limosnas. Esto es humillante. La corporación municipal es la representante del pueblo. No debe pensar en sus apetencias o en sus gustos, sino en lo que el mismo pueblo demanda o pide. Ese refrendo humano y popular que yo siempre he tenido durante mi vida y ese agradecimiento, esa buena voluntad de la gente: «Si Joan Josep no ho sap, no ho sap ningú», yo no lo he visto en los ayuntamientos de mi pueblo salvo muy raras excepciones. Durante 50 años, esporádicamente. El trámite es mendigar y esto te agota. También he contemplado egos propagandísticos, auto propulsiones, el papanatismo oficial de creerse al final esa misión de vista corta, esa autocomplacencia, esa imagen de marketing que a lo mejor… en este caso sí, en este no… Tú ya me entiendes…
Fuente: https://lamarinaplaza.com