LAS URNAS

LAS URNAS

Mítin de Luis Díez Guirao de Revenga desde la terraza del Casino. Torrevieja, 20 de febrero de 1913. / Foto: Alberto Darblade – Colección de F. Sala

LAS ERAS FRANCISCO SALA ANIORTE CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA.

Las urnas electorales se usaron por vez primera en Grecia, en el 530 a. C. Los gobernantes eran elegidos cuando en unas tablillas se escribía un candidato y después echaban en una caja con una ranura y después llevadas una plaza, donde se contaban los votos. La primera aparición del voto en papel en España fue en Toledo, en 1465, para elegir a dos corregidores, el Duque de Toledo, Jaime de Montrañón y el Barón de Ciudad Real, Fernando Riopozuelo. Montrañón recibió 45.952 votos frente a 30.106 de Riopozuelo.

En Torrevieja, las primeras elecciones fueron para la elección de diputados para las Cortes de Cádiz, además de las elecciones de cofrades mayores de instituciones religiosas y del Pósito de Pescadores. Y aunque las elecciones democráticas estaban presentes desde 1812, no será hasta 1890, cuando se aprobó el sufragio universal (masculino), pese al intento habido con la Ley Electoral de 1868 que implantó el sufragio universal de varones mayores de 25 años.

Sonados fueron los comicios del 8 de marzo de 1913, ante la competencia entre los candidatos Trinitario Ruiz Valarino y José de Rojas Galiano, marqués del Bosch de Ares, de la misma cuerda política que Joaquín Chapaprieta Torregrosa.

Desde bien temprano, miembros de la llamada ‘partida de la porra’, seguidores del marqués del Boch, cachearon a todos los ‘trinistas’, amenazando a todo el que no fuera de su partido; arrancaron papeletas de las manos de los electores y rompieron las que no fuesen del marqués; formaron amenazadores grupos en las puertas de los colegios electorales, para que no se acercasen a ellos los partidarios ‘trinistas’; formaron dobles filas en los pasillos de los colegios, echando a la calle a empujones a todo el que no fuera de su grupo, bajo el pretexto de que había otro elector dentro, apaleando bárbaramente al votante ‘trinista’ que conseguía depositar su papeleta en la urna.

El día de la elección ofreció Torrevieja el aspecto de estar en estado de sitio. Por las calles circulaban patrullas de hombres, mal encarados y armados con garrotes. Los empleados civiles también iban uniformados y así se podían ver los trajes reglamentarios de los funcionarios de aduanas, correos, telégrafos e intervención del estado en las salinas. Lucieron sus uniformes para que viesen que eran autoridades a las que debían de tener más cuidado de no atropellar, gozando de impunidad a todos los abusos cometidos con el resto de los votantes.

La situación más crítica se dio cuando llegaron noticias a Torrevieja de la derrota del marqués del Bosch de Ares en los pueblos del resto del distrito. Esta noticia no fue del agrado de los que dirigían al grupo de violentos e inmediatamente intentaron conocer cómo iba aquí la votación y comprobar si podía haber compensación.

El informe en tres colegios de los cuatro abiertos fue desfavorable, y en el acto se decretó la rotura de urnas y atentados físicos contra los presidentes de mesa, adjuntos e interventores ‘trinistas’. Pero no les fue posible de realizar en uno de los colegios, en el que los ‘trinistas’ estaban armados para defenderse, aunque al ir a constituir las mesas habían sufrido el correspondiente cacheo. Los seguidores del marqués del Bosch de Ares tenían «ciertos reparos» de ponerse ante los revólveres, que para salvarse se habían procurado los de aquel colegio. En el cuarto colegio electoral llevaba una pequeña mayoría el marqués y merced a ella se salvó de la rotura la urna y de los ataques las personas que estaban a su cargo.

El momento de la rotura de las urnas fue de lo más violento; con disimulo, los interventores del marqués de Bosch se fueron separando de los demás que constituían las mesas, y a los pocos segundos entró tumultuosamente un pelotón de la ‘porra’, repartiendo golpes y tiros sobre el grupo ‘trinista’ y a su alrededor, y viéndose indefensos, y ante el peligro de muerte huyeron desordenadamente al patio por entre el pelotón que, en aquellas condiciones, los apaleó en la huida.

A dos de los ‘trinistas’, Manuel Torres y Diego Ramírez Berguilla, les fue imposible hacer lo que a sus compañeros, pues el primero estaba enfermo, y el segundo por sus años y peso, se quedó en un rincón del colegio. Individuos de la ‘porra’, entre los que había otros con gorra de consumeros o serenos, les apalearon brutalmente sacándolos a la puerta en esa forma, y ya allí, viendo que no les habían rematado, pues trataban de escapar, les dispararon varios tiros que lograron evitar. Así actuaron los violentos en el colegio llamado de doña Joaquina García.

Similares sucesos ocurrieron en el colegio de doña Pilar Panfil Mur, con la peculiaridad de que el presidente de la mesa recibió un estacazo que le produjo una gran herida en la cabeza, todos creyeron que había muerto, pero cuando se quedó sólo salió para recibir auxilio, volviendo a sufrir más golpes de los agresores que intentaban matarlo.

Continuó la elección en los dos colegios en los que no se habían roto las urnas, siendo custodiadas por fuerzas de la Guardia Civil. A la hora reglamentaria hicieron los escrutinios y llevaron a correos las correspondientes actas.

El día 23 de abril fueron aprobadas por el Congreso de las actas de diputados a favor de los dos hijos de Trinitario Ruiz Capdepón: Vicente Ruiz Valarino, diputado por el distrito de Dolores, y Manuel por el de Orihuela.

Los seguidores del marqués del Bosch de Ares sufrieron una gran derrota, siendo encarcelados muchos de los que evitaron la formación de las mesas electorales. A mediados del mes de mayo, José Marí Aguirre, autor de muchos artículos de prensa que rubricaba con el seudónimo ‘El Temporal’, fue encarcelado como máximo responsable de los sucesos en los días de elecciones. Esperamos que acontecimientos como estos no se vuelvan a repetir.

Fuente: http://www.laverdad.es