La idea de desviar el cauce del Turia se comentaba desde antes de la riada de 1957. Las obras se dieron por concluidas en 1969.
ARTURO CHECA
En el siglo XIV, en el siglo XVI, siglo XVIII, 1897, el devastador 1957… Más de medio centenar de riadas ha sufrido Valencia en los últimos siete siglos. El Turia como cuna de vida y de destrucción, como madre fértil para las tierras de huerta a todo lo largo de su ribera desde el Camp de Turia hasta su lecho junto al Mediterráneo y como origen de dolor en noches tan cruentas como la del 13 al 14 de octubre de 1957. Que había que desviar el Turia del cauce que hoy es el pulmón de la ciudad con el Jardín del Turia era algo hablado antes de la gran riada. Lo recuerda en el libro de FRANCISCO PÉREZ PUCHE (Cronista oficial de la ciudad de Valencia, Associació de Cronistes Oficials del Regne de València) , ‘Hasta aquí llegó la riada’, el ingeniero de Caminos Claudio Gómez Perreta, uno de los hacedores del Plan Sur: «Muy pronto nos dimos cuenta de que se había hablado de desviar el Turia otras veces, con anterioridad. Y además había que hablar de urbanismo, de alcantarillado nuevo y de un esquema de accesos de ferrocarril distinto, que era una de las razones por las que otro técnico, Eustaquio Berriochoa, había llegado a proponerlo en 1946». Y el otro ‘alma mater’ de la que fue definitiva barrera a siglos de inundaciones en Valencia, el arquitecto Fernando Martínez García Ordóñez, hace un fino análisis en el mismo libro de los intríngulis del trazado: «El único modo de desenmarañar el problema de la ciudad era un desvío del río, por el norte o por el sur. Nosotros eramos partidarios de la Solución Sur porque, aparte de que topográficamente la ciudad se inclina hacia el sur, nos parecía importante cortar el crecimiento hacia la Albufera. Pensamos en colocar barreras disuasorias: el cauce nuevo y los ferrocarriles desviados, orientar el crecimiento hacia el noroeste y el oeste, zona de secano, más sana y más barata, y defender la huerta. Esta era la filosofía».
El primer aldabonazo contra las inundaciones que periódicamente sumían Valencia en la intranquilidad fue el embalse de Loriguilla. A 63 kilómetros de la capital, remontando el Turia, el pantano se enclavó en 1965 en el epicentro de lo que fue el gigantesco diluvio que dejó hasta 500 litros por metro cuadrado en los días previos al 14-O y que desencadenó la bestia de agua y barro de la gran riada. Capaz de gestionar un volumen de agua similar a los algo más de 3.000 metros cúbicos por segundo que se echaron encima de Valencia en la primera ondanada de la ‘riuà’, el de Loriguilla ya fue un motivo de calma para los valencianos. El de la tranquilidad definitiva, el nuevo cauce del Turia, no empezó a llevarse a cabo hasta 1965 (aunque aprobado en 1958) y las obras se vieron culminadas en 1969. Se inició en Quart de Poblet, para reconducir el río por el sur de Valencia y llevarlo hasta su nuevo punto de cita con el Mediterráneo. El ingeniero de Caminos y teniente alcalde Vicente Fullana, en la sala de máquinas del megaproyecto, recuerda cómo se ensayaron en Grenoble los caudales, «con riadas de 5.000 metros cúbicos», y que se comprobó la necesidad de colocar «piedras de 400 kilos en el fondo del cauce» para no crear arrastres de tierra y fango que acabaran convirtiéndose en letal metralla de troncos y barro como la que azotó la capital en 1957.
Fullana rememora ‘secretos’ de aquel proyecto. De cómo la falta de dinero suponía el gran obstáculo. «Había que expropiar terrenos y pagar las tierras a los agricultores. Eran 12 kilómetros de extensión, mucha superficie y mucho dinero». Y no lo había. El entonces alcalde, Rincón de Arellano, les llamó y les dijo: «Vamos a hacer una trampa». Era su manera de llamar al proceso legal de crear un polígono industrial en Xirivella, convertirlo en huerta y «dárselo a los labradores para que así pudieran empezar los movimientos de tierra del plan sur».
Hubo otra decisión pionera con Fullana o Rincón de Arellano como factótums del Plan Sur: grabar la depuración del agua con una peseta por metro cúbico. «Muchos me decían que aquello era una estafa, que cómo se iba a pagar por limpiar el agua. Aquel dinero sirvió para financiar el colector sur», otro de los salvavidas para que no se volvieran a repetir inundaciones en la ciudad.
Y, una vez más, contra el abandono gubernativo y la falta de dinero ante el Plan Sur luchó denodadamente la sociedad civil. Como lo hizo en marzo de 1958 el entonces director de LAS PROVINCIAS, Martín Domínguez Barberá, durante la exaltación de la fallera mayor. Su escrito ‘Valencia, la gran silenciada’, más conocido por su subtítulo, ‘Cuando enmudecen los hombres hablan las piedras’, es aún hoy un símbolo: «Porque los hombres enmudecen a veces. Por inconsciencia, por ignorancia, por comodidad, por cobardía. Y en esos momentos injustos de silencio, Dios permite que hablen las piedras, el mundo inanimado, cuando el mundo que tiene alma ha callado cobardemente».
Fuente: http://www.lasprovincias.es