Pesando el capullo de la seda. / foto ballester
LA VUELTA A LOS PUENTES ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
A cualquier joven de hoy en día, probablemente le escandalizaría que en el municipio de Orihuela, para el año 1971, existieran dentro del calendario laboral 18 festividades entre recuperables y no recuperables. De las segundas pasaron a la historia el Corpus Christi que caía el jueves 10 de junio. De las primeras, fueron a mejor vida las locales del segundo día de Pascua de Resurrección, San Vicente Ferrer y San Isidro, así como la Ascensión, y San Pedro y San Pablo. Sin embargo, se han mantenido entre las indicadas como locales el 17 de julio y el 8 de septiembre, respectivamente dedicadas a la Reconquista y a la patrona de Orihuela. Pero no todo era fiesta, y para tener una aproximación a algunas cosas y personas, nos vamos a acercar a través de un pequeño anuario editado por el Banco de Bilbao, en marzo de ese año, impreso en los talleres de Zerón. Además de darnos cuenta de los teléfonos útiles de los cuales nueve correspondían a seis bancos y tres entidades de ahorros netamente oriolanas como la Caja Rural Central, Caja de Ahorros de Nuestra Señora de Monserrate y Caja Rural de Bonanza; nos facilitaba los nombres de los médicos de Medicina General y especialistas que habían en nuestro término, los cuales eran sesenta y atendían a una población de aproximadamente 44.938 habitantes. Curiosamente de estos profesionales solo dos eran mujeres, Cándida Sánchez López y Obdulia Fons Díaz, y creo no equivocarme si cuantifico, en que de esos sesenta actualmente viven ocho o nueve, a los cuales deseo que duren muchos más años.
Asimismo se contaba con catorce practicantes, de los que uno era mujer, Amparo Cereceda Mateo; diez farmacéuticos y cuatro veterinarios, entre los cuales estaba mi padre, Antonio Galiano Santiago, como jefe de los Servicios Municipales, y Vicente Andreu Vaillo. Había dos notarías que regentaban Ricardo Egea Ibáñez e Isaac Martínez Álvarez; dos hoteles (Palas y Avenida) y un hostal (Rey Teodomiro); ocho restaurantes incluyendo los de Cabo Roig y Montepiedra en Orihuela Costa, y en la ciudad El Rancho Grande, Casa Corro, El Piste, Casa Ángel en el Palmeral, Los Barriles y El Trocadero. Además se facilitaba el horario de misas en las 32 iglesias y ermitas que existían entre la ciudad y algunas pedanías. De ellas, hoy echamos en falta por haber desaparecido o estar cerradas al culto, a las iglesias de la Merced, las Tres Ave Marías de capuchinos, Nuestra Señora de Desamparados del Asilo y San Juan de Dios en el Hospital Municipal. Por último, se aportaban una o dos líneas descriptivas sobre los monumentos oriolanos, el sistema métrico decimal, la distancia por carretera de Madrid a las capitales de provincia, y si algún curioso deseaba o necesitaba saber qué hora era a las doce de España, en Alaska, Filipinas o Irak, se les proporcionaba según el Meridiano de Greenwich. También se facilitaban las tarifas postales, en las que una carta de 20 gramos se franqueaba por 2 pesetas, o sea 0,012 euros, lo que hoy cuesta 0,42, o sea treinta y cinco veces más, pero con peor servicio. También se incluían las fiestas populares, de las cuales dejaron de celebrarse la Feria de Agosto y la Fiesta de Exaltación del Azahar.
Sobre esta última, considerada como un «acontecimiento social, literario y poético», durante el primer trimestre del año, el periódico ‘Información’, cuyo corresponsal era Joaquín Ezcurra Alonso, incorporaba en sus páginas noticias referentes a la misma, como el nombre de la Reina, que ese año recayó en María Botella García, hija del abogado Álvaro Botella Martínez, que era entrevistada, al igual que las componentes de su Corte de Honor. En el mes de febrero, se daba a conocer por el presidente del Casino Orcelitano, Venancio Ortiz Mora, la designación de Juan Manuel Fanjul Sedeño, procurador en Cortes por Madrid, como mantenedor del acto. La Fiesta de Exaltación del Azahar, se celebró en el Teatro Circo, el 12 de abril, Lunes de Pascua.
En el aspecto industrial la perspectiva no era tan aceptable como se deseaba, ya que industrias consolidadas como La Algodonera de Levante y La Agramadora vivían momentos difíciles. De igual forma que, en Sedas Orihuela, se vislumbraba un final más o menos próximo, lo que no era óbice para que el 12 de marzo se llevase a cabo por el guardián de convento de San Francisco la bendición de la simiente del gusano de seda en la iglesia de Santa Ana. En dicho acto el citado guardián explicaba el motivo de esa bendición, que era acompañada por el rezo de un vía crucis y posterior entrega de simiente a las familias asistentes. En el acto se contó con la presencia de directivos de Sedas Orihuela y de la Jefatura Nacional de Sericultura.
Por otro lado, había confianza en la reactivación industrial, a través de Calzados Orihuela y Liofilizados Españoles SA. Pero con el tiempo solo quedaron en eso, en simple esperanza, pues sobre todo en esta última se utilizó la instalación en Orihuela, que no llegó a funcionar, como ‘conejo de indias’ por parte de la empresa instaladora, y me atrevería a pensar engañando a los promotores y accionistas. Sin embargo, en esos momentos se consolidaba la fábrica Drapé-Cotí, que con una «grado máximo de mecanización y tecnología avanzada», llegó a fabricar 3.500 prendas por día y a tener 800 empleados.
Después de cuarenta y cuatro años, y con la perspectiva que nos concede el tiempo transcurrido, nos queda siempre el regusto de saber más cosas que sucedieron en Orihuela, en aquel primer trimestre de 1971.
Fuente: http://www.laverdad.es