GENTES DEL NORTE

FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

ara los que somos de esta parte del levante español, el norte es todo lo que está situado más arriba en el mapa. Para relatar muchas historias, he tenido que acotar el espacio geográfico, siguiendo la ruta atlántica desde Galicia.

Extraído del Archivo del Reino de Galicia, y en documentación aportada por mi amigo, el Cronista Oficial de Betanzos, José Raimundo Núñez-Varela, expongo la accidentada travesía que tuvo el bergantín goleta ‘Joven Casimiro’, de porte de ciento nueve toneladas y matrícula de Barcelona.

Su tripulación estaba compuesta por diez hombres. Había zarpado de Barcelona el 27 de enero de 1854 «con lastre y algunos efectos de carga con destino a Betanzos, haciendo escala en Alicante y Torrevieja», donde cargó las 2.160 fanegas de sal. Finalizado el embarque se hizo a la mar.

No tardaron en dar comienzo los «grandes padecimientos». A la una de la noche del día 14 de febrero un fuerte huracán les hizo zozobrar, manteniendo en vilo a toda la tripulación; llegadas las dos de la tarde, «viendo a dicha hora que todo era una rompiente», acordaron franquear la cubierta, y una hora después sufrieron un fuerte golpe de mar que «les llevó la mayor parte de la obra muerta a babor», viéndose obligados a arrojar al mar numerosos enseres «y de la bodega sobre ciento cincuenta fanegas de sal poco más o menos, y veintiocho piedras de amolar», hasta que una hora y media más tarde avistaron Gibraltar, en donde encontraron refugio.

Al día siguiente el capitán se personó en el Consulado de España y presentó una ‘Protesta’ o declaración justificada, para dejar a salvo su responsabilidad sobre lo acontecido, obteniendo del Cónsul una certificación en la que se hacían constar estos sucesos. En aquella plaza permanecieron durante catorce días para reparar el bergantín.

El 2 de marzo se hizo nuevamente a la vela y prosiguieron las desgracias. Ocho días después, con los embates de «mar muy orgullosa rindió agua sin ser posible acertar por qué punto, viéndose con la tripulación en la triste situación próxima a echar la lancha al agua y desamparar el barco, más milagrosamente, pasadas tres horas con incesante trabajo de las bombas, se consiguió agotar el agua y ponerse en estado de continuar, aunque con los contratiempos, pormenores y padecimientos que explica la segunda protesta hecha en la villa de Marín el día 13».

En la madrugada del 16 de marzo zarparon. Al día siguiente, y a causa de un fuerte viento arreciado de mar gruesa a la altura de Finisterre, se vieron obligados a refugiarse en Muros, permanecieron estancos hasta el día 19 por no haber sido «habilitados por Sanidad».

A las seis y media de la mañana del día 22 levaron anclas y se hicieron a la mar, y una vez más el día 24 «observando que era excesivo el viento les pareció prudente volver a arribar al puerto de Muros», de donde partieron el día 30 a las cuatro y media de la mañana, con rumbo a su destino. El primero de abril, a las siete y veinte de la tarde, divisaron la farola de la isla de Sisarga, y por fin a las seis de la tarde del día siguiente, alcanzaron la embocadura de la ría de Betanzos, punto en el que tomaron práctico y lograron dar fondo y anclar a la una de la noche. Tardaron más de dos meses desde Barcelona hasta Betanzos.

El 3 de abril, a las ocho de la mañana, el capitán acudió al escribano de esa ciudad para iniciar diligencias y las respectivas protestas; incorporando la certificación expedida por Juan Marí, maestro mayor de carpinteros y calafates de Torrevieja, declarando el barco útil para proceder a su carga de sal cuando salió de Torrevieja.

Desde Torrevieja hasta llegar a las rías Bajas, que eran los puertos de salida y entrada de los barcos torrevejenses, se hacía un recorrido de varios cientos de millas, alternando con vientos favorables y contrarios; flojos y fuertes; mares llanas, picadas o grandes. Se conserva numerosa correspondencia comercial entre Torrevieja y las poblaciones del norte de España: Ribadeo, La Coruña, Vigo, etcétera. Por lo general los cargamentos se componían de sal de Torrevieja o ladrillo y teja de Alicante.

La presencia de los barcos torrevejenses en Galicia ha quedado reflejada en los diarios de navegación, donde se anotaban los rumbos y enfilaciones de los numerosos bajos que existen en todo el litoral gallego, para poder sortearlos a la entrada de las Rías Bajas.

El marinero José Rodríguez Sala comenta en sus escritos que a comienzos del siglo XX llegaron a juntarse en la ría de Vigo cinco veleros torrevejenses: el ‘Galofre’, el ‘Joven Pura’, el ‘Frasquito’, el ‘Marcelina’ y el ‘Saffi’, organizando el último día de carnaval, entre los marineros de los cinco barcos, una comparsa titulada ‘Los Astrónomos’, que recorrieron la ciudad cantando y tocando con instrumentos de murga, siendo muy aplaudidos.

En los puertos gallegos a los que iban nuestros barcos eran conocidos los marineros torrevejenses y algunos de ellos contrajeron allí matrimonio; tal fue el caso de Vicente Rodríguez ‘el Estefano’ que conoció a la que sería su esposa, Margarita del Valle Beltrán, en Villagarcía, donde con su madre despachaba víveres y ultramarinos en su tienda familiar. Otro fue Antonio Fructuoso ‘el Fresco’, que contrajo nupcias en Villagarcía, y allí se quedó a vivir.

En los lugares donde atracaban o fondeaban los marineros torrevejenses hicieron amistades que les valieron la confianza de sus vecinos. Asistían a los bailes que los domingos se celebraban en los salones de sociedad y a otros populares en la plaza del pueblo. En Camposancos, ‘ligaban’ con las chicas que trabajaban en la aserradora de donde se surtían de madera los barcos, que se empaquetaba en fardos, era destinada para el embalaje de las naranjas de la zona levante y de la Vega Baja.

Fuente: http://www.laverdad.es