El cementerio General, uno de los más antiguos de España, destaca por su valor histórico y artístico.
Escultores de renombre como Mariano Benlliure firman algunos de los panteones más emblemáticos.
207 años. El cementerio General se inauguró en 1807. Fue obra del arquitecto municipal Cristóbal Sales. :: manuel molines
«Un cementerio no debería ser sólo un lugar de recogimiento y recuerdo, sino también un museo al aire libre, pues forma parte de la historia de una sociedad». El secretario del Consell Valencià de Cultura, JESÚS HUGUET (Cronista oficial), reflexiona así sobre los cementerios, con cuantiosas muestras de arquitectura y escultura funerarias que deberían conservarse como reflejo de una época y por su valor artístico.
Así quedó también reflejado en un informe elaborado por esta institución, en el que también se instaba a promocionar más estos espacios por su riqueza histórica. Desfilaban camposantos como el de Herbeset, una aldea de Morella, unido a su iglesia; Sumacárcer, ubicado en la ladera de una montaña; o el General de Valencia, considerado uno de los más antiguos de España y un auténtico museo al aire libre.
Desde sus primeros nichos, que datan de 1808 (un año después de su inauguración) hasta las inscripciones «de gran valor histórico y sabor literario», recuerda HUGUET (Cronista oficial), pasando por los personajes ilustres enterrados. De ahí que el secretario del CVC abogue por potenciar más, «y en clave turística», este cementerio al aunar historia y arte, como sucede en el Père Lachaise de París.
Una reivindicación que el Ayuntamiento de Valencia convirtió en el Museo del Silencio, una ruta cultural por el principal camposanto de la ciudad y que este año estrena web y aplicación para móviles. En esta peculiar pinacoteca de recuerdos y silencio hay panteones, nichos y tumbas realizadas «por los mejores arquitectos, maestros de obras y escultores del momento», apunta Rafael Solaz, guía de la ruta y reconocido bibliófilo.
Mariano Benlliure, por ejemplo, firma una de las joyas de este cementerio: el panteón de la familia Moroder (1907), repleto de simbolismos como adormideras, búhos o cadena de coronas y espinas. Santo Varni, un joven italiano, firma el que fue el segundo panteón construido, de la familia Dotres (1853), de estilo helenístico y con piezas traídas de Italia, mientras que el primero (1846) es obra del arquitecto Sebastián Monleón y del escultor Antonio Marzo para el marqués de San Juan. Como curiosidad, el jaspe negro y encarnado que se usó fue traído de Vilamarxant.
«Recomendaría un paseo por las dos primeras secciones, las más antiguas, y sobre todo, por la tercera izquierda, llamada de ‘Las columnas’ por sus pórticos», desgrana Solaz. En el centro de este área se puede ver la Cruz del Cólera, alzada tras la epidemia que había padecido la ciudad en 1885.
En la cuarta izquierda se llega al cementerio civil, con una extensión de 1.222 metros cuadrados y que antiguamente tenía una puerta de entrada independiente. Allí se encuentra el nicho con los restos de Vicente Blasco Ibáñez, uno de los más visitados junto a los de Joaquín Sorolla o Nino Bravo, y también la de Amparo Meliá, esposa de Pablo Iglesias.
El cementerio General está repleto de curiosidades, como la evolución que se observa en los elementos que se esculpían en tumbas y nichos, que en el siglo XIX tenían un marcado carácter simbólico y que en el siglo XX pasaron a ser imágenes religiosas. Solaz explica que predominan las vírgenes o santos autóctonos, especialmente los que tienen que ver con el nombre de los difuntos: la Virgen del Carmen, Sant Vicent, San Francisco, San Antonio… O la Virgen de los Desamparados, que además, corona la capilla situada en el paseo central.
Fue esculpida en mármol blanco procedente de Llíria, entronizada en 1960 y bendecida por el entonces arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, en un acto multitudinario. «Debido a sus grandes dimensiones y peso, su instalación en lo alto de la capilla presentó grandes problemas», detalla Solaz.
No sólo el General tiene historia. En el Cabanyal está la tumba de Benlliure, enterrado junto a sus padres, y en el Grao hay una de fallecidos en la Guerra de Cuba. En el caso de los cementerios pedáneos, Solaz resalta que hay familias enteras relacionadas con la Albufera, como en El Palmar. De los 11 camposantos que tiene la ciudad, cuatro son parroquiales: Benifaraig, Borbotó, Carpesa y Benimaclet, donde el año pasado se edificó un panteón para sacerdotes que tiene un olivo del huerto de Getsemaní de Jerusalén.
Fuente: http://www.lasprovincias.es