ANTONIO GASCÓ, CRONISTA OFICIAL DE CASTELLÓ
El domingo fue la festividad de San Juan, que cada vez va perdiendo más su carácter cristiano para volver a sus orígenes de las celebraciones que tenían como objeto encender hogueras para que su fuego y su luz constituyeran un símbolo de fortalecimiento del sol, dado que a partir del 21 de junio los días se van acortando. Sin embargo, aún queda un referente cristiano en la celebración actual, que no es sino el baño, por la ceremonia que practicaba el bautizador de Jesús, a quien la iglesia dedicó la fiesta cristianizándola y asumiéndola en su calendario litúrgico, como una de las más significativas.
Castellón no fue ajeno a esta veneración, al extremo que contó con una iglesia dedicada a San Juan Bautista. La capilla (que es lo que en realidad era) debió iniciarse muy al principio del siglo XVII, pues se sabe que en 1618 se funde una campana para su torre. Estaba ubicada en el ángulo que formaba el cruce de las calles de «Esquiladors» y la del propio titular del templo (hoy Maestro Chapí y Colón). Era sede del gremio de sogueros, quienes ya tenían ordenanzas de constitución desde 1601 y del de los oficiales solteros («Fadrins de Sant Cristòfol»). Su construcción original no debió ser demasiado sólida, porque en 1676 se conviene su reforma con el maestro de obras valenciano Jaime Esteller, sustituido en 1686 por el castellonense Josep Dols, quien, prácticamente, la reedificó de nuevo. Buena prueba de ello es que se volvió a bendecir dos años más tarde. Era un templo rectangular, con paredes de mampostería y presbiterio abovedado. Poseía sacristía y coro, así como torre campanario adosada.