Los militares han acudido en más de 40 ocasiones en auxilio de la región con las peores catástrofes.
La Pascua Militar se celebra, cada 6 de enero, a las puertas del edificio de Capitanía. El año pasado 23.000 ciudadanos visitaron gratis el edificio histórico. En la capilla de San Vicente hay bodas y bautizos. / Irene Marsilla
JUAN ANTONIO MARRAHÍ
No se puede juzgar lo que no se conoce. No hay una sociedad civil y otra militar. Es sólo una en la que estamos todos». Son palabras del teniente general Francisco Gan, jefe del Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad (CGTAD) y máximo representante de las Fuerzas Armadas en la Comunitat Valenciana. Las pronunció en su primera entrevista a LAS PROVINCIAS tras llegar a su actual puesto. Él es hoy uno de los más de 200 militares que el tripartito pretende desahuciar, bajo la batuta de Compromís, de la histórica sede de las Fuerzas Armadas en nuestra región, su casa y la del Ejército en la ciudad de Valencia.
En Capitanía General ya no hay capitanes generales. Esa es su denominación pasada. Sin embargo, la antigua sede del Convento de Santo Domingo ha sido, en sus casi dos siglos bajo control militar, brazo esencial para un Ejército volcado con Valencia. Es el corazón institucional de las Fuerzas Armadas a nivel regional y, además, el núcleo de mando operativo del Ejército de Tierra en España. Estrechamente ligado a la ciudad y a los valencianos, tanto en su esfera militar como en el acogimiento de un sinfín de actos civiles, institucionales y culturales. Además, la actividad de Capitanía ha puesto a la ciudad en el mapa en varios sentidos y momentos de la historia: con el impulso directo de la base de la OTAN en Bétera, en la década en la que acogió la Fuerza de Maniobra o, más recientemente, con encuentros de altos mandos de la ONU o la Alianza Atlántica.
El edificio alberga entre sus paredes la casa y despacho del teniente general. Las cifras de Compromís sobre la supuesta escasez de militares que allí trabajan no cuadra con las que ofrece Capitanía. Según fuentes de Defensa, alrededor de 250 militares se mueven a diario entre sus paredes, además de civiles que por seminarios o encuentros acuden a sus imponentes estancias.
En el plano castrense, la mayoría son altos mandos del Ejército de Tierra centrados en labores de planeamiento operativo del cuartel general. También alberga el departamento de comunicación, el de asuntos institucionales o el de personal. Hoy se toman allí decisiones militares que afectan a fuerzas de la Comunitat, se gestiona el planeamiento operativo del Ejército de Tierra a nivel nacional y también del cuartel de la Alianza Atlántica en Bétera. Gan ejerce esa doble jefatura.
Aún más amplio fue su potencial militar en el pasado. La histórica sede acogió, entre 1996 y 2006, la denominada Fuerza de Maniobra. Era el lugar de España desde donde se coordinaron todas las fuerzas operativas del Ejército de Tierra y sus despliegues en misiones internacionales. El cerebro organizativo para los contingentes españoles enviados a Bosnia, a Kosovo, a las inundaciones de Mozambique, al apoyo de refugiados kosovares en Albania o a auxiliar a los damnificados por el maremoto en Indonesia.
La virtud humanitaria militar aparece también entrelazada con Valencia. Viajamos mucho más atrás. En 1957 Capitanía libró otra guerra. Se bautizó como la Batalla del Barro. En la gran riada y con la ciudad ahogada por un Turia desbordado, el ayuntamiento intentó coordinar las actuaciones ante el desastre. Atenazado por el colapso y la falta de medios, pidió que el Ejército asumiera la dirección de los trabajos.
Y desde Capitanía General se movió todo lo que había que mover. Activó toda la guarnición de Valencia y la llegada de más militares de fuera de la región. El entonces capitán general Ríos Capapé nombró al general jefe de ingenieros de la Capitanía, Gómez Villamón, para dirigir la operación. Desde la histórica sede que el tripartito pretende vaciar de militares, llegaba entonces la esperanza. Se movilizaron 3.000 militares y 400 vehículos. Coordinados desde Santo Domingo, el Ejército socorrió a víctimas, distribuyó alimentos, retiraron miles de toneladas de barro y ayudaron en las posteriores tareas de reconstrucción. Casas y familias de esos soldados todavía conservan la medalla con la que Valencia condecoró a sus militares: «Que Dios os lo pague».
La furia del agua reclamó, nuevamente, la coordinación de Capitanía en 1982. La Pantanada. El entonces teniente MIGUEL APARICI NAVARRO (Cronista oficial de Cortes de Pallás, Associació de Cronistes Oficials del Regne de València), autor de la ‘Guía para visitar el convento de Santo Domingo’, recuerda aquellos días. Lo vivió en primera persona, pues mandaba la primera unidad de 90 soldados que quitó barro en Alzira y auxilió a la población cuando la presa de Tous se vino abajo. «Capitanía coordinó todas las fuerzas militares que entonces se activaron, las de aquí y las que llegaron de fuera. Helicópteros, vehículos terrestres, personal…».
Según recuerda, el Ejército «se volcó con toda la infraestructura a su disposición. La gente joven puso un increíble entusiasmo. Eran soldados de quinta, de servicio militar. Tuvimos que sacar hasta carne podrida de los hogares, toneladas de trastos. Era un infierno. Y sin móviles. En aquellos tiempos, las familias de los militares no sabían con tanta inmediatez cómo estaban sus hijos».
Para el militar en la reserva, «si hoy tenemos este precioso monumento» es gracias a que el Ejército lo cuidó y mimó con creces, y lo sigue haciendo». Y añade: «Otros conventos que pasaron a manos privadas con la desamortización han acabado o deshechos o con costosas rehabilitaciones». Desde su punto de vista, «Valencia debería estar agradecida a la labor del Ejército en Capitanía y demostrarlo».
Y sus gruesos muros, portones y arcos góticos alcanzaron nuestros días. Capitanía fue también clave en gestar la base de la OTAN en 2001, objeto de críticas de Joan Ribó y otros muchos antimilitaristas, temerosos de que Bétera acabara envuelta en peligros bélicos. Hasta la fecha no ha sucedido. El terror yihadista sin fronteras, el que combaten algunos militares españoles en el extranjero, ha escogido otros objetivos en España y en Europa: estaciones, calles, paseos…
La historia de Capitanía está salpicada de ejemplos de apertura a los ciudadanos y a las instituciones. El más reciente fue hace sólo un mes. Sus salas acogieron la 35 sesión del Comité de Alto Nivel de Gestión de la ONU, un encuentro bianual que aterrizaba por segunda vez en España. Durante dos días, el antiguo convento se convirtió en sala de reunión para casi medio centenar de miembros de las Naciones Unidas. El año pasado acogió otro encuentro de mandos militares de los 27 países de la OTAN.
Además de la visita de 23.000 ciudadanos al año o de las bodas y bautizos en la capilla de San Vicente, Capitanía ha sido sede de tomas de posesión de cargos públicos, las reuniones anuales del jurado de los Jaume I, el aniversario de la Generalitat o encuentros de asociaciones vicentinas.
El tripartito desea desalojar al Ejército de su histórica sede en Valencia a pesar de las muchas ocasiones en las que los militares han acudido en apoyo de la Comunitat y sus ciudadanos. Más allá de las operaciones con las grandes riadas, las Fuerzas Armadas han auxiliado a la región casi 40 veces en la última década en incendios forestales, inundaciones, nevadas o personas extraviadas. Son datos del III Batallón de la Unidad Militar de Emergencias (UME), con sede en Bétera.
Se desplegaron, por ejemplo, con los incendios de Cortes de Pallás y Andilla que arrasaron 50.000 hectáreas y obligaron a evacuar pueblos enteros. Más recientemente, 133 soldados de la UME se activaron con 33 vehículos para sacar a los atrapados en la A-3 por la gran nevada de diciembre del año pasado.
En este momento 128 militares de bases valencianas están de misión en el extranjero. Algunos ayudan a ejércitos a combatir al Daesh, convencidos de que debilitar el terror en el exterior es la mejor manera de proteger aquí a todos los ciudadanos. A los que les quieren dentro de Capitanía y a los que no.
Uno de los motivos por los que la base se estableció en Valencia fue la histórica buena acogida de los militares en tierras valencianas, además de sus buenas comunicaciones con el puerto, el aeropuerto o la A-7. Para su constitución se aprovechó la experiencia de la Fuerza de Maniobra, entonces en Capitanía, de la que toma su origen.
La base ha situado a Valencia en el mapa. Es la única de España en fuerza terrestre al servicio de los aliados. Dentro de la estructura de fuerzas de la OTAN hay nueve acuartelamientos similares fuera de nuestras fronteras. En sus instalaciones trabajan unos 350 militares de nueve países, a la espera de la incorporación de Polonia y Reino Unido. Su activación en 2005 tras el terremoto de Pakistan llevó algo de esperanza y auxilio al país asiático tras el terremoto. Años más tarde, en 2012, su misión en Kabul se centró en restaurar la seguridad en Afganistán. Bétera trabajó en el centro de mando de la operación internacional.
Fuente: http://www.lasprovincias.es