“LA QUINTA DE ALFAFAR ERA TAN IMPORTANTE O MÁS QUE EL PALACIO RIPALDA DE VALÈNCIA”

Los investigadores de Verum Valentia ofrecen una conferencia sobre la vinculación de la condesa de Ripalda, Josefina Paulín de la Peña, con la población – La exposición que recorre la vida de la aristócrata se inaugura en el ayuntamiento.

LAURA SENA

La vida de la Condesa de Ripalda, Josefina Paulín de la Peña, estuvo enormemente ligada al municipio de Alfafar. Allí tuvo una quinta heredada de su primer marido, el conde de Romree, que después sus descendientes convertirían en un palacio (conocido con ese nombre), a través de una fastuosa reforma.

Uno de ellos, Edgar Neville, fue el último habitante de la casa y atrajo hasta ella a estrellas de Hollywood. A partir de los años 50 del pasado siglo entró en declive y acabó siendo vendida a promotores y derribada. Con todo, la impronta de la familia aún queda en la población y, de hecho, la galería de arte municipal lleva el nombre de Neville.

De la vinculación de la condesa con la población de l´Horta Sud existen decenas de documentos, según explicaron ayer los responsables de Verum Valentia, Pilar Martínez Olmos, y Paco Gascó Ferrer, un equipo de investigadores que durante varios años ha documentado la trayectoria de esta aristócrata y que incluso, en un proyecto en colaboración con Levante-EMV, localizó su tumba en un pequeño cementerio de París.

Verum Valentia ofreció ayer una conferencia en Alfafar sobre la vida de Josefina Paulín de la Peña, como antesala a la apertura de la exposición que, a través de distintos paneles, recoge la historia de esta condesa. El acto es también el inicio de la Fira del Llibre en Alfafar del ayuntamiento.

Martínez y Gascó mostraron durante su intervención numerosos documentos inéditos sobre la relación de la familia Cebrián (con la que emparentó inicialmente la condesa), la propia Josefina y el conde de Ripalda (su segundo marido) con el municipio de Alfafar.

Entre ellos estaba la cédula (equivalente al actual DNI) de su hija Dolores de 1889 firmada por el alcalde de la época, el certificado de defunción del conde de Ripalda o albaranes de compra de arbolado para la propiedad (con el número y el tipo de ejemplares así como el precio).

«Alfafar fue fundamental en la vida de la condesa, ya que el palacio que tenía aquí fue tanto o más importante que el propio palacio de Ripalda», manifestaron los investigadores.

El acto estuvo presentado por la subdirectora de Levante-EMV, Lydia del Canto, quien esgrimió la importancia de que el diario se involucre en este tipo de proyectos de investigación que luego pueden «compartirse con la ciudadanía». En este sentido, agradeció a Verum Valentia y a los investigadores y académicos que colaboran con el diario para trasladar a los lectores los asuntos que descubren.

El CRONISTA DE ALFAFAR, JOSÉ FRANCISCO CATALÀ VILA (Associació de Cronistes Oficials del Regne de València), fue el moderador de la mesa en la que intervino el equipo de Verum Valentia e incluso estableció un animado debate con ambos ponentes sobre determinados hechos históricos, que provocaron también la intervención del público.

Asistieron, entre otros, la concejala de Cultura Fina Carreño (al alcalde Juan Ramón Adsuara excusó su presencia) y el exalcalde e hijo predilecto, Juanjo Baixauli, además de técnicos, exediles, representantes de asociaciones y ciudadanos, en general, interesados en la vida de esta saga.

Pilar Martínez y Paco Gascó defendieron que el conde de Ripalda murió en una casa que compró en Alfafar, una vez la quinta de su mujer había pasado a sus herederos de su primer marido. La propiedad estaba situada en el antiguo Camí Reial de Madrid, según la documentación que aportaron. El cronista, por su parte, se planteó si sería esa propiedad la propia quinta, al estar situada en ese punto. Los asistentes de mayor edad que llegaron a conocer la casa también opinaron.

Otra de las intervenciones fue la del técnico de Cultura, Enric Gómez, quien animó al consistorio a solicitar una nueva tasación del cuadro ubicado en el despacho de alcaldía («La jura de Santa Gadea» del pintor cubano Arturo Menocal) que, en otros tiempos, perteneció a la quinta.

«La única tasación dice que vale 100.000 pesetas porque no se ha actualizado cuando una valoración actual de un experto multiplicaría el precio», indicó. También narró el episodio en que los familiares de Neville acudieron al ayuntamiento, en los años 80 del siglo XX para vender parte de sus obras de arte. «Pero pidieron un precio elevadísimo que no se podía asumir y tras estar un tiempo en la caja fuerte, se los llevaron», dijo.

Fuente: http://www.levante-emv.com