LA ARTESANÍA DE LA SEDA EN ALGAR

JOSEP CATALUNYA ALBERT, CRONISTA OFICIAL D’ALGAR DE PALÀNCIA

La elaboración de la materia prima para la seda, a través de los llamados gusanos de seda y del cultivo de las moreras, llegó a las tierras valencianas en el siglo IX, procedente al parecer de los territorios musulmanes de Córdoba y Granada, siendo también muy importante  la actividad de algunos emigrantes genoveses que, al establecerse en la ciudad de Valencia, introdujeron en la misma las técnicas de fabricación de “velluts”, “domasos” y “brocats”. Los artesanos de la seda en Valencia se llamaban “velluters”; de ahí deriva el nombre del “Barri de Velluters”, motivando la gran importancia que adquirió la industria sedera en Valencia la construcción  de uno de sus monumentos más emblemáticos, la Llotja de la seda. El período de mayor esplendor de la artesanía valenciana de la seda lo fue durante los siglos XV al XVIII, especialmente durante esta última centuria.

En Algar, aunque es un pequeño municipio, tuvo una gran importancia y relevancia históricamente la artesanía de la seda. El investigador Saturnino Franch, en su libro Datos históricos de Agar de Palancia, escrito en 1945, nos relata que, muchos años antes de la repoblación cristiana (1610), los moriscos ya se dedicaban a la cría del gusano de seda que, al ser expulsados en 1609 y tener que marchar forzosamente a África, tuvieron que dejar y abandonar los utensilios y enseres que les servían para la producción de la seda, circunstancia que, unida a que la pequeña huerta existente estaba plantada de gran cantidad de moreras, hizo que los nuevos pobladores continuasen con esta actividad.

La época de mayor florecimiento de la artesanía sedera en Algar fue también durante el siglo XVIII, exigiéndose por el Estado a cada hilandero un certificado del gremio para poder ejercer como tal.

 Muchas casas de Algar tenían en el último piso desvanes o andanas, con estructura de madera y cañas (cañizos), donde se criaban los gusanos, cuyos capullos de seda o la seda hilada se vendía para su comercialización. Todavía se conservan en el pueblo algunas casas con ventanas de pequeñas dimensiones en la parte superior de la fachada, situadas casi a ras del alero del tejado, que servían para ventilar y orear la cámara y eliminar las bolsa de aire caliente que se acumulaban durante el verano. Además de la andana se debía contar con espacio suficiente alrededor del hogar (la llar) para escaldar e hilar los capullos.

En Algar la seda fina o en rama se mandaba en madejas, principalmente, a la ciudad de Valencia, para la elaboración de magníficos tejidos, y la seda de peor calidad, llamada aldúcar, se solía emplear en la confección de cintas y se consumía en  el propio pueblo. La producción de seda en el pueblo, en los años normales, era de unas 600 libras valencianas de peso. Un año excepcional fue el 1768, en el que se produjo hilo de seda con un peso de 1.120 libras valencianas de seda fina y 96 libras de aldúcar.

El doctor en Historia, José Manuel Iborra Lerma, en su trabajo Régimen señorial y estructura agraria en Algar de Palancia, afirma que la manufactura de la seda en Algar contaba con siete telares en 1796, tratándose de una tarea de trabajo a domicilio entre los campesinos, con una tecnología primitiva. El mismo autor nos ofrece otros datos curiosos:  uno de ellos se refiere a que nueve campesinos del pueblo solicitaron créditos a la Real Fábrica de la Seda de Valencia “ para el resguardo de sus cosechas y augmento de su agricultura”; otro se refiere a que, en 1784, se constituyó en Algar un tribunal de maestros sederos para examinar al vecino del pueblo aledaño de Alfara de Torres-Torres, Vicente Fito, en el arte de hilar seda. Este tribunal se ocupó también, según documentación obrante en el Archivo Histórico Municipal de Algar, de aplicar las normas gremiales tendentes a mejorar la calidad de los tejidos, decretando el reajuste del salario de las hilanderas en 10 reales diarios y comprobar si las ruedas de hilar medían los doce palmos reglamentarios.

No nos faltan más testimonios históricos relativos a la actividad de la artesanía de la seda en Algar, sobre todo los que se conservan en su Archivo Histórico Municipal. Así, en el año, 1746, reinando en España el borbón Fernando VI, se redactó  un manifiesto de 43 vecinos del municipio sobre la seda recogida, en el que se dice que la cantidad asciende a 581 libras de seda fina y 130 libras de aldúcar, documento que viene firmado por el fiel de fechos Xavier Alpuente, y, el 27 de agosto de 1767, el fiel de fechos, Jayme Piquer, certifica que el vecino de Segorbe, Jayme Pujol, ha sacado de Algar 58 libras de seda en rama y 15 libras y 6 onzas de aldúcar, de lo cual hay constancia en el Libro de Rentas Generales de la Administración en Segorbe.

Y al hablar de la seda en Algar, no podíamos dejar de citar el testimonio de Antoni Cavanilles i Palop y su obra Observaciones sobre Historia natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia, que llevó a cabo tras el encargo en 1791 del rey de España, el borbón Carlos IV. Cavanilles, en su información respecto de Algar, nos habla entre otras cosas de una cosecha de 300 libras de seda, aunque también afirma que “no se fía mucho de los datos facilitados por los labradores de Algar,” por parecerle escasa la cosecha de los productos declarados en relación a la superficie de las tierras de cultivo existentes.  

A finales del siglo XVIII, empezó la crisis y la decadencia de la industria sedera valenciana, debida posiblemente  a las deficiencias estructurales y a la falta de modernización de esta actividad, a lo que hay que añadir la aparición de la epidemia de la “pebrina”, que se inicia en 1854 y que esquilmó los gusanos de seda, mariposas y huevos al mismo tiempo, sin olvidar la aparición de cultivos más rentables, como el viñedo, el arroz, los cítricos, etc., que hizo que los agricultores no dudasen en talar las moreras y replantar sus huertos, lo cual fue un obstáculo más para el resurgimiento de la artesanía de la seda.

Y algo similar ocurrió en Algar. En el año 1818 prácticamente había desaparecido totalmente el cultivo de las moreras, dando lugar, como consecuencia, al fin de la importante artesanía de la seda en el pueblo.