PATRICIO MARÍN, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE COX
El archivo municipal de Orihuela, conserva un acta [1] del siglo XVII, dispuesta en lengua valenciana, extendida por Melchor de la Mata, notario público de dicha ciudad. Se trata de un documento que da fe de la despoblación del entonces “Lloch de Coix” como consecuencia de la expulsión de sus habitantes moriscos, efectuada el 10 de Octubre de 1609. El señor del Lugar, a la sazón Juan Ruíz Dávalos, dueño del dominio directo, quedó sin la mano de obra que le mantenía y por consiguiente dejó de percibir ingresos. El problema no solo afectaba al señor de Cox, sino a todos los señores territoriales del reino de Valencia, que por el mismo motivo sufrieron merma en sus ingresos. Al quedar sin dichos ingresos, los señores reclamaron, y el rey Felipe III, en el apartado cuarto del bando de expulsión, ordenó que todos los bienes raíces que dejaron los moriscos, fuesen entregados a dichos señores. La decisión del monarca quedó sancionada en 1614 con la “Pragmática real sobre cosas tocantes al asiento general del reyno de Valencia”. A pesar del respaldo que recibieron de la Realeza, la cuestión no estaba resuelta. Ciertamente, las grandes fincas no les servían de nada si no se laboraban, y por dicha razón, decidieron repoblar sus lugares.
Los efectos desfavorables de la expulsión se dejaron sentir en todos los ámbitos, sobre todo en la recaudación de impuestos. Uno de los más afectados era el de la sisa sobre la molienda de cereales, conocido como el “dret de la molienda”, (derecho de molienda). Este impuesto relacionado con los molinos harineros de la ciudad se arrendaba a particulares para su cobro, y tenemos constancia de que un vecino de Orihuela llamado Bartolomé Guerrero [2] , arrendaba tal derecho. Este ciudadano había suscrito el arriendo de la molienda antes de la expulsión de los moriscos contando con las casas existentes. Al menguar el número de vecinos debido a la citada expulsión, se sintió perjudicado en su arriendo. Por este motivo, instó pleito contra el Consell oriolano que le apremiaba al pago de su arrendamiento. En su reclamación y tal vez consciente de no obtener la rebaja suficiente, elevó el número de casas de los lugares de moriscos. El documento lo expresaba así:“hiavía dos çens y dénou caps e vehíns y habitadors del dit lloch de Coix”
Por dicho motivo adujo que el Lugar de Cox contaba con doscientas diez y nueve casas, cuando en realidad disponía de ciento sesenta y ocho.
La repoblación del Lugar de Cox
La solución para los señores territoriales estribaba en otorgar Cartas-Puebla. Estas cartas pueblas, derivadas del latín “Chartae populationis” en la Edad Media, tenían como finalidad repoblar las zonas que habían quedado yermas tras la conquista. Las cartas pueblas, con ligeras variantes, siguieron otorgándose hasta el siglo XVIII. No era tarea fácil atraer pobladores a los feudos despoblados si no se otorgaban con ventajosas condiciones. Los nuevos pobladores, aunque desheredados de la fortuna [3] , eran cristianos viejos y no estaban dispuestos a establecerse con las mismos duros capítulos de población que estuvieron sometidos los moriscos. Por dicha razón, los señores tuvieron que ceder un tanto en sus prerrogativas otorgando más ventajas que antaño. No disponemos de la carta puebla del lugar de Cox, pero a juzgar por su rápida repoblación entendemos que se hizo con menos asperezas que en otros pueblos. No obstante, y a pesar de la distancia que les separaba del Medievo, en los nuevos establecimientos del censo enfitéutico se introducían unas clausulas poco equitativas. En ellas, el señor era dueño del dominio directo y el vasallo conservaba el dominio útil. Se estipulaba un canon anual llamado pecho, aplicado a las tierras de huerta y casas, que se podía fraccionar en dos pagas, por San Juan de Junio y por Navidad. En el campo secano se practicaba la partición de frutos llamados “terraje”. Así mismo, el señor controlaba los comercios y negocios del Lugar, tales como:
“horno de pan cocer, tienda, taberna, almazara y otros”
Dichos establecimientos constituían las regalías del señor y las arrendaba anualmente al mejor postor. Los labradores, cada cierto tiempo, estaban obligados a realizar el “cabreve” de tierras y casas, reconociendo el dominio directo del señor. En las enajenaciones, el comprador y vendedor tenían que comparecer ante el señor o su apoderado, para que autorizase la transacción. En dicho acto, el comprador se comprometía a reconocer el dominio directo del señor obligándose a tributar los correspondientes pechos y terrajes.
Melchor de la Mata señalaba que “despres de exersitada feta dita expulçió dels dits moros vingueren moltes persones al dit lloch de Coix”.
En fechas tan tempranas como el 24 de Febrero de 1610, sentaban vecindad veintinueve familias que el documento cita como extranjeros del reino de Castilla. Así mismo reseña que los demás pobladores eran de Orihuela, y Callosa poblaciones inmediatas. El señor de Cox, que había sido tolerante con los ritos islámicos [4] de sus vasallos moriscos, con los nuevos pobladores procuró instaurar el fervor cristiano. Por dicha razón favoreció a la Orden del Carmen para instalar un convento, donando su propio palacio, ermita de Ntra. Sra. de las Virtudes y tierras anejas. La fundación del convento [5] tuvo lugar el 25 de octubre de 1611.
Aquellos primeros repobladores vieron en Cox un lugar apacible, rodeado de hermosos palmerales. Además de su fértil huerta, disponía de un amplio campo que regaba con las frecuentes avenidas de la rambla de Benferri. Igualmente retenía en su jurisdicción la vertiente norte de la llamada Sierra de Callosa. Sus laderas se hallaban cubiertas de olivos, algarrobos, almendros e higueras y en ellas aprovechando las oportunas lluvias, se sembraban cereales como trigo y cebada. Según declaración de Bartolomé Benito [6] , hacia 1626 el pueblo contaba con noventa y una casas. La población se hallaba consolidada con gentes de diversa procedencia y se supone que la llamada plaza de San Roque debe su nombre a los callosinos asentados aquí.
Según Govert Westerveld, Cronista Oficial de Blanca, algunos moriscos de Blanca sentaron vecindad en Granja y de esta, algunos pasaron a Cox. Así mismo fueron exceptuados de la expulsión y autorizados a quedarse en Cox, 16 familias de moriscos del propio lugar. Otros, después de tocar las costas norteafricanas regresaron clandestinamente al pueblo y con la connivencia del señor territorial permanecieron. En el registro parroquial de Cox de aquellos años figuran apellidos, como: “Farises, Alcayde, Arroniz, Orquí, Balboa, Pinar, Gavarron, Villa, Puebla” algunos de ellos coinciden con los censados en Blanca.
Con los nuevos pobladores se suscitaron riñas y pendencias por el uso agua en los riegos. Para disipar dudas entre los nuevos vecinos, el señor de Cox, con fecha 14 de febrero de 1626, mandó imprimir las Ordenanzas [7] que hasta hoy se rige la huerta.
A lo largo del siglo XVII, el aumento demográfico quedaba frenado por las epidemias de peste, y otras calamidades públicas de la época. El índice de natalidad era alto y los matrimonios fecundos y prolíficos, no obstante la mortandad infantil “mortichuelos” era muy elevada, llegando muy pocos a la edad adulta. El censo [8] llevado a cabo en 1646, daba para Cox la cifra de 79 casas, incluyendo la comunidad de frailes carmelitas de su convento extramuros. Dos años después, en 1648, la peste detectada en Valencia el año anterior, se había extendido por la gobernación oriolana a través del lugar de Benferri. En Cox, el libro 1º de entierros, folio 91-v, reseña el fallecimiento de Roque Teruel como consecuencia de la referida peste conocida como “el mal del contagio”. La epidemia se cebó con especial crudeza en Orihuela, afectando a las familias más humildes. A excepción del Sr. Obispo [9] que permaneció en la ciudad, visitando y consolando a los enfermos, los nobles y las clases pudientes escaparon para refugiarse en sus grandes haciendas. No todos los nobles pudieron librarse del azote de la peste, pues en la relación de fallecidos se encontraba el señor de Cox. Un testigo presencial declara que Don Juan Ruíz Dávalos, señor de Cox: “morí en lo añy mil siscent quaranta y huit del mal del contagi que en lo dit añy succehí en la present ciutat de Oriola [10] .
A la gran peste de 1648 le sucedieron otras epidemias, aunque menos perniciosas en números de fallecidos. Tales fueron las acaecidas en 1676 y 1678, que igualmente frenaban el desarrollo de los pueblos. A partir de 1680 el Lugar de Cox comenzó a recuperarse, de manera que en 1689 fue preciso construir un nuevo horno de cocer pan, que el documento lo expresa así: “per que aquell (el viejo horno) era de poca capasitat segons la població que de present y ha ahumentat en dit lloch de Coix” [11]
Con todo, al finalizar el siglo XVII, el Lugar de Cox había mejorado notablemente. Sin embargo, distaba mucho de contar con el vecindario que disponía en tiempos de moriscos. A partir de 1750 nuestro pueblo se hallaba consolidado, de manera que había sobrepasado el número de habitantes del siglo anterior. Como consecuencia del aumento de población el templo parroquial de San Juan Bautista quedó insuficiente para albergar a los fieles, y fue derribado en 1774 para alzar el actual. Otra serie de construcciones se llevaron a cabo, entre ellas el Ayuntamiento (1788) y la posada (1791). El censo de Floridablanca de 1787 reflejaba el crecimiento, computándose en el Lugar 300 casas y 1.218 habitantes.