VALENCIA. Escondido a pocos pasos del Palacio de los Borja, sede de las Cortes Valencianas, y de la plaza de la Virgen, el Palau dels Català de Valeriola ha contenido desde que fuera levantado pequeñas explosiones sociales. Última residencia de Josefa Dominga Català de Valeriola y Luján, la Duquesa de Almodóvar convirtió los hoy despachos de Vicepresidencia y la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas en sede de una pequeña revolución que tenía poco de político y mucho de personal. Figura poco conocida y que injustamente podría resumirse como la de una ‘pobre niña rica’, la biografía de la aristócrata está marcada por el fallecimiento de su padre Vicente Català de Valeriola Castellví, Marqués de Nules y Quirra, y de su madre, Rafaela Luján y Góngora, en 1766, cuando ella apenas cumplía los dos años. La soledad devino en independencia.
Educada en Madrid por su abuela, la condesa de Canalejas, con su muerte en 1776 pasó a vivir en Portugal junto a su tío, Pedro Francisco Suárez de Góngora y Luján, I Duque de Almodóvar, de quien heredaría el título al morir éste sin descendencia. Fascinada por la Ilustración, por la supremacía del conocimiento y la razón, cada uno de sus movimientos están impregnados por ese espíritu y por la búsqueda y reivindicación de una independencia que, como mujer, no le venía dada. Recién superada la mayoría de edad se casó con Benito de Palermo Osorio, de quien poco después conseguiría la nulidad matrimonial, quedando soltera hasta el final de sus días. Este hecho, más que marcar su vida, reafirmó su legado. “Es una mujer escondida en la Historia, la tenemos que descubrir”, explica el historiador y CRONISTA OFICIAL DE ESTIVELLA, LLUIS MESA I REIG (Associació de Cronistes Oficials del Regne de València), quien ha realizado un tour a puerta cerrada para que los actuales trabajadores del Palau conozcan su origen, incluida la vicepresidenta, Mónica Oltra.
Afín al ideario reformista, es una de las pocas mujeres de la época listada como suscriptora de numerosos periódicos de ámbito regional y nacional. El retrato que realizó de ella el pintor Vicente López da cuenta de la imagen que quería proyectar, sin medallas y con una mano apoyada sobre un escritorio. Algo estaba cambiando desde un palacio que, curiosamente, se encuentra casi cara a cara con el que fuera Palacio de la Inquisición. Su aspecto infantil, debido al síndrome de Turner, lo que justificaría su infertilidad y podría haberla ayudado a conseguir la nulidad matrimonial, dio lugar a numerosas leyendas negras en torno a su figura. Según cuenta el cronista de Estivella, una de estas se refiere a que la duquesa podría haber sido hermafrodita y obligada a elegir entre un caballito de madera y una muñeca para ‘determinar’ su sexo.
Josefa era controvertida. Aunque noble y con más bienes y privilegios que el resto, ser mujer y soltera la puso en la línea de fuego, con muchos frentes abiertos que ella se encargó de batir incluso una vez fallecida. “Valió más muerta que viva”, indica Mesa i Reig. Su testamento es prueba de ello. La rica colección de libros y mapas del conde de Carlet, cuya estrecha relación le llevó a instalar en su residencia una habitación especialmente para la duquesa, y un largo listado de bienes inmuebles resultaron en un tesoro que se destinó a fomentar la educación de niños y, también, niñas. Además, la Duquesa de Almodóvar especificó que sus bienes, al contrario de lo que se venía haciendo en estos casos, no fueran gestionados por la Iglesia, sino que se que se repartieran directamente, lo que supuso una”pequeña revolución” en una España teñida de negro.
La Academia de los nocturnos
La pequeña revolución de la duquesa no es la única que ha contenido los muros del Palau dels Català de Valeriola. Fue en 1591 cuando Bernardo Guillem Catalá de Valeriola creó la destacada Academia de los Nocturnos, una de las diversas instituciones que estuvieron bajo el mecenazgo de la familia. Cada miércoles por la noche se reunían en el patio gótico de la casa un grupo de intelectuales para leer y compartir textos. Aunque funcionó por un periodo bastante breve,entre 1591 y 1594, su formato y los textos que han quedado hoy como prueba delos encuentros han mantenido viva la llama del círculo. El traslado de su fundador a León supuso la desaparición una Academia que quiso poner en valor la cultura por encima de todo.
Como curiosidad, sus miembros (una decena es sus primeras sesiones que fueron variando en nombre y volumen a lo largo de los años) se presentaban con seudónimo, todos ellos relacionados con la noche. Así pues, los participantes originales eran: Bernardo Guillem Catalá de Valeriola (Silencio); Hernando Petrel (Sueño), Gaspar Aguilar (Sombra); Francisco Pacheco (Fiel); Fabián de Cucaló (Horror); Maximiliano Cerdán de Tallada (Temeridad); Francisco D’ Esplugues (Descuido); Francisco Tarrega (Miedo); Miguel Beneyto (Sosiego) y Gaspar de Villalón (Tinieblas).
500 años de obras
El Palau dels Valeriola que hoy conocemos, como muchos otros de su tipo, es fruto de numerosas intervenciones, añadidos y cambios que han resultado en una mezcla de estilos que, ahora más que nunca, se comprueban al poner un pie en el conjunto. De las históricas capillas a las modernas instalaciones de la Conselleria. Su origen se sitúa a partir de la conquista cristiana de la población, cuando Jaume I entrega las casas a sus vasallos, según se cita en el Llibre de Repartiment, con lo que la Casa de Ali-Albatarín pasó a ser de Arnau Guillem Català.
Su orientación era completamente distinta a la actual, ya que la puerta principal se situaba en la histórica calle de Catalans, hoy de Samaniego, y no en la actual plaza de Nules, ocupada parcialmente por una pequeña casa propiedad del Marqués de Llançol de Romaní. El edificio, siguiendo las pautas del gótico civil de la Corona de Aragón, se organiza en torno a un patio central, de donde arranca una monumental escalera en ángulo que conduce a las dependencias de la planta noble. En 1513, la casa fue comprada a su suegro por Guillermo Ramón Catalá, siendo en 1533 cuando compró el inmediato horno de San Lorenzo y las dos casas contiguas al mismo, que posteriormente serían integradas en el palacio.
En 1695, Otger Catalá de Valeriola, después de un largo proceso contra el Duque de Gandía, heredó los vínculos pertenecientes a la Casa de los Centelles, tomando la posesión de los Marquesados de Nules y Quirra. Será a partir de este momento cuando esta familia afronte una importante renovación de su antigua casa solar. Otger contrata a un maestro de obras para, entre otros trabajos, sustituir las terrazas por teja. Años después, en 1715 ,se contrata a José Padilla para que ejecute una nueva ordenación de las estancias de la casa, afectando de manera importante a los elementos estructurales de la misma, con la renovación de las cubiertas, abertura de balcones y construcción de una nueva escalera interna.
El gran cambio estético vino en la portada, que abandonó el gótico punto por una entrada rectangular. Una construcción que, pese a los siglos, siempre parecía ser un work in progress, en 1727 se añadió un nuevo espacio y creó la actual plaza de Nules. Quizá un cambio menor desde el punto de vista físico pero muy importante para su vida llegó en 1814, con el cambio de escudos. De Palau dels Català de Valeriola a Palau dels Escofet. La muerte de la Duquesa de Almodóvar provocó que la vivienda cambiara de manos y de nombre, siendo propiedad de la familia de los Escofet, paso anterior a su uso en el ámbito público.
El palacio fue objeto de una intervención neogótica en el patio, en el cual se abrieron grandes balconadas sobre los arcos escarzanos y se reformó la puerta de acceso al piso principal. Entre 2002 y 2006 se llevó a cabo una rehabilitación integral, que permitió descubrir artesonados y la repristinación decorativa y cromática de los paramentos. Actual sede de Vicepresidencia y la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas y declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2007, fue tras numerosas quejas por parte de asociaciones como Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio que el actual equipo de gobierno decidió abrir al público las puertas de un Palau que atesora parte de la historia de Valencia.
Fuente: http://valenciaplaza.com