“Mai cap càtar s’anomenà a ell mateix com a tal. Eren els catòlics qui de forma despectiva els deien: mireu ací els ‘purs’!”. De este modo comenzaba la conferencia que sobre “los cátaros valencianos” impartió la noche del jueves, 19 de noviembre, el secretario del CVC, JESÚS HUGUET Y PASCUAL (Cronista oficial de La Pobla Llarga y Portell de Morella), en el Archivo Municipal de Alzira.
Ante una cincuentena de personas el conferenciante presentó una anatomía de la doctrina y la vida de los cátaros o albigenses; anunciando que el Reino de Valencia pondría fin a este movimiento religioso medieval.
La doctrina de estos ‘buenos hombres’ o ‘buenos cristianos’, como ellos mismos sí les gustaba decirse, representaba un cristianismo agnóstico, con influencias maniqueas a las variantes pauliciana y Bogomil. Dos divinidades mantenían una lucha eterna: el Dios espiritual, bueno, y el Dios material, malo. Sólo se podía escapar a través de un riguroso ascetismo y de un estricto rechazo del mundo material.
La iglesia de Roma consideró esta doctrina como hereje y entabló una primera batalla dialéctica con la misma a través de la orden de predicadores, los dominicos. Pero pronto la incipiente dinastía francesa de los Capetos interesaría por derrotarla para anexionarse los territorios de los señores feudales de la Aquitania, del Languedoc y de la Provenza, es decir, de todo actual sur de Francia, donde los cátaros se habían propagado en el siglo XII entre sus habitantes.
Al aceptar el Papa de Roma las pretensiones de la Corona francesa y tratando de acabar con la herejía se inició la conocida como cruzada albigense. El matrimonio del Conde de Barcelona con la Señora de Montpellier hacía que gran parte de la Occitania quedara bajo el vasallaje de la Corona de Aragón.
Por esto, la batalla de Muret, donde murió el rey Pedro el Católico, favoreció que su heredero, el rey Jaime el Conquistador, se declinara para extender sus dominios hacia el sur -Regnes de Mallorca, Valencia y Murcia y hacia la mediterránea, en contra del mantenimiento de los dominios transpirenaicos.
Así las cosas, mientras que los bogomilos en los Balcanes perduraron hasta la invasión otomana del siglo XV, o los valdenses en Italia hasta el día de hoy, la rama propiamente occitana tuvo que refugiarse en los nuevos reinos del rey Jaume. De este modo, San Mateo y Morella, incluso, la propia Valencia, serán poblaciones donde radicarán los cátaros occitanos.
Entonces, el último heresiarca cátaro será un valenciano que, al ser traicionado por una persona de su confianza, acabará quemado en la hoguera, al pasar los Pirineos, cuando iba a visitar a un familiar moribundo; a quien tenía que conferir el Consolamentum, el único sacramento que podía ser administrado a los fieles y que consistía en una especie de bautismo, comunión y extremaunción, todo junto.