ANTONIO GASCÓ, CRONISTA OFICIAL DE CASTELLÓ
Hoy se habla, sin que se haya llegado a ninguna conclusión efectiva, del destino que se le quiere dar al inutilizado (y cada vez más degradado) palacio de justicia de la plaza del Juez Borrull, habida cuenta el traslado de su función legal, hace más de una década, a las nuevas dependencias del bulevar Blasco Ibáñez. Sin embargo ya nadie, excepto los que ya hemos consumido más de siete décadas de existencia, se acuerda de la primitiva ubicación del juzgado, en el cruce entre las calles de Vera y Gasset, donde hoy se encuentra una oficina bancaria. El llegar a ser mayores permite albergar recuerdos de aquel caserón en el que se dictó en 1953 la última sentencia de muerte por garrote de nuestra ciudad contra Joaquín Álvarez, a quien se conocía con el apodo de El gallego.
La construcción de este edificio fue aprobada en 1882 y como hemos dicho estaba ubicado en la esquina de la recién abierta calle de Enchin con la de la Salina. Hasta ese momento el juzgado ocupaba una serie de dependencias de la casa consistorial. Al respecto de las sentencias jurídicas, cabrá reseñar que las ejecuciones, que cuando aún existía la muralla medieval que estuvo en pie hasta 1707, se llevaban a cabo en las afueras de la villa en el área de la actual avenida del rey Don Jaime, a finales del siglo XIX, que son los de la construcción de la referida audiencia, se ejecutaban en el llano del antiguo convento de San Francisco, convertido en caserna desde la exclaustración de Mendizábal, es decir donde hoy está la plaza del Botánico Calduch junto a una parroquia que rememora el nombre del santo franciscano.